Imaginaos que varias de las personas que han pasado por vuestra vida son entrevistadas por alguien que quiere escribir vuestra biografia. La vecina que os echasteis de amante, la prima que alimentaba vuestros inicios onanistas, la madre de la alumna que siempre pensasteis que se os quería tirar, la compañera de despacho con la que tuvisteis una relación cuando se separó... Ese conjunto de entrevistas es formalmente Verano del Nóbel surafricano Coetzee.
Coetzee deja a varios que cuenten su vida, pero no engañarse,
Verano no es una biografía. ya que la descripción de su vida ni siquiera es lo más importante. Tras un lenguaje sobrio y frío, como el personaje, nos habla de muchas cosas más: nos habla de la Sudáfrica del apartheid,habla de que bajo los adoquines del 68 no había arena de playa, de la parte del yo que se debe aportar en una relación para que sea algo más que una transacción afectiva en un momento de necesidad, habla de la soledad…

Que nadie busque, ni piense encontrar un lenguaje colorista, descripciones detalladas y brillantes, ni siquiera una crónica política posicionada de los tiempos del apartheid. Todo eso está, pero por debajo del hieratismo.
El libro a mi modo de ver es sobre todo, un ejercicio brillante de metaliteratura que llega a su punto culminante en el personaje de Sophie. Los tiempos del gran escritor como oráculo han terminado para siempre. Y es por ello,que se quiere describir a la persona que está detrás del escritor. ¿Se puede conseguir ese objetivo ambicioso? De eso también va el libro.
Sophie
¿Y sus diarios y cuadernos de notas? ¿Porque no mira allí en lugar de entrevistarnos?
No es posible confiar en lo que Coetzee escribe en ellos, no como un registro exacto de los hechos, y no porque fuese un embustero, sino porque era un creador de ficciones.
Pero y si todos fuéramos creadores de ficciones, como llama Vd a Coetzee Y si todos nos inventáramos constantemente la historia de nuestra vida? ¿Porque lo que yo le cuente de Coetzee ha de ser más digno de crédito que lo que el mismo le cuente?
No conocía nada de Sudáfrica, soy sincero, (más allá de que es el país de Charlize Theron, cuestión por otra parte de máxima importancia). Aquí se nos muestra la Sudáfrica de los 70 como un país “insular” dentro de un continente en conflicto.
También la insularidad de África en el mundo, la de Sudáfrica en el continente, la de Ciudad del cabo en el país, pero nada distinto a esa insularidad vital también llamada soledad que es el rasgo principal del personaje, en definitiva la insularidad de si mismo en un entorno arisco y amenazante.
Le amenazan sus amantes que perturban su anodina paz asexuada, la relación claustrofóbica con su padre, la relación voluntariamente fría con sus alumnos, la relación distante con su familia. Le amenazan sus utopías maltratadas por una realidad trágica y fatalista de un continente condenado de antemano. Para el fatalista la historia es el destino. Nada merece que se luche por ello, porque la lucha solo prolonga el ciclo agresión represalia. No, no era apolítico más bien era antipolítico.
Y es precisamente eso lo que quiere el biógrafo Vicent, encontrar nexos con el mundo, la búsqueda de personas que hayan unido al personaje de un modo peninsular con la sociedad a la que pertenece sin querer pertenecer. Cuatro mujeres y un hombre que sean un puente de enlace entre la isla personal y el continente.
Sin embargo él les contesta, desde su frialdad desencantada, y parece decirles ya he visto demasiado, dejadme en paz, de vínculos políticos, de compromisos amorosos, de afiliación a corrientes literarias, de formar parte de grupos cerrados, encasillados, anglofilos, negros, blancos, afrikaners… a los que no quiero pertenecer, no soy apolítico soy antipolítico Quizá por eso prefiere ser el otro, el de fuera, el eventual en los matrimonios rotos de sus amantes temporales, esas que cuentan su vida, la de él y las de ellas a través suyo. Yo quería que nuestra relación creciera y el quería que siguiera igual sin cambios.
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A veces creo que como a todo el mundo, te asalta la duda de saber cómo te definen los demás. “Yo no soy como la gente cree que soy”. Al final lo que crees ser, es algo insignificante, que solo sirve para alimentar tus frustraciones y con mayor o menor rigor para castigar o premiar lo que ves en el espejo. Sin embargo, seamos sinceros, lo que somos o creemos ser, no tiene nada que hacer en la lucha con lo que los demás piensan de nosotros.
El hablar de uno mismo y definir en público lo que uno cree ser, es bastante de jefe. Sin embargo luego vemos lo que los demás piensan de él, no solo sus subalternos, sino sus iguales y sus presuntos amigos y si lo supiera se le caería su mundo al suelo. ¿Pero sabrá está mujer lo que los demás van diciendo de ella? Cada vez me cae peor la gente que va anunciando como es y subrayando sus principios, es un poco un afán de ejemplificar con la propia biografía la vida de los demás y no lo soporto.
Todo esto va, ya lo sé, en contra de la “neorreligión de la autoayuda” que propugna eso de: “que más da lo que los demás piensen de ti, tu debes ser tú mismo y lo único importante es lo que tu pienses tu de ti”.
Cuestión distinta es la importancia que haya que darles a cada uno de los que opinan, si son sinceros o lo hacen por maldad o envidia, si el que habla es un ignorante o alguien que verdaderamente conoce de lo que habla…la máxima de que “los más mediocres son los más mezquinos” que dice un amigo mio, toma aquí especial importancia. Pero aun así, a mi modo de ver, todas las opiniones incluso la de los imbeciles construyen de una u otra manera nuestra imagen social y nos dan ese reporte que premia o castiga el yo que ensayamos cada día en sociedad.
Yo tenia un amigo en nazareth que hablaba mucho de si mismo como ejemplo y aun así un día les preguntó a sus amigos ¿Y vosotros quien decís que soy yo?
¿Qué contarían los demás de nosotros al biógrafo de lo que lo fuimos?
Del mismo autor he comentado:
Desgracia