viernes, 30 de agosto de 2013

Flow

Pasan los días de playa y llega ese momento, tan olvidado desde hace años, en el que el sinhacer se hace cotidiano olvidando las prisas y dejándose llevar. Me suele suceder otros veranos, que los propósitos y deseos para las vacaciones, se acumulan sobre los primeros días y tengo sobrealiento para encajarlos lo antes posible como si me los fueran a quitar. Es como esas mierdas de libros de autoayuda que imponen la felicidad como un deber y estresan por la inevitable obligación de ir buscándola o dicho de otra forma como pensar solo en el orgasmo sin disfrutar de ir haciendo amores.

Las vacaciones son el espacio vacío que dista entre las cosas que quieres hacer, el segundo siguiente a enfrascarte en la lectura sin darte cuenta de que estás leyendo, el tiempo que cierras los ojos con el cuerpo mojado tras salir del mar, el trozo de noche que gastas en mirar la luna, el momento inhabitual de unir tres acordes seguidos a la guitarra y pensar que suena algo.

Hay un autor de nombre impronunciable ( Csikszentmihalyi ) que atinó bautizando a este momento creativo con el nombre de Flow, incluso puso a un libro que os recomiendo, ese mismo título. Pero eso es en el trabajo, se olvidó de esos momentos en el que todo encaja para no hacer nada, que nada exige darte cuenta de lo que (no) estás haciendo y que la mente deja de focalizar sobre si misma y sobre el ocio para completarse libremente en una nada vacía y feliz que fluye sin tiempo.

miércoles, 28 de agosto de 2013

Unos días intensos de verano

Los días grises de verano me ponen intenso, no de una intensidad transcendente y profunda, sino más bien de una intensidad anecdótica y trivial. Me pregunto el porqué de los colores, las distancias que me separan de las cosas e incluso trato de imaginarme el balanceo de mis neuronas hasta que generan versos. Miro al suelo, cuento piedras, caigo en enumeraciones absurdas como la de las comarcas de Aragón, los delitos del libro segundo o las chicas con las que me he enrollado en orden desde los quince. Como dice del Molino en su libro La hora violeta, “los entretenimientos nos permiten no morir de importancia”, bueno, no lo decía exactamente así, pero la idea era esa más o menos.

Los días grises de verano escribo a lápiz porque la pantalla deslumbra la gama de nubes. Es un lápiz viejo de minas, barato, de metal gastado, pero al que quiero mucho porque me lo regalo mi mujer hace años. Mi lápiz de vez en cuando coge vacaciones sin mi permiso y le pierdo de vista un tiempo. Pero luego vuelve, siempre vuelve. Y así, de repente, se deja descubrir agazapado en estuches infantiles, bajo la hojarasca que sirve de boceto a mis cuentos o en el trabajo enronado entre informes sobre el desempleo en los pueblos de Teruel. El no ha estado en esos lugares todo el tiempo, por supuesto, pero como la Maga, también quiere jugar a perderse y dejarse encontrar como si fuera la primera vez que nos viéramos. Es por eso que simula haber estado perdido, “sabiendo que ese encuentro casual es lo menos casual de nuestras vidas. Sabiendo que andábamos sin buscarnos, pero sabiendo que andábamos para encontrarnos”.

Pues eso, que los días grises de verano me ponen intenso.

lunes, 26 de agosto de 2013

Mirando mares sin ballenas

Ya desde niño, cada vez que la melancolía de la ciudad se empeña en hacerme el horizonte más difuminado y la vida más angosta, necesito con urgencia acercarme al mar. Me siento sin prisa y sin deberes en la bocana del puerto y veo entrar y salir barcos por un tiempo que se me hace indefinido. No pienso en el océano abierto, ni siquiera en singladuras por mares lejanos, pienso más bien en llegadas a países de nombres inventados donde encontrar vidas que me abran nuevos argumentos para  mis cuentos. Sorprendentemente solo las estaciones de metro tienen para mí, un efecto semejante. Es como si un nudo se fuera enredando y desenredando con las historias posibles de todos los que pasan. Ante tanta inmensidad me hago pequeño y de alguna manera parece que sintiera la extrañeza de ser humano.

Sentarse frente al mar tiene para mí, un efecto de recreación como la que nace en las madrugadas de vigilia como la de hoy en las que escribiendo y escribiendo te sientes el rey del mundo. Todo es posible. Dibujas dioses que hagan más fuerte tu ateísmo y pintas menudencias que se convierten en nuevos ídolos; redactas diálogos imaginados para las situaciones mas tensas capaces de enfangar mañanas. Respiras más fuerte. Y sabes que puedes trivializar sin dificultad problemas irresolubles y al mismo tiempo hacer trascendentes las nimiedades.

Se viven esos momentos de manera tan fuerte, percibes con tanta intensidad eso que algunos llaman yo, que te emborrachas de egocentrismo y trascendencia y construyes futuros recuerdos a fuerza de imaginarlos.

jueves, 8 de agosto de 2013

Paisajes estivales del mes de julio

Os pongo varias fotos preciosas de paisajes estivales en este, mi primer mes veraniego, en el que he conjugado la espartana vida de Rodríguez, con la de aplicado padre de familia. Los paisajes son de lugares exclusivos a donde solo vamos lo más selecto de la elite local.

Encantado de la vida os diría de dónde son cada una, pero lamentablemente luego tendría que mataros. Así que mejor lo dejamos así.

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Estos son mis tres amigos que os tendrían que hacer una visita si os dijera de qué restaurantes se trata. (las chapas son reales compradas a nuestro norafricano proveedor habitual, si bien es cierto que una, la tenemos a día de hoy, en paradero desconocido)

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sábado, 3 de agosto de 2013

Músicas minoritarias: El Rodríguez de Montana

Buscando la canción “El Rodriguez” de los grandísimos Montana me han asaltado de golpe varios grupos a la cabeza quizá porque estuvieran también mezclados en mis cintas de aquellos entonces. (que ya vaticinaban mi desorden mental… ya que no es que tengan mucho que ver entre si),
Y de esta manera he hecho un trabajo de búsqueda y cortapega y aquí tenéis junticas frivolidades como Rei Lui o Tenesse, los más famosos Dinamita pa los pollos, y por encima de todos Los Montana, que bien pudieron ser uno de los primeros vinilos que me comprara con mi pasta y que aun ahora, los escucho y me traen recuerdos de largas noches sudorosas delante de jarras de cerveza y música rockabilly.
Si queréis descargaros los discos de Montana lo podéis hacer en su  página y si queréis saber más de su historia aquí hacen un buen resumen y de paso revisáis la pagina entera que no esta nada mal.
Y con este sencillo gesto, pongo fin a mi microetapa de Rodriguez e inicio la de modélico padre y esposo estival.