domingo, 25 de febrero de 2018

Carta Blanca Lorenzo Silva o lo ridiculo de los valores castrenses



No deja de parecerme peculiar en Lorenzo Silva, que tras esa defensa de la legalidad y la judicatura; el poli bueno y el delincuente malo, la ortodoxia, el deber ser y la valoración positiva de lo políticamente correcto, haya en sus novelas policíacas una tendencia tan reiterada a que los culpables sean precisamente el poli, el juez, el mandatario o el guardia civil.
Pues lo mismo en Carta Blanca. Bajo la defensa de lo militar y lo castrense, los valores, el honor y la patria como valores, el resultado de la novela sea precisamente el contrario: una consideración tan acerada de la ridiculez de la guerra. No digo de lo despiadado, de lo cruel, de lo injusto de la guerra, digo de lo ridículo de la guerra. Del dolor sin sentido.
La razón misma del protagonista para ir a guerrear a Marruecos ya es ridícula en sí misma. No ridícula desde el sentimiento personal, sino ridícula desde un planteamiento castrense. No es ridículo un suicidio por amor; es ridículo que la patria se sostenga por el arrojo temerario de un tipo despechado; que el odio guerrero contra el enemigo se sustente en el odio personal y subjetivo del sargento por ver a su hermano ultrajado por los moros, que el alistamiento en el mal sea consecuencia de una castración interior y una sexualidad mal llevada. Parece a resultas de su narración que el ejercito no sea sino un cúmulo de frustraciones subjetivas puestas en común tras una bandera.
Carta blanca es una novela desequilibrada, con pintas de escrito inicial, de arranque de carrera literaria, pero sin embargo luego muy reconocida en mentideros y galardones veteranos. Digo que es desequilibrada, no tanto porque sea mala, sino porque es desigualmente buena. Consta de tres partes. La primera, sin duda la mejor, se escribe en un lenguaje precioso, a veces preciosista e intimo. Un uso de la descripción y el adjetivo que para los que hemos conocido a D. Lorenzo a través de Bevilacqua nos resulta extraño al tiempo que exquisito. Es como si dijeras, “hombre Lorenzo Silva se sabe llevar por los sentimientos también y no solo por la corrección fría” está muy bien escrito en forma y fondo. Me gustó mucho. Pero luego, las dos partes siguientes es como si se hubiera desfondado, algunas páginas aprovechables de la segunda parte y una tercera con más finalidad de construir lógica y razón a la novela que de recrearse escribiendo, no sé, como si tuviera prisa por concluir sin fallar la novela que tan bien había iniciado.
Y es precisamente en esta tercera parte en la que la novela quiere cerrar el círculo y cuando se muestra abiertamente la supuesta contradicción y ridiculez de la guerra de la que hablaba al comienzo de esta reseña. Los moros y los legionarios de la mano frente a la república; el protagonista frente a su destino, disparándole a sus fantasmas y adoptando esa misión heroica que ya solo entiende él. Ni patrias, ni honor, ni valor castrense… el hombre frente a sus fantasmas, como entonces, como ahora, como siempre.
Una novela que merece la pena leerse, me la recomendó 112 con quien solemos coincidir mucho en gustos. Muy brillante la primera mitad, en la segunda se le cae; pero esa es una de las virtudes de los buenos escritores que aun cuando la cosa decae; la escritura fluida y trabajada consigue que no se te haga bola y puedas llegar al final donde las cosas encajan, aunque para mi no sé si en el mismo sentido que pretendía el autor.

sábado, 17 de febrero de 2018

Mi otro blog en la sombra

Hace tiempo mucho tiempo que no experimentaba la extraña sensación de gustarme, de leerme y asombrarme de que esas lineas hayan salido de mis sueños. Me pasó anteanoche, revisando el rincón donde amontono borradores en 25 lineas y 1000 caracteres más o menos. 
Quería cerrar ese blog que moria con bocanadas de perro viejo, cuando me sentí atrapado por el ritmo de las palabras que hubiera aplaudido escritas por cualquiera y que me avergonzaron al saberla mias como ver en el espejo tu cuerpo desnudo y bonito a los dieciseis.
No recuerdo por qué nació, quizás tan solo por cambiar de aires como los viajes a paises europeos que se emprenden tras la depresión, es posible que estuviera cansado de frases sueltas escritas en vertical en ordenado y escondido o mucho más probable que no quisiera alterar al abuelo somnoliento en el que se ha convertido este blog
Lo cierto es que comenzó y no me arrepiento, con límite de tiempo en cada cuento, con límite de duración como debieran ser las relaciones dolorosas en el amor. No son muchas entradas, a penas veinte que podeis leer de tirón. Cuentos, reseñas, reflexiones sin etiquetas imaginaciones de ayer. 
Estan escritas a capela, a penas corregidas, si acaso releidas después y tan solo retocadas como las chicas cuando salís de los servicios repuestas de carmín. No me obligo, no me molesta que pase el tiempo sin escribir, si no sale lo mejor que quede así. Prefiero que pase el tiempo sin llamarnos y que solo cuando nos tengamos ganas nos encontremos para follarnos hasta despertar. Fue en aquel cine ¿te acuerdas?
http://25lineas.blogspot.com.es/
No sé si hago bien poniendo luz de farolas en los rincones oscuros del parque donde tantas veces nos hemos besado y alguna hecho el amor. Quizá debiera seguir estando escondido, pero hacía tiempo, mucho tiempo, que no experimentaba la extraña sensación de gustarme al leerme y quería compartirlo con vosotros. VEINTICINCO LINEAS Y MIL CARACTERES


miércoles, 7 de febrero de 2018

El momento que no sale en la foto más bonita.

Hay un momento en cada viaje que no sale en la foto más bonita, un momento en el que el tiempo se estanca y sin saber el porqué se queda impreso para siempre entre tus postales del lugar. A mi me pasa cuando se descorre el telón de un monumento de una manera imprevista, cuando vas andando y de repente te topas sin esperarlo con esa imagen que has visto tantas veces en documentales y que no te crees tenerla en frente. Me pasó al ver el Taj majal y me volvió a pasar hace no mucho ante el Doumo de Florencia.

El segundo momento es el de la calma, el de la primera cerveza fria, el de la primera tarde al dejar el hotel, o ese otro en el que, si vas de trabajo, vuelves de regreso ensimismado pensando en la tarea cumplida. Recuerdo el regreso de Rio a Niteroi en el ferri que los conecta, la mañana en que abrimos los brazos ante el puente de Sidney o el almuerzo viendo el hielo azul de Perito Moreno.

Cada una es un momento distinto, con unas circunstancias y motivaciones distintas para viajar pero todas ellas con un regusto apacible al recordarlas. Y es que quizás sea eso viajar: llenarse la cabeza de imagenes, recuerdos, conversaciones, personas que poder traerse a casa para los tiempos de sedentarismo e invierno.






 

viernes, 2 de febrero de 2018

sobre la marcha

Hace mucho tiempo que no escribia en vacio, sobre la marcha. Que no eludía mi word con su times new roman a 12 y sus tabulados perfectos para pinturrajear un borrador previo. Atropellado por nimiedades intento verme ante el espejo de lo que escribo. ¿Qué otra cosa hacer que verme de lejos?
Hace tiempo que creo que somos esclavos de la historia que nos inventamos, hace tiempo que ratoneamos por nuestro pasado para encontrar argumentos que den sentido a nuestro presente. Y lo más divertido es que no los encontramos.
Cada vez que alguien me intenta explicar cómo es, me doy cuenta de que es justamente lo contrario. Yo es que soy muy ordenado, generalmente es un caos; yo es que me gusta ser meticuloso, pues es un dessastre... Cuánto esfuerzo para explicar con causas lo aleatorio.Cuanto esfuerzo para construirnos un yo presentable en sociedad.
Pero en fin, no juzgo y defiendo el derecho de cada uno a inventarse la vida y la biografía que le justifique para hacerle más feliz. Quizá porque empatizo, porque me pongo en su lugar y no me parece tan raro quizá porque lo haga también yo mismo.
Queremos tener una narración logica al cuento que nos contamos y que incluso nos creemos porqué tenemos miedo a ver nuestra vida como un relato absurdo, quizá como este cúmulo de frases improvisadas que os arrojo hoy.