miércoles, 23 de agosto de 2017

El Carmín y la sangre de Montero Glez Opinión y Crítica

No puedo evitar un cierto orgullo al mirar el google y ver mi post de Cuando la noche obliga de Montero Glez entre los diez primeros que devuelve “el buscagaitas del palo alto”. Y es que Google representa el curioso abismo que dista entre el diez y el once, un abismo como el que dista entre la riqueza y la justicia, un abismo que algunos ven cercano y otros a años luz el uno del otro. Nunca dejo de asombrarme que la distancia entre el diez y el once o la que separa un lector de su escritor favorito, se mida en dos tweets y una búsqueda, y no en kilómetros de lejanía física y mental. Bendita cábala, léase algoritmo, que acerca a un aprendiz de provincias (como yo) al que considera un maestro.

Y digo todo esto, para que no quepa duda de que soy un forofo incondicional de Montero Glez, de su prosa cortada a cuchillo; de sus historias preñadas de frases redondas, de sus imágenes lúbricas y sudorosas como orgasmos en días de sol. Y es por esto que me duele como un abandono a los diecisiete tener que pelar su última novela El Carmín y la sangre.


Montero, el gran Glez, investiga tres historias del sur, de ese sur que le gusta y nos vende con placer, y los intenta fundir en este relato encuadernado. La primera es la vida en Gibraltar de Ian Fleming. escritor, crápula y espía británico de mitad del siglo veinte. La segunda una orgia medio forzada dizque tuvo lugar en una taberna gaditana cuando un puñado de alemanes de la palito palito guerra mundial escaparon del submarino más salidos que un alumno de fomento en su primer paso de ecuador y se pasaron por la piedra a todo el que estaba allí fuere macho, hembra o semoviente. La tercera es la historia de La petenera, puta fina de carne morena e inteligencia ladina, por cuyo estrecho de Gibraltar surcaron gobernadores y prebostes del lugar, sin percatarse (o sí) de su juego de agente doble o triple según agujeros a disposición.

Y con estos tres mimbres y la confianza en su verbo escribe Montero Glez El Carmin y la Sangre, y este es precisamente el problema a mi modo de ver, que Montero confía demasiado en su verbo (lo que no deja de tener lógica escribiendo tan cojonudamente bien como él). Pero con esto no basta. La historia crece deshilachada y descompensada (lo que sucede sin problema en otras novelas del autor) pero sin embargo, cuando se quieren unir los trozos al modo que hizo en Manteca Colorá, Sed de Champan o PolvoráNegra va y se le acaba el libro; así de sopetón y a tomar pol culo. Tanto se entretiene en los preliminares que, cuando va a consumar, le pilla el marido y todo debe quedar en un vulgar misionero apresurado cuando no en un gatillazo para olvidar. Las historias quedan descosidas, sin armazón que las sostenga, los nombres se agolpan sin identificar en esta orgía tabernaria en la que ya no se sabe quien es el que da y quien recibe.

No sé si quiere contar demasiadas cosas, si por lo que sea no le dio tiempo a cocer un poco más a los personajes secundarios o si se encandiló tanto en la historia de Fleming y la Petenera, figuras por otro lado apasionantes ambas, que no le quedó tiempo para más. La cosa es que en lugar de ir engarzando las cuentas que va anticipando como hizo con maestría con Mateo Morral; en este caso lo que empieza suelto, suelto queda. Se incorporan y salen personajes sin orden ni concierto y pega finalmente el evento de la taberna como bolsillo de plastón.

En fin que lo lamento. Todo genio escribe algún renglón torcido. Quede claro que el libro no es que sea malo, pero la narración solo se sostiene en la manera genial de contar del autor como algunas pelis solo se sostienen en el actor principal. Y es que los miembros de la prelatura personal de Montero Glez siempre le pedimos al maestro la excelencia. Pero que no que no pasa nada,” que ha sido un momentito solo de bajada y que no pasa nada” que decía el cantautor y que os tenéis que seguir leyendo a monterito como si fuera el catecismo ateo de nuestra religión de herejes. Sí o sí. Leed Polvora Negra, Sed de Champan, Manteca colorá, Cuando la noche obliga o sus cuentos de futbol; admirarle como le admiro yo. 

Disculpas y Amen.


PS-.
1-.Sus artículos políticos, como todo lo que enmierda la política, ya lo dejo al escrutinio y color de cada cual. Lo mismo me pasa con Vargas Llosa no soporto su liberalismo de silicona y sin embargo lo tengo en mi capillita de santos escritores justo al ladico de Montero Glez y Fernando Vallejo con los que tan poco tiene que ver.

2-.Ahora que me doy cuenta, los libros que menos me han gustado de Montero Glez, son los que tienen una “y” en medio. Pistola y Cuchillo; Talco y Bronce y este Carmín y la Sangre ¿es casualidad o un misterio por resolver?

Otras reseñas del autor:
          Cuando la Noche Obliga
          Polvora Negra

sábado, 19 de agosto de 2017

Cambrils


Tinc el cor de la meva infància
amagat pels teus carrers,
els meus primers petons
reflectits en el teu mar
i els meus poemes
encara rimen
amb les tardes adormides
desdel teu port.
Com no plorar avui
en la nit plena de sang
sense raó.





martes, 1 de agosto de 2017

El día de la independencia de Richard Ford. Opinión y Crítica

No comprendo esa manía general que dice que Frank Bascombe representa un retrato del modo de vida americano. No veo nada distinto en Haddam de lo que pueda suceder en Madrid o en Modoñedo. Cuando empiezas a leer El dia de la independencia de Richard Ford te viene inmediatamente a la cabeza el inquietante inicio de la Divina comedia de Dante Nel mezzo del cammin di nostra vita mi ritrovai per una selva oscura ché la diritta via era smarrita.(A mitad del camino de la vida, yo me encontraba en una selva oscura, con la senda derecha ya perdida).Y de eso va el libro, de cuando Frank Bascombe con cuarenta y pico ve a un lado el camino recorrido, el camino de la existencia oscura y en el otro el reto de empezar su vida con los restos que quedan de sus sueños en un baño cruel de inmersión en la realidad.

Si os digo que El día de la independencia son solo cuatro días y nada menos que 600 páginas de la vida de un vendedor de casas este libro no se lo lee nadie. Si digo que es la continuidad de El periodista deportivo y el precedente de Acción de Gracias tampoco creo que gane muchos lectores más. Pero aun así creedme leéroslo. Aunque sigue siendo cierto que de eso va el libro.

En El periodista deportivo Frank me pareció un cretino insensible e insoportable, aquí sin embargo me he metido e identificado en el personaje totalmente lo que significa no tanto que Bascombe haya mejorado sino que, lo que es más lamentable, el que ha empeorado he sido yo. Como dicen algunos medicamentos se recomienda no leerlo en periodos carenciales premenopáusicos (masculinos o femeninos) o quizá sí, porque está bien que en lagunas ocasiones nos peguen un balonazo en la cara que nos salten todos los dientes para espabilarnos y centrarnos en quienes somos y donde estamos. Seguimos pensando en la vida como el juego en el que vamos logrando nuestros objetivos sin darnos cuenta de que “el modo como se nos escapan nuestras vidas es nuestra vida” (Pág. 13).

Hay que tener paciencia, mucha paciencia para leer a Ford. Cada movimiento representa cinco páginas de introspección. En muchos casos el marco es el que define el cuadro, pero ese marco, ese entorno está tan minuciosamente dibujado que requiere de una lectura pausada para que no nos perdamos nada y podamos ponernos en el lugar de Bascombe.

Ford nos dibuja una alegoría de la vida representada en la compra y venta de pisos, Ford nos enfrenta a la paternidad en carne viva, al recuerdo de los días esperanzados de los treinta y pico reconvertidos en la cotidianeidad de los cuarenta. En la dificultad de entendernos los unos a los otros cuando en una relación de pareja la mochila de las palabras ya dichas, pesa lo suficiente como para poder (o creer) intuir las palabras futuras. Nos describe la vida en pareja en el momento en el que follar es más bien la escusa para hablarnos. Hay veces que a Bascombe no se le entiende, pero creo que es porque tampoco se entiende él y nos quiere transmitir esa extrañeza de si mismo.

Los libros de Richard Ford están escritos para releerlos, para subrayarlos. No en una primera lectura donde nos vamos dejando llevar por sus pensamientos y su manera de ver el mundo que le rodea. Los libros de Ford requieren el reposo de esos lugares que vistamos una vez y a los que queremos regresar pasados los años para saborearlos lentamente de nuevo. Ahora mismo empezaría a leerme Acción Gracias el tercero de la trilogía, pero creo que no debe ser. Cuando leo estos libros me acuerdo de las pelis de Antes del amanecer y su secuelas y la extrañeza de leerlos fuera de edad así que refrenare mi instinto a la lectura compulsiva de un autor cuando me gusta.

El día de la independencia es un libro de cuarentismo y vista atrás. Bascombe ya no es el escritor que escribe para poder recordar cuando sea mayor cómo se siente (como hacia en el Periodista deportivo); ahora Bascombe escribe para poder olvidar. Lo que está en el papel ya no tiene que tenerlo presente, ya lo puede quitar de su disco duro, porque escrito está..Si El periodista deportivo era una reflexión sobre la intrascendencia reflejada en una profesión (la noticia deportiva de hoy ya no lo es mañana); en El día de la independencia es lo contrario ese momento de la vida cuando se quiere echar raíces, en teoría para siempre, representado en el oficio de agente inmobiliario, de la compra de la vivienda que nos verá jubilarnos.

Lo dicho leedlo, la traducción de Mariano Antolín Rato en Anagrama es sensacional, no sé si tanto por transcribir con exactitud de otro idioma (mi inglés no llega para valorar esto) como por lo bien escrito que está en español. A mi modo de ver mucho mejor que la del Periodista deportivo y por las diez páginas que me he leído del tercero, mil veces mejor que este.

Buen agosto compañeros!!