En aquel
castillo de papel, convivían los seres más extraños que os podáis imaginar: vivían
cuentistas, nigromantes, cuñados con pretensiones, hacedores de sueños, nueros
y suegras, señores de Jaén; escritores de novelas, charlatanes de mantas, lideres regionalistas en la reserva, y mirones bujarrones de ducha de
cuartel.
Todos juntos
se imaginaban a sí mismos como sabios merecedores de patentes, acreedores de
galones, tertulianos de corchopán y cada mañana debatían con ansiedad de temas
inconsistentes como la salubridad de lo efímero, el ser de lo inexistente o la
lluvia de neón.
Se
retroalimentaban con besos castos en la mejilla al saludarse, insultos al darse
la vuelta y nominas de seis mil. Decían frases como “la gente no sabe apreciar
lo que tiene, osea”; “aquí lo que hace falta es mano dura, sí o no?” o “si
viajarán más sabrían lo que es la pobreza, cáspita!”
Una mañana de
invierno, una de esas en las que la niebla junto al Ebro te amortaja el alma y te reprime el sobrealiento, decidieron repartirse puestos al
azar: nombraron contadores de baldosas, matizadores de amarillos, reportadores
de disidencias y telefonistas del más allá. Todos sabían que su oficio servía
de poco o nada, pero todos sabían igualmente que el silencio era el único
garante de su ociosidad.
Cuando Aquilino Martín logró el puesto de centinela de gabela creyó con entusiasmo que por fin había dejado su vida de indigencia estudiando el código penal. Al principio se pasaba el día
fumando porros apostado en las almenas de la torre mayor. Esperaba a que vinieran los malos vestidos
de tommy hilfiger, como vendrían los bárbaros de kavafis. Pero el mal nunca llega, ni siquiera llegan los residuos de purgatorio,
tan solo entraban y salían los habitantes de aquella casa de orates tabulados
de seis en seis que ponían puntualmente su mirada en la maquina de sonreir. Temió convertirse en el el señor Lino de astas y mastiles Salvaleón (leed "estamos,estamos") y decidió hacer algo.
No os voy a
decir que estuvo bien, porque no estuvo bien lo que hizo. Ya sabéis por otros
cuentos que Aquilino guarda con cariño un AK47 y un libro de poemas dispuestos para hacer justicia social.
Aquel jueves de abril, se puso la careta de ornitorrinco y entró con toda la dulzura
del que se sabe con razón para ajustar cuentas pendientes…
Uy la madre!
ResponderEliminarNo sé tú, pero yo nunca me fío de alguien que tenga una AK-47, aunque se llame Aquilino. Y mucho menos si la guarda con cariño...
ResponderEliminarSaludos.
Es que vosotros teneis que conocer a Aquilino
ResponderEliminarque es un tio sensato y consecuente
aqui os dejo historias de Aquilino
por si quereis saber más de él.