martes, 5 de enero de 2016

Una mañana de diciembre


Anoche se nos quedaron un poco entreabiertos los visillos en esta buhardilla de invierno; hoy se cuela la luz a gritos, esa luz fría y silenciosa del primer diciembre. Te he dejado el desayuno en la mesilla, las sábanas revueltas y los besos húmedos de anoche sobre el tocador y me he vuelto a acostar junto a ti. La montaña al fondo se atenúa por la bruma de domingo y parece un lienzo pintado tras el marco del ventanal.
Te arrebujas todavía dormida, templada y desnuda a mi lado y me susurras restos de tus sueños y de tu silencio. Te miro perfilando los limites de tu boca, tus parpados cerrados y tu lento respirar. Te miro buscando cobijo a esta lluvia interior que me atruena y me empapa en los últimos días de sobrealiento. Me entretengo disfrutando de tu duermevela y juego con los rayos de sol que asoman vergonzosos por el tejado viejo. De repente te despiertas, me miras con tus ojos todavía perezosos y me regalas la primera sonrisa de tu mañana, aun sin hornear.


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