miércoles, 11 de diciembre de 2024

Cuando despierto

Cuando despierto, la nieve cubre el huerto con un manto silencioso, repentino y monótono; esa monotonía blanca que dejan los días cortos cuando el desasosiego pasa y la tensión se afloja. No es exactamente melancolía, sino un despensar lánguido que estira las tardes sin que se rompan hasta llegar a las horas de oscuridad cuando se regurgita en soledad el pasado y las nostalgias por vivir.

Abrí el libro, aquel libro ridículo de caracteres y horóscopos que leíamos a medias en aquellas tardes de mar. Anoche lo arranqué de la balda de arriba de la librería, esas baldas superpobladas de fotos viejas y figuras rotas. En todas las casas sobreviven libros, mudanza tras mudanza, como recuerdos después del vendaval: allí estaba el nuestro, polvoriento y olvidado como sueños de ayer. (Pag 191 Escorpio Mujer)

 “¿Qué será de nosotros dentro de treinta años?

¿Quién leerá estas líneas

cuando solo nos queden la pleamar de las noches y la resaca de los días?”.

Escribíamos los versos a medias primero yo una frase, luego tú la siguiente y las dejábamos escritas en servilletas de papel perdidas en los bares y en páginas impares de libros de biblioteca porque teníamos la esperanza de que con el tiempo alguien las rescataría para uso personal.

“Las brumas difuminarán nuestra distancia

y difuminarán los caminos de regreso cuando ya no nos podamos recordar”

(página 134 al inicio del capítulo Leo enamorado).

Por entonces no follábamos solo nos hacíamos el amor de manera tan profunda que acompasábamos las olas con nuestros alientos. Follar vino luego, cuando te descubría con lágrimas en los ojos al terminar y nunca supe porqué, cuando caías de repente en lo más hondo, cuando me acompañabas en mis viajes por los eriales de mi desilusión. Nunca nos hacíamos preguntas después de follar, las guardábamos para aquellas noches en las que nos hacíamos el amor. Ninguno de los dos las sabíamos responder."Basta de preguntas,chaval, lloro porque sí y porque me da la gana", reíamos.

Qué bien lo pasábamos aquellos agostos mordidos por la caducidad. Cuando veíamos dos miradas que se enganchaban entre nuestros amigos nos guiñábamos un ojo cómplice y cuando se descuidaban les dejábamos en el bolso alguno de nuestros versos a medias. A veces teníamos nuestros accidentes como la vez que lo cogió el padre de Lucas el del bar y pensó que se lo había dejado la madre de Juan. Igual sabiendo como acabaron luego, no les hubiera venido mal hacer caso a aquel mensaje sin matricula.

Lo más divertido es que nadie sabía de lo nuestro por lo que nadie desconfiaba de nosotros. Tu tenías aquel novio mayor y elegante que venía al hotel los fines de semana y yo muchos pájaros en la cabeza sin domesticar. De lunes a jueves me levantaba pronto y me aceleraba para llegar el primero al banco del puerto donde encontraba tu papel dejado de madrugada entre las tablas frente a barcas por calafatear; escribía mi parte y la devolvía al banco esperando enfrente a ver si alguien la cogía. Luego te contaba.

Tu trabajas en la recepción y recuerdo aquella vez que le enviaste el papel doblado y anónimo a aquella señora mayor con una belleza cansada de casi cincuenta que no paraba de llorar todas las tardes. “A veces no merece la pena prolongar lo vivido. Tan solo recordarlo.” la señora lo guardó en su bolso me contaste, miró alrededor con vergüenza y los siguientes días se pidió un trago largo mientras le sonreía levemente al atardecer.

Aquellos dos veranos leímos más de diez libros a medias de autores conocidos y desconocidos; Sepúlveda y sus cuentos de la Patagonia, Plinio Apuleyo Mendoza y sus relatos con Márquez, poetas como Gloria Fuertes o Benedetti… no todos nos gustaban pero teníamos la emoción de descubrirlos a la vez y luego comentarlos y eso era más que suficiente. Luego los devolvíamos a la biblio o los dejábamos en la mesa del bar del hotel llenos de versos a pares. "Nada nuestro, tiempo regalado, sabiéndolo temporal e intenso."

Muchas veces he pensado quien los habrá leído y si les habrán servido para tensar jarcias en la singladura de ir viviendo. No nos digamos adiós, no dejemos rastro, no conservemos fotos, solo versos.

(La niña Acuario 88)

“La gente se quiere guardar las historias de amor en el desván como los libros leídos.

En lugar de regalarlos a los demás.” 

Tras unas horas, aparece un sol mentiroso, la nieve se deshiela y dejo el libro en su hueco para quien leer lo quiera.

3 comentarios:

  1. Para mí, "despensar" es arrepentirse de lo pensado, pero creo que tú le das otro significado, ¿no?

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    1. Para mi despensar, es poner la cabeza lo más en blanco posible, leer en fanático libros y libros e ir quitando las clavijas que me unen con problemas reales o figurados. Despensar, para mí, es una duerte de hibernación.
      Abraaaazos

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  2. Me parece que has escrito algo tan deliciosamente mágico, que da no se qué romper el encanto que has generado diciendo tonterías .. cada poema es una pequeña joya.. la historia en sí lo es , todo .. me voy embobada .. casi de puntillas para no molestar. Jo! gracias .. menuda caricia al alma me ha dado leerte , un beso chiquitín.. así, de pájaro: )

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