Recuerdo de la noche en la que murió mi padre como me hiciste el amor de manera lenta y profunda, como si abrazaras mis lagrimas. Veía mi sexo sumergirse en ti como en un océano oscuro y como un escalofrío intenso subía en forma de tristeza cada vez que entraba hasta lo más hondo de tu cuerpo y de tu silencio. No dijiste nada. Tan solo te sentaste sobre mi dándome la espalda (no podías soportar mi mirada rota) pero con cada viaje a lo profundo supe que era tu manera de decir que lo sentías.
Todo tan lento, arriba y abajo, todo tan suave sin rozar a penas las paredes húmedas de nuestros recuerdos, los momentos vividos con él en su enfermedad serena… y el orgasmo llegó como un nudo en mi garganta y llegó con tu estremecimiento callado, y al tiempo se detuvo la noche fría de aquel febrero. Todavía hoy tengo una erección al recordarlo y un pleamar de lágrimas al leer en el periódico de ayer que tú también te habías ido.
Me ha recordado un par de historias de sexo asociado a muertes.
ResponderEliminarPocas mujeres saben, aunque lo practiquen instintivamente, que el sexo es la manera con la que más fácilmente se consuela a un hombre en duelo.
ResponderEliminarOtras no solo no lo practican, sino que lo califican de monstruosidad. Una pena, y una gran falta de empatía y conocimiento del otro....
Lo has contado magníficamente, me ha gustado mucho.