miércoles, 5 de febrero de 2014

La ciudad donde vivo ha crecido de espaldas al cielo.

Hay algunos que solo conocemos lo urbano, no es una opción, sino nuestra manera de estar en el mundo. Es cierto que a veces tenemos esa extrañeza de mar que nos obliga, como a Ismael, a dejar la ciudad y enrolarnos en aventuras y excursiones de extrarradio, pero eso no empece para que aún así, nos sintamos exiliados cada vez que estamos fuera del asfalto.
La ciudad no es el espacio ni las lindes que la delimitan, es tan solo un nudo de anonimatos, de eventualidades personales; nos empeñamos en querer ver clases, estructuras y vínculos donde solo existen individuos transparentes, solo individuos amontonados y sin nombre. No nos conocemos, andamos sin sabernos. Indiferentes al dolor ajeno como el cuento del chino ¿te acuerdas? si para que tu pudieras conseguir algo, tuviera que morir necesariamente un chinito en Manchuria, ¿aun así seguirías adelante pasando por alto la muerte del oriental a miles de kilómetros para obtener lo que quieres?.
La ciudad se construye y se entiende a través de círculos de indiferencia. ¿Cómo puedo gastarme cinco euros en una cerveza, sabiendo que con ellas salvaría la cena de la casa de al lado? Pues eso, con indiferencia, cerrando los ojos. Parece que solo si el necesitado es conocido la indiferencia sea menor y sin embargo conforme el necesitado se convierte en más anónimo, la indiferencia nos hace más y mas indulgentes con nosotros mismos y la responsabilidad se diluye mientras no veamos la cara al damnificado.
El cristianismo basado en la culpa no puede vivir en el ámbito urbano donde por omisión somos responsables de tantas cosas que no cabrían confesionarios. Cuanta más indiferencia por los demás, más soledad de regreso, el castigo de la soledad por el logro de la indiferencia. Las jaulas de oro, que regalan seguridad a cambio de falta de contacto. Es el anonimato lo que define lo humano en la ciudad. El vecino convertido en una sombra tras el visillo.
Y en esto pensaba el otro día mientras leía el primer capitulo del “El Animal público” de Manuel Delgado (no creo que lea más). El libro habla de darle la vuelta a la antropología haciéndonos el Stewart de la ventana indiscreta, el observador silente de las cosas que pasan. Vidas licuadas que se mezclan sin nombre, vínculos precarios, caras que se cruzan a modo de extra de película con gentes de las que nunca sabremos su nombre. Eso es la ciudad.

7 comentarios:

  1. La ciudad es eso. Un lugar donde esconderte. Trabajas, duermes y vas a comprar. Llevas a los niños al colegio, si los tienes. Quedas con los amigos, si los tienes. Hay cines, museos, miles de bares y restaurantes a los que ir cuando quieres desconectar un rato de la vida.

    Vete una temporada a vivir a un pueblecito (por temporada acepto tres dias y con pueblecito me refiero al típico en el que tienes un bar y una o dos tiendas como mucho, a veces ni eso, sólo el bar. En los que al cabo de un par de dias ya ni te pones el reloj, porque te da igual la hora.) y verás que no te quedan más narices que relacionarte con los demás. Y aunque pudieras vivir sin hacerlo, te dices: ¡Venga,que no muerden, vamos a lanzarnos!
    Qué bonito, ¿no?
    Pues no, al menos para mí. De repente me doy cuenta de que no tengo internet, de que la mitad de los enchufes van a 125V, de que me aburro un montón, de que en la tele no hay canales porque el TDT va de culo, y de que no conozco a nadie más que a mi familia. Y a esos ya los tengo en la ciudad.Y para colmo el bar está cerrado. ¿Qué pinto yo alli?

    Yo soy muy de ciudad, lo siento.

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  2. Pues así lo veo yo también Jatz. Yo sería incapaz de vivir en un pueblo, bueno si es de mar igual lo intentaría, pero solo en ese caso. Yo también soy muy de ciudad pero de barrio, que es como ser de ciudad pero menos.

    Pseudo da muchísimas vueltas para contar pocas cosas.Interesantes, pero pocas cosas.

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    1. Hay barrios y barrios eh! Yo ahora vivo fuera de la ciudad y se está de maravilla. Me doy cuenta cada vez que voy a Zaragoza a ver a la familia, de compras o de paseo.

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  3. Gracias por la "no recomendación" del libro.

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