martes, 2 de enero de 2024

El padre de Blancanieves Gopegui. La responsabilidad individual por omisión de la clase media.

 

La responsabilidad por la humanidad o la responsabilidad por el individuo concreto. La parte de responsabilidad que tenía el padre de Blancanieves por su omisión ante las maldades de la madrastra. La parte de responsabilidad por las consecuencias de nuestros actos en los individuos concretos.

Somos causantes del daño en otros individuos con nuestras acciones escudadas en la institucionalización laboral o familiar. Cuanto daño hacemos con la excusa del rigor. Qué daño causa Manuela con una simple llamada a la empresa del ecuatoriano que le deja la compra unos minutos tarde. ¿De qué es responsable? ¿Puede hacer algo para asumir la responsabilidad? La "renuncia al tener" como instrumento de autojustificación para domesticar la conciencia.

Somos colectivo o somos individuo. La libertad y la identidad del individuo dentro de sus colectivos. El padre de Blancanieves sin nombre, el hermano del discapacitado sin nombre, la clase media sin nombre, la discapacidad sin poner nombre a los discapacitados. La identidad que identifica y diferencia. Qué hace al individuo singular.

El padre de Blancanieves. La responsabilidad individual por omisión de la clase media. La acción irreflexiva (argumentada en la obligación fría institucionalizada)  que causa el dolor en los otros. La capacidad de influir en el cambio, la conformidad del hago lo que puedo. La vida funcionarial del guardia urbano de vivir a procedimiento.

Asumir la responsabilidad de lo grande. Pedir balón. Esa extraña ilusión de querer vaciar el mar a cubos. La sensación de impotencia, de que ya no da tiempo. La mayor edad consiste en verse demasiado viejo para poder darse tiempo. Las obligaciones contraídas y las obligaciones aceptadas que ya no permiten hacer lo que se quiera. La obligación maternal olvidada de Eloisa mientras se corre con su novio siete años menor haciéndole un trabajo lingual entre las piernas.

El colectivo es la suma de sus miembros y es otra cosa. Que potestad tenemos para reprochar a los demás su individualismo. Puede el individuo cambiar el conjunto, es su responsabilidad, tiene esa libertad. O la vida no deja de ser jugar a periodista deportivo (Ford). La intensidad para nada

Goyo y Eloisa; Enrique y Manuela (Susana); Felix y Mauricio Las relaciones entre ellos. Un montón de sujetos corales que vienen y van; un sujeto colectivo que habla como si fuera singular; el proyecto de la spirulina enfangando el relato

Las relaciones laborales y familiares como contexto de obligaciones, renuncias y responsabilidades. Como marco de microtiranias asumidas. De omisiones culpables.

La educación como objeto de negocios individuales subvencionados. No tengo claro si el problema es que la educación sea una empresa o que los profesores sean unos meros trabajadores obedientes como el chofer del ministro, que conduce el coche correctamente sin plantearse el destino. Probablemente las dos cosas.

La empresa delega su tiranía en los micropoderes laborales de las relaciones particulares y grupales. La empresa delega en las microtiranías su injusticia. El logro de que las exigencias se conviertan autoexigencias muchas veces de una trivialidad que solo se percibe desde fuera. ¿podemos hacer otra cosa? ¿Podemos dejar de ser microtiranos mientras soportamos tiranías?

Qué mierda de juego de relaciones estúpidas bajo la gilipollez del rigor y la exigencia vacía. Qué manera de hacernos la vida insoportable los unos a los otros a fuerza de imponer plazos perentorios basados en imperativos difusos e inventados.

Los juegos en los que participamos, Berne, los micropoderes en las relaciones, el daño que hacemos en lo individual, el mal que soportamos a partir de conductas individuales. El humanismo imposible (Castilla del Pino) en una sociedad de individuo social, relacional.

Matamos al individuo construyendo clases, incluyéndolo en entes colectivos que lo ignoran porque lo incluyen. Encerrar a peces de colores en peceras de cristal. Ya le machacaron a Foucault los marxistas, por subrayar que las microtiranías son más fuertes que las luchas de clases.

La asepsia de lo institucional, el sujeto como tornillo del mecanismo. Demasiada culpa al ellos en la opresión, demasiada condescendencia con el nosotros y el yo cuando somos causantes. El funcionario en la institución, el capataz en la empresa, el padre en la familia, la pareja en el amor.

El dialogo entre jóvenes que reprochan la inacción y pasividad de sus padres, adultos que reprochan la inutilidad de la utopía inane, fútil de sus hijos. La decisión y la responsabilidad del acto individual. La responsabilidad por omisión culpable del padre de Blancanieves. La supremacía ficticia que ha asumido la reivindicación sin consecuencias. La reivindicación por la justicia social mundial frente al tendero que genera dos puestos de trabajo. La contradicción de la institución pública que enseña a ser empresario.

Y al final el acto y la decisión individual. La razón de la acción. El sujeto en su cuarto oscuro que construye la bomba orsini para volar por los aires el ayuntamiento y la sede de la patronal. Mateo Morral lanzado la bomba contra los reyes reciencasados y matando sin embargo a una veintena de ciudadanos y trabajadores inocentes. Pólvora negra.

Más o menos de todo esto va el libro de Gopegui, que no me atrevo a recomendar, pero que a mi me ha hecho pensar y que iba a ser el penúltimo de 2023 para convertirse en el primero de 2024.

3 comentarios:

  1. por tu post me dan muchas ganas de leer el libro, pero no quiero entristecer. Los creyentes tienen fácil respuesta a la individualidad. Acaso creemos en la misma los ateos porque la alternativa es inviable para almas liberales.

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    1. De eso va un poco el libro. De subrayar las consecuencias de las decisiones individuales en los demás. Y contradictoriamente la posibilidad de que la accion individual sea relevante en la lucha contra el sistema.
      El cristianismo apostó por la acción individual revolucionaria de un tal Jesús para cambiar la ética del mundo.
      El libro está bien, pero hay un momento que la autora se pierde con la revolucion ecologista que aporta poco.
      Leer a Gopegui, con sus tabarrillss siempre hace pensar.
      Abrazos

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  2. Buena reseña, dan ganas de leerlo. Un abrazo.

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