Un cuento de polis en 1000 caracteres: La reunión de las diez.

No me da tiempo, no me da tiempo. Llegué tarde a la oficina, lo primero que vi, fue el cuerpo de la telefonista ensangrentado en el suelo. Puse el dedo en la máquina de fichar que como de costumbre me señaló quince minutos de retraso, cada día tardan más estos pequeños en vestirse, pensé, ¿Qué le habrá pasado a esta? Salté por encima de ella con cuidado para no mancharme mis zapatos nuevos y fui al despacho a toda velocidad, tenía reunión importante a las diez.

Cuando fui a decirle a la secretaria que llamara a la visita de las once diciéndole que no podría estar, me di cuenta de que yacía descabezada con un tajo en el cuello. Joder, ahora tendré que llamar yo, con lo poco que me gusta. Salí del despacho y fui a ver a los economistas ¡Hostia, todavía no tengo el informe! les grité, y no os lo vais a imaginar… sus sesos se extendían sobre los documentos, dejándolos ilegibles. ¿Como me las apaño yo ahora para limpiar esta mierda? Se lo fui a decir al jefe, que lo conozco y los papeles le gustan despejados como el curriculum de su sobrino cuando entró en la empresa.

En ese momento, D.Miguel, estaba con el director de recursos humanos subrayando en fosfi fucsia los trabajadores que incluirían en el próximo ERE. Me pareció un poco raro, solo un poco, que el de personal tuviera la cabeza entre sus piernas… hasta que me di cuenta del cuchillo jamonero que tenía clavado en la espalda.El jefe oteaba el infinito con mirada perdida. Como tenía claro que no podía estar pensando, deduje: este tío igual está muerto…una gota de sangre me lo confirmó cuando se escurrió desde el astral que le peinaba con raya en medio, en fin, también fue mala suerte que la gota hubiera caido precisamente sobre mi nombre subrayado en ese color amariconao. “¿Nos puede acompañar a la comisaría por favor? me dijo una voz a mis espaldas, le estábamos esperando, llevamos aquí desde las nueve y son ya las diez.”