miércoles, 8 de enero de 2020

El Director: David Jimenez en El lugar más (in) feliz de el Mundo


Cuando fui a escuchar a David Jiménez (El Director) a un encuentro de periodistas al que me habían invitado hace un par de meses la verdad es que no me cayó muy bien. Esto de caer bien o mal es algo que no es ni racional ni explicable, el hombre no hizo nada en especial que estuviera fuera de lugar y, es más, estuvo bastante amable con todo el mundo que se dirigió a él para firmarle el libro, pero no me cayó bien, qué le voy a hacer. El que la charla fuera un publirreportaje deslavazado y con pintas de poco preparado tampoco contribuyó mucho a mejorar la impresión. En fin, que todo llevaba a pensar más en una reunión de periodistas enfadados con ganas de vendetta que a la presentación de un libro. Por si esto fuera poco, se daba la circunstancia de que en el periódico de mi pueblo se acababa de producir un ERE con pintas más que similares a lo que se cuenta en el libro (no sé si estaba avisado) por lo que el ambiente se podía cortar con un cuchillo entre los presentes: por una parte curritos despedidos, por otra autónomos haciendo la crónica a duro la página y por otra directivos y exdirectivos en variada situación laboral tras los despidos.

Y todo esto me ha venido a la cabeza al leer El Director, no he podido evitarlo. Ya sé adorados lectores que esperáis de mí una sesuda divagación laudatoria en forma de reseña y no que me deje llevar por pasiones irreflexivas impropias de mi habitual mesura y genialidad en este blog, pero no he podido evitar ponerme en el lugar de los aludidos (y del resto de la redacción) cuando Jimenez llegó al puesto de director de El Mundo y pensar que a ellos igual que a mi, tampoco les calló muy bien Jimenez y su tono moralinas. Quizás influya que en la ONG en la que trabajo (nada que ver con el periodismo) se dan milimétricamente todos y cada uno de los roles que se describen en El Director y por ello me veía un tanto implicado y pensando que lo que él pinta como traumático se da en todos los sitios sin tanto lloro.

David Jimenez es un escritor que me gustó muchísimo con su magistral libro El lugar más feliz del mundo, una excelente reflexión sobre el ser humano a través de historias derivadas de su trabajo como corresponsal en Asia. (Si no lo habéis hecho, ya tardáis en pedírselo a los reyes magos). Por ello cuando escuché que lo habían nombrado director de El Mundo aplaudí con manos y orejas y me preparé para leer un periodico renovado que antes nunca había sido santo de mi devoción. Además, yo seguía con admiración desde hacía tiempo su brillante actividad bloguera memorable su artículo sobre la mediocridad, (pero también otros muchos) que me había generado altas expectativas de aquel buen periodista convertido en director.

La primera desilusión vino con Papel un suplemento absolutamente ilegible en fondo y forma que se inauguró con la entrega de unas gafas 3d de cartón (ósea más de lo mismo: se regala periódico al comprar juego de cucharas). La segunda su participación en las tertulias radiofónicas que fue absolutamente contraproducente, se destilaba constantemente una moraleja de superioridad moral frente al resto de contertulios como si él fuera el único incorruptible en la profesión de sátrapas que le rodeaba.(Además, era un chapas de cuidado).

Lamentablemente ese es el tono que se desprende durante todo el libro: el de superioridad moral despreciativa al resto de compañeros y la impresión de que a mucha gente (como me pasó a mi) no le cayó nada de bien al tratarlo de cerca. Esto no implica que no tenga razón en su denuncia y que no fuera cuasi heroica (o cuasisuicida) su postura ante los poderosos; no significa que el libro no esté muy bien escrito (que lo está) y que no sea destacable poner negro sobre blanco la corrupción mediática que existe… pero, esa distancia (quizás asiática?) con la profesión, esa borrachera de egocentrismo moralista, esa postura de curica de pescozón y esa falta de cercanía (dizque buscada) con el entorno, le llevaron a morir de soledad y a escribir un libro sobrado de bilis y carente de contacto con la realidad. 

Han sido muchas las alabanzas al libro (sumad también la mía), pero también la crítica. Prácticamente todas las que le han llovido van por el mismo camino. “bienvenido al mundo”, “de verdad no sabías todo eso al entrar ¿Dónde vivías?”, “nadie de la redacción te recuerda como alguien que hiciera algo distinto a lo que han hecho otros”, “no vayas de corresponsal pobre con tu mujer de delegada de grandes marcas de lujo en asia” y cosicas de este pelaje. Recuerdo una conversación con un periodista que lo fue del El Mundo: “toda la gente allí ponía a parir a Pedro jota pero con el tiempo todos los directores y jefes que han sido y serán quieren ser el pedro jota de las exclusivas y eso es imposible Para bien o para mal como él solo hay uno”.

Es un libro entretenido, está muy bien escrito, pero te queda la idea de decirle: “muchacho si quieres hacer tu periódico perfecto porque no creas el tuyo propio” No estoy seguro de que yo fuera el que pagara por él, sin embargo sí que lo haría por recuperar al escritor sensacional de  El lugar más feliz del mundo aunque perdiera al Director del Mundo.

PS_: Quien es quien en El director (aunque realmente, si como yo, no eres periodista no conoces más que a dos: Enlace  Otras opiniones durillas Enlace

4 comentarios:

  1. Yo creo que hay que separar dos cosas diferentes. Una cosa es la situación de El Mundo, que es secundaria en el libro y otra la situación del periodismo en España. Lo que cuenta de El Mundo, lop podría contar cualquiera de cualquier empresa, no tiene mérito. Pero lo que cuenta de relaciones con el poder, con el dinero y con las instituciones de el periodismo en general, sí que me parece valiente e interesante

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    1. El poder político no es que tenga relación con el dinero y los medios, sino que son una misma cosa con distintas caras. Nunca se sabe quien es propietario de quien. Le pueden dejar para que juegue la revista de mi barrio pero el tercer periodico de España hay que ser muy iluso para pensar que puedes hacer lo que te dé la gana, si encima no ganas pasta para tu jefe.

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  2. El artículo sobre la mediocridad lo recuerdo como una genialidad pareja al discurso sobre la democracia de Sampedro.
    El de "El lugar más feliz del mundo" apetece.

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    1. Es un libro muy entretenido e interesante. Igual hasta le doy una relectura.
      En ese blog tiene artículos muy majetes.
      Bss

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