Rescato lo que escribí hace unos años, hace ya cuatro y parece que fue ayer cuando conocimos a Vicente Ferrer en Anantapur. Pasamos en Agra y Benarés el añonuevo del 2006 y luego bajamosa Anantapur.A mis recuerdos les pasa lo que a la foto de arriiba: que los he ido retocando en el fotoshop y parecen un cuadro pintado, en lugar de la foto orignal. En fin, el año pasado falleció Vicente Ferrer y no se porque a estas horas de la madrugadda me ha dado por releer lo que escribí allí. Y esta mezcla de egocentrismo y autosiquiatria que es un blog me empuja a colgarlo.
Un cielo de primaveras, un laberinto de espejos, la luna creciendo, la tierra menguando, hombres como sombras, sombras como niños pidiendo una rupia, direcciones sin sentido regateando sonrisas de seda, prejuicios de tres ruedas esquivando sueños sin comisión. Atención vaca.
Miradas como zafiros y rubíes, una lluvia de polvo, una sonata aclaxonada. Atención mierda, atención muerto. Quiero escapar por el hueco que deja el sol naranja, dioses a diez rupias que me venden reencarnaciones sin garantía. Hindi, hindi no english. El humo y la suciedad se pegan a la conciencia y al pulmón.
A penas tengo aire para llorar. El Taj Majal es un telón. Corten empezamos de nuevo. Dinero con sayos naranjas, moral de botella mejor que del grifo. Titular del Hindustan Times “Occidental se rompe la cabeza contra el techo al levitar en su habitación” Menudo atasco de ripios buscando espacio para avanzar. ¿Sus frustraciones las factura o las lleva como equipaje de mano? Las facturo pero me parece que llevo sobrepeso. Igual le sale caro. Ojo mierda.
Los ojos se arrebujan al amanecer sobre el Ganges. De repente la noche aterciopelada en Anantapur ¿Quién es el actor y quien el espectador en esta borrachera de sensaciones? Cuide señora que la va a pillar la moto de su rutina. El avión al paraíso, digo a la fundación, llegará con una hora de retraso, aquí es normal. En los viajes, las barras de bar de los hoteles soportan al anochecer melancolías como versos de adolescente, confesiones femeninas sin celosía, vergüenzas sin pasmina.
De repente cesa el ruido y suena una canción de niños, un paisaje en calma entre palmeras, la noche que aploma cambia pitidos por zumbar de insectos. La cena no pica en la fundación, pero la pobreza escuece. La aparición tranquila de Vicente Ferrer, mirada de haber luchado batallas perdidas y haber ganado unas pocas. Es cierto que se le escapan al hablar ya los pensamientos igual que a mi se me escapan las lágrimas de emoción cuando estrecha mi mano entre las suyas. Nos regala palabras a modo de escapulario de la Madre Teresa. Una corte de ángeles negros nos sirve la comida y Vicente nos toca como nos tocaban los niños de Jaipur pidiéndonos una rupia de vida, un euro de ilusiones, cien pesetas de acciones ¿Quién es más pobre el que pide o el queda?
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