Ya sabemos que
el liberalismo tiende directamente al oligopolio y que la dictadura del
proletariado se convierte en dictadura sin proletariado y la mayoría de las
veces contra el proletariado. Quizá porque el ser humano siempre confía en que
lo peor no llegue nunca, se acostumbra a vivir en el camino y cree por ello en
el liberalismo imperfecto o en revoluciones populares totalitarias como en esas zonas en el pródomo
de sus sueños y utopías pero lejos, muy lejos de las pesadillas de degradación
de su propia ideología. Porque malo es sufrir las paranoias ajenas pero mucho
peor es caer en la dictadura proletaria o liberal que uno fue el culpable de
instaurar.
Cómo podremos, cómo podrá sobrevivir esa clase media bancaria con ínfulas de liberal la sorpresa de verse
en la calle por los mismos que amamantó en defensa de la libertad de empresa y
la flexibilidad laboral. Cómo se puede pasar hambre en pos de la revolución del
pueblo cuando esos comités proletarios asamblearios y participativos compuestos
de universitarios manos pajillas que no saben hacia qué lado gira un
destornillador te quieren expropiar la bici para comprarse su porcshe. Cómo
plegar señeras cuando los mesías de la patria tienen casa y finca en
Torremolinos con vistas al mar rojigualdo de pescaito y tablao.
No hay signo
de madurez más alto que asumir el desengaño, oración más mística que la
apostasía, ni aventura más atractiva que matar a los héroes que creaste y en
los que creíste en momentos de pensamiento virginal. Al final siempre llueve
hacia abajo y los primeros que se inundan son los sótanos mucho antes que los
áticos con terraza exterior. Ante el desengaño hay quienes se pasan al otro
lado pero ahora en su extremo, hay otros que quieren inundar su frustración con titadine y
amonal, unos pocos tan solo soñamos con cruzar los brazos y conseguir un
espacio personal de sombra en los ribazos de la autopista acelerada.
Pongo las mismas
fotos que hace unos días, pero es que me ronda violenta la imagen de trabajadores peleándose entre sí pintadas en las paredes del barrio oliver de mi pueblo.
Bonito blog.
ResponderEliminarEnhorabuena.
Mil gracias,
ResponderEliminarme he mirado los tuyos
tan bellos y rebosantes de tristeza.
Y me he amigado en uno de los tres
Abrazos.
El comunismo lo abandoné con la invasión de Checoslovaquia. Lo que me afecta, no tanto personalmente sino al ver tantas vidas destrozadas, en mi país y en el mundo, a cambio de que los grandes obtengan cada vez más beneficios, es el neoliberalismo.
ResponderEliminarQué inmensa alegria verle por aquí Sr NaN ¿Cómo va su vida? espero que estupendamente.
EliminarLe recomiendo encarecidamente la entrevista a Anguita que referencio en el otro blog creo que le va a gustar.
https://ordenadoyescondido.blogspot.com/2018/10/angita-y-sabina-como-te-digo-una-co-te.html
Bueno. Un abrazo grande!!
He estado un poco pachucho por un pequeño accidente en la calle que tuve a finales de junio y que me impidió hasta hace muy poco usar el ordenador. No soy de portátil sino de equipo grandote al que hay que ir a propósito.
ResponderEliminarAbrazos
Vaya no lo sabía. Lo siento mucho.
ResponderEliminarEspero que no haya sido muy importante y que ya estés a tope para echar unos vinitos por malasaña.
Abrazos
A tope-tope, todavía no, pero ya salgo y doy paseítos pequeños. Pero no tengo dolores y leo mucho.
ResponderEliminarEstoy leyendo uno de los libros más importantes que leeré nunca y vine aquí para pasarte la información. El hambre, de Martín Caparros, en Anagrama.
Es duro, durísimo, pero el autor ha dedicado muchos años de su vida a recorrer los estados con hambruna, hablar con la gente, estudiar los fenómenos. Mitad ensayo profundo, mitad conversaciones con hambrientos.
El FMI, El BM, la FAO y occidente no están libres de culpa de que los hambrientos hayan pasado de 300 millones a 900 millones. Pero lo importante es ver claramente, y este libro me lo está permitiendo, en qué mundo vivimos.
Bueno. Poco a poco.
EliminarPues tengo pendiente leerme algo de Caparros. Tomo nota de este.
Ahora estoy acabando otro de los tuyos: desgracia de coetze. Para que veas q te hago caso.