De siempre me han gustado esos
conceptos certeros y redondos con los que el finalismo penal define la culpa y
el dolo. “Reprochabilidad personal de la conducta antijurídica” o “la
conciencia y voluntad de realización de los elementos objetivos del tipo”.
Luego viene la religión y enumera las etapas de la confesión como los peldaños
de una escalera que lleva a la redención según su nomenclatura propia: Examen de
conciencia, dolor de los pecados, propósito de la enmienda, decir los pecados
al confesor y cumplir la penitencia. Y es de todo esto de lo que a mi entender
va Desgracia de Coetzee un libro que me recomendó el Sr NaN y que como casi
todas sus recomendaciones guardo en mi lista de deudos hasta tarde o temprano saldarlo.
Un profesor surafricano viejo,
solitario y putero tiene una relación sexual con una alumna jovencísima. ¿Con
consentimiento, atemorizada, con prevalimiento, forzada? son conceptos a los que,
como en casos recientes de manadas, el derecho intenta poner atributos
conceptuales con la petulancia de definir fronteras en las líneas complejas de la voluntad humana. Pero no es
lo central del libro. Lo nuclear es el triple nivel de reproche tras el acto en
el que Coetze se mueve durante toda la obra.
Por una parte el reproche
interior de la culpa subjetiva, en segundo lugar el reproche formal-objetivo de
la norma que conlleva la pena definida legalmente y en tercer lugar el reproche
social que no se conforma con la imposición de la pena sino que se eleva al
reproche social desde la ética dominante que se quiere reafirmar a través de la
exclusión etico-social del delincuente para siempre.
Me gusta especialmente el capítulo del no arrepentimiento durante la
sesión del juicio académico. La sociedad no quieren el descubrimiento de lo
que pasó sino la humillación del acusado relatándolo. Esto hace que una
sociedad moralmente corrupta se resarza no tanto mediante la imposición de la
pena sino con la destrucción social del delincuente (el diferente de Byung en
el recuerdo). No basta pedir perdón, tampoco basta el arrepentimiento, esta
sociedad voraz ansía el cadalso y el paredón e incluso como hacen en otros países
la desaparición social no solo del delincuente sino también de su familia
Después el profesor resulta
víctima de otro delito y aquí Coetzee juega espléndidamente con la doble visión
del delito cuando se ubica en la persona como acusado y como víctima. Y es aquí
cuando Desgracia toma toda su brillantez. Ya no hablamos de una ética social
políticamente correcta, ya no hablamos del woitilismo jualiaoterista de la verdad os hará libres o sea mi verdad os
hará libres o sea el que no acepta mis principios que son la verdad es un
facha; sino que el protagonista como víctima no concibe como lícito la
comprensión que pedía como infractor y aún más ni siquiera concibe como licita
la convivencia con el antiguo delincuente y su reinserción social, no cabe
espacio para el olvido. Ni olvidamos, ni perdonamos. Ahora bien, solo cuando soy
víctima, solo cuando se agreden mis principios éticos no cuando yo agredo los
de los demás.
Hablar de moral, de moral social
y de ética siempre nos incomoda. El concepto de pecado e ilícito siempre nos resulta
una agresión, preferimos no imputar, no buscar responsables y difuminar la
responsabilidad en el hecho social general; preferimos subjetivizar el concepto
de deber antes que una norma objetiva externa lo defina. Por eso este libro
adquiere en ocasiones el valor de bofetada ética. Nos hace darle al coco sobre
las consecuencias de la infracción y
pone en revisión conceptos que en teoría teníamos asentados sobre la pena y la
culpa. ¿Cuando aceptamos el olvido social y personal del delito, la necesidad
de venganza? Prescribe la pena pero no la necesidad de resarcimiento y venganza
social contra el delincuente o depravado que abusó sexualmente de un menor hace
cuarenta años igual que no muere por sí el hijo fruto de una violación. igual
que no resucitan los muertos. Yo ya os anticipo que no tengo claro nada.
En general no me gustan las
personas implacables casi tan poco como aquellas sin principios. En el estado
nos damos un ordenamiento que obviamente tiene detrás unos bienes jurídicos a
proteger cuya selección implica unas preferencias éticas y morales. Esos
principios se pueden adoptar por el consenso o por la imposición de la elite
dominante o gobernante. Lo que estoy seguro es que no me gusta la gente que los
referencia a un presunto derecho natural o una justicia material irrebatible
(esto es lo que llamo woitilismo juliaoterista). Igualmente la sociedad define
unas consecuencias para su infracción, graves, menos graves incluso de pena
capital, pero tenemos que saber que eso es para todos. Podemos darles un tiempo
de prescripción o hacerlos imprescriptibles pero eso será igual para el cura
que violó en el cincuenta y dos, el político que guanteó a su mujer y el
monarca que trincó en los setenta.
Se plantean mil preguntas ¿La
sociedad tiene que dar una oportunidad a la reconciliación en cualquier caso?
¿Debe darla incluso como en Desgracia cuando se exige un pasar página sin que
los culpables hayan recibido todo el castigo previsto? ¿Queremos con la pena
cumplir la norma o queremos más bien una
venganza social contra el delincuente? No sé la respuesta pero sé que en el
caso de que nosotros seamos los delincuentes deberemos aceptar también la
solución propuesta para los demás infractores.
Me asaltan los conceptos: Pena, Medidas
de seguridad, Consecuencias y daños permanentes del delito.
Cumplimiento de la pena,
resarcimiento social, sentimiento de culpa, Pedir perdón, Arrepentimiento, Prescripción
Retribución (ojo por ojo, diente
por diente), aislamiento, escarmiento, reinserción, exclusión social.
En fin un libro para pensar: Dejo
sin comentar el proceso de aniquilación social del personaje, su visión egoísta
de las relaciones sexuales, las relaciones padres e hijos y simplemente no
entiendo el mundo de la opera y novela romántica inglesa que sirve de marco en
este caso por absoluto desconocimiento. El estilo de Coetzee
no me cautiva pero, como
cuando lei Verano, siempre me hace pensar
Del mismo autor comenté Verano
Del mismo autor comenté Verano
Lo has despiezado perfectamente. Es habitual que los libros de Coetzee tengan una sobrecarga de planteamientos derivados deun pensar las cosas.
ResponderEliminarPero por lo que recuerdo, había una historia, una narrativa que me captó e hizo que el día que lo empecé no quise irme a dormir sin haberlo acabado.
Un error impertinente está en la traducción del título: disgracee puede ser desgracia, pero también vergüenza. Me parece probable que esta última debería haber sido la traducción elegida. Aunque el resultado de de los actos también pueden considerarse como una desgracia.
Salud
Hoooola Sr NaN, muuuchas gracias.
EliminarMe quedo más en el mensaje que en la narración la verdad.
Que buen apunte lo de Vergüenza. La verdad es que mil veces más apropiado que lo de Desgracia.
Lo leí y me gustó pero, desde luego, no le doy tantas vueltas.
ResponderEliminarjajajaja
ResponderEliminarPseudo ya deberías saber que el onanismo mental es una de mis depravaciones favoritas tras leerme un libro.
Bss