Berne y Extremoduro para una mañana de sabado

Desde pequeños nos vamos construyendo guiones morales, soniquetes monocordes como moralejas reiteradas que enjaulan nuestra existencia, como si nuestro ángel de la guarda cayera en espiral, como si nuestro deber ser se encasquillara en fijo. Nos recitamos mantras que invocan a dioses imaginarios, letanías iguales que responden a sucesos diferenciados como si diera igual, la frase de mamá convertida en dogma de vida o en inefable estrella de Belén que suponemos nos guiará con éxito hasta un portal imaginario.

Hijo mío en la vida hay que ser… Ellos son… y nosotros somos…hijo mío no olvides que…

se hace costoso despegarse de ellas mientras al mismo tiempo no nos damos cuenta de que les estamos dictando otras, las nuestras, al oído de nuestro hijos con la misma persistencia dañina.

Cargan con nuestros dioses y nuestro idioma,
con nuestros rencores y nuestro porvenir.
Por eso nos parece que son de goma
y que les bastan nuestros cuentos
para dormir.

…y en esas estaba recordando a Serrat, escuchando una canción de extremoduro, pensando en alto, mientras releía un libro de Berne, (el de las caricias no el de los submarinos) cuando al acabar la coplilla escucho en el cuarto de al lado

Papaaaaa pon ota vesss esa cansion que ma gutao muto!!!...

Obviamente era mi pequeño reclamando otra vez el desarraigo de extremoduro… el mayor creo que será más de cantautores (o será también  esto un guion que les voy imponiendo)

La he puesto otra vez, por supuesto (soy un papa blando) esperando que no se quedara mucho con la letra (o si) y sabiendo que todo lo que hacemos con ellos les hace, pero con la humildad también de saber que habrá muchas cosas más que les hagan al margen de nosotros… y soñando que con suerte, les compensará el peso de nuestros dioses y nuestros rencores mal digeridos.

Disfrutad de este pedazo de sonatilla que me presentó el otrora brillante y gran bloguero Juanjo ahora reconvertido en un tuitero ágrafo con tendencias a Bartleby.