Entre estas dos caras han pasado 16 años. La primera es de Iravan que vimos en Singapur con la extrañeza propia de los dioses ajenos y ese aire de superioridad con que nos tomamos las creencias de los demás. La segunda el fin de semana pasado en Sevilla junto a una señora con los ojos arrasados de emoción y un cierto toque de trascendencia disfrazada de incienso.
Me preguntaba mientras veía los pasos sevillanos y los japos estupefactos ametrallando con flashes las imagenes de dioses en burra y virgenes llorosas, la necesidad que de siempre hemos tenido los humanos de ponerle cara a dios. En mi ciudad en donde una estatua de menos de cuarenta centímetros atrae a miles de personas al día no deja de asombrarme la religiosidad basada en la imagen.
Si en nada se cree, nada de todo esto importa. Pero si como en el inicio de El reino de Carrere te empiezas a hacer preguntas con cierta distancia, estas dos fotos juntas son una bofetada de realismo o bien la certeza de que la idea de dios, como en El heroe de las mil caras de Campbell siempre es la misma, pero disfrazado según las modas de cada tiempo y ocasión.
Para mi la religión se vive en la intimidad como un intento de buscar coherencia a lo humano desde un punto más allá, pero (o precisamente por eso) no deja de ser contradictorio lo ridiculo que se nos aparentan las imagenes de los demás y lo normalizado que tomamos postrarnos de rodillas ante las nuestras. No podemos entender un dios sin cara, ni una religión sin narración con moraleja. Tenemos la necesidad de hablar con lo concreto aunque sea de barro o jaspe y nos sentimos demasiado temerosos de hablar con lo indefinido. Los muñecos quitapenas que cantaba Tonxu en aquella canción:
Los muñecos quitapenas
quitan las penas que tengo,
se las cuento muy bajito
y me las curan en silencio,
y debajo de mi almohada
duermen siempre mis muñecos,
y si tengo alguna pena
yo sin ella me despierto.Y yo que nunca creí
en amuletos ni hechiceros,
explicame que hago yo
contando penas a muñecos
quitan las penas que tengo,
se las cuento muy bajito
y me las curan en silencio,
y debajo de mi almohada
duermen siempre mis muñecos,
y si tengo alguna pena
yo sin ella me despierto.Y yo que nunca creí
en amuletos ni hechiceros,
explicame que hago yo
contando penas a muñecos
Pues nada una pequeña reflexión a la entrada de semana santa.
A mi me estupefacta la necesidad de los humanos de creer.
ResponderEliminarEl resto es envidia por la capacidad artística de otros.
No soy yo muy de dioses la verdad
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