domingo, 10 de mayo de 2015

Paris, Diez de mayo de 1995, Real Zaragoza, Final de la Recopa. Yo estuve allí, ¿Cómo lo recuerdo?

Paris es una ciudad gris y sobrevalorada, que siempre me ha dejado frío y mojado y alguna vez, incluso sin cartera. De Paris me gusta recordar la Sacre Coeur y Montmartre y los versos de Vallejo, recalentados por Labordeta, deseando morir en Paris un jueves bajo la lluvia, que ya son ganas.
Pero Paris, salvo que recuerdos futuros contribuyan a rehabilitarla en mi imaginario, estará para siempre pegada a aquel 10 de mayo de 1995 lejos de películas a medianoche y poetas achopados y cerca de la religión moderna futbolera que hace que remontemos nuestras devociones dominicales hacia procesiones más sinceras.
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Aquel diez de mayo, en el Parque de los príncipes, no cabía una sola esdrújula. Por la mañana habíamos tomado en una suerte de comunismo etílico los Campos de Marte en donde se compartían vinos y viandas en una hermandad generosa que para sí hubieran querido los del 68. Y quizá, porque los zaragozanos la arena de playa la buscamos en Salou y en Calafell y no bajo los adoquines, preferimos sentarnos a la vera de un abuelo zaragocista que compartió con nosotros su sabiduría, pero sobre todo, un jamón cortado en lonchas de a dedo que recompuso nuestro estomago maltratado por quince horas de viaje. En justo reporte, le facilitamos al septuagenario unas magras con tomate que no sé de donde habían salido y que forjó ya entre nosotros una amistad indeleble matinal.
Por si algún lector de los territorios peninsulares colindantes, todavía no sabe de qué estoy hablando, me refiero a la final de la recopa entre Zaragoza y Arsenal de hoy hace veinte años, disputada en la France en aquel mayo francés de fin de siglo. Si, si, la del gol de nayim… bueno, es verdad, no voy a hacer spoiler y empecemos por el principio.
Éramos por aquel entonces jóvenes recien licenciados, con un papel recien estrenado en el bolsillo que llenaba nuestro futuro de ilusiones más que de conocimientos . Y como en la vieja disyuntiva alcohol/sexo nosotros generalmente optábamos por la primera (salvo cocodrileos sin importancia) éramos libres como el sol cuando amanece que recitaba el cantor. Esta libertad nos hacia propensos a los viajes religiosos. Es decir, hacíamos  recorrido devoto por el santoral nacional: San Lorenzo, San Fermín, el angel… en busca de vinos que bendecir y vírgenes a las que adorar y junto a ello, seguidores de cualquier equipo patrio desde el baloncesto a la petanca que nos diera razón para viajar.
No quiere decir que el deporte no nos importara, ser abonado más de treinta años al Zaragoza, suponiendo que lo que allí se vea sea deporte, da fe de mi amor por los colores de mi equipo, pero digamos que no era lo más importante. Y así, tras una exitosa final de la copa del filopaquidermo en Madrid, exitosa tanto por el resultado como por haber regresado indemnes, que no siempre era normal, nos juramos a los pies del Calderon reencontrarnos en Paris en la irracional posibilidad de que el Zaragoza llegara a la final de la Recopa.
Pero los dioses, como siempre, se confabulan contra nosotros para llevarnos por el camino del mal y lejos de apartarnos de la tentación, hicieron realidad lo imposible consiguiendo de manera diabólica que el Zaragoza llegara a la final europea.
La organización resultó algo desordenada, ya que en un principio éramos seis y poco a poco fueron cayéndose miembros hasta acabar en dos. Esto, claro está, no hizo que rebajáramos nuestro avituallamiento sino que supuso un reto en forma de calimocho al tener que finiquitar para dos las cantidades de cinco. El segundo problema fue el del autobús, éramos “probes opositores e ignorantes picapleitos” y el avión era impensable, así que nos buscamos al azar un pueblo donde sobraran plazas de bus que comprar y pudiéramos mimetizarnos con los forofos del medio rural (nosotros somos mu roceros). A día de hoy, ninguno conseguimos recordar si eran de Lumpiaque, de Boquiñeni o de Pinseque. (a mi con estos pueblos me pasa como con las mariajoses y las mariajesus que siempre las equivoco ente si).
Hay que decir que de revisión de petate tuvimos a mi abuelo, que en paz descanse, que una vez más me aportó su conocimiento de la vida: Consuelo déjame a mi a ver que llevan estos jóvenes. “Con esa mierda de bocadillos no llegáis ni a la frontera” fue su primera crítica constructiva “Este calimocho esta muy flojo” fue su segunda y sabia aportación, así que como hizo Jesús en Canaán , procedió a acrecentar nuestros pauperrimos dos litros a fuerza de don simon, dando lugar a una cantidad que nunca fuimos capaces de precisar en un garrafón de plástico. A todo ello, sumó una tortilla de patata en una fiambrera de tamaño preconstitucional que empapo hasta el punto de saturación nuestra ingestión de líquidos.
Partimos a horas inconfesables de la madrugada, y enseguida, como era de esperar, confraternizamos con los titulares rurales de la expedición a fuerza de cantos, chascarrillos y otros entretenimientos; y una cosa llevo a la otra hasta el punto de generarse un vacío mnemotécnico en mi, creo que originado por espiritosos de origen agropecuario y legalidad indeterminada que en régimen de trueque habíamos conseguido de los munícipes precomarcales. Quizá por esto, el viaje de quince horas se me hizo nada y quizá por esto, llegamos con una tajada de general Palafox a la patria de Napoleón.
La mañana fue realmente de la que te hace diputado regional, todo bandericas cuatribarradas, jotas en cheso, cantos populares, amistad desaforada, y una suerte de confraternidad conspicua e interclasista llena de abrazos y besos con muchos de los que de habitual hubieras mandado a la mierda. En el culmen del paroxismo un tipo escaló al primer piso de la Torre Eiffel, que está alto de cojones, y colgó una bandera que hubiera movido el aragonesismo hasta de la Lola Flores. Unos cuantos gendarmes hicieron un par de carreras con algún desmandao, lo que daba a la performance un toque 68 muy mono y todos juntos como enfants de la patrie nos dirigimos, prietas las filas, sabiendo que “le jour de gloire est arrivé”.
image Y allí que nos fuimos Carlos y un servidor a la zona Jeune que nos habían asignado en lo más alto del Parque de los Príncipes, allí donde los jugadores se ven con una grandeza tan minúscula que parece humanos, allí donde se veían miles de cabezas de espectadores, tan vacías por unas horas, que dan razón al futbol; allí hasta donde, a falta de quince segundos para el final de la prorroga, llegó un balonazo de Nayim desde centro del campo que cayó a guebo sobre la portería inglesa y Seaman más deslumbrado por los focos, que un gobernante en el poder, se tragó el balón y nos regaló a todos los presentes el orgullo impagable de poder contar a nuestro nietos que habíamos estado allí, que habíamos visto el gol de Nayim en directo, que estuvimos en Paris en la final de la recopa.
Epílogo: Después llegó la ventolera, la hojarasca que todo lo arrastra, enterramos a nuestros abuelos, diluimos nuestras amistades, suspendimos las oposiciones, tuvimos nuestros hijos, superamos la desidia de nuestra ciudad gusanera con nuestras pequeñas alegrías provincianas y al final, dia tras dia, hemos venido construyendo con presentes,  futuros recuerdos, igual que hicimos aquella noche de mayo. Era miércoles y en Paris no llovía o al menos yo no lo recuerdo.