Nunca pensé que vería de nuevo renacer al coronel Aureliano Buendía y mucho menos que lo haría en un pueblo zaragozano y en una historia que se inicia precisamente el año que yo nací. Camino de Sirga es una obra maestra, así, sin paliativos,!!Una obra maestra!!.
Moncada, zaragozano de Mequinenza, escribió en catalán, en el catalán que él hablaba en su pueblo, un libro al que los estudiosos de las tierras vecinas incluyen entre los mejores de las últimas décadas.
Y que…en Aragón, casi no nos da tiempo a reconocerlo ya que le dieron a Moncada el premio de las letras aragonesa tan solo unos meses antes de morir. Como en mi tierra somos como somos y la desidia nos estrangula hasta la asfixia, no he podido encontrarlo en la versión original en ninguna biblioteca pública de la ciudad. ¡Lamentable! Después protestamos de que no nos devuelvan los bienes eclesiásticos de Lérida, y no somos capaces de tener en versión en catalan una joya literaria como la que escribió su autor…zaragozano y catalanoparlante. Ahora renacen debates idiotas sobre si se debe llamar catalán a lo que se habla en Mequinenza y en Zaragoza nos creemos que somos más aragonesistas por hacernos llamar Chusé. En tanto los políticos discuten si son galgos o podencos se nos llevaran la presa como siempre, y por eso el cheso empieza a ser una reliquia y los aragoneses catalanoparlantes se les mira con desconfianza y de reojo.
Pero no hay mal que por bien no venga y así he podido leer una traducción sensacional de
Joaquín Jordá. Tan genial es, que no sé hasta que punto debo achacar la genialidad de las palabras a Moncada o a Jordá. Estoy seguro, por el lenguaje selecto, que no hubiera podido leerlo de tirón en catalán pero me hubiera encantado saber si algunas de las descripciones deliciosas del libro lo son en catalán tanto como en el castellano de Jordá.
Moncada parte de la inundación y la desaparición del pueblo viejo de Mequinenza al modo en que Garcia Marquez ponía frente al pelotón de fusilamiento al coronel Buendía mientras recordaba aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo.
Decir, como hacen muchas sinopsis, que Camino de Sirga es la historia de un pueblo que derruyen para hacer un pantano es una manera poco atractiva de presentar el libro. Moncada lo que hace es ir deslizando cuentos e historias con las palabras precisas y una dedicación artesana, y lo hace en una suerte de juego de bolillos en el que el pueblo no es sino el mundillo en el que se teje la obra. Es de esos libros en los que los personajes van y vuelven de una manera atemporal, y hay un momento en el que desistes al retrojeo empujado por el ritmo trepidante del relato que te empuja hacia delante como la corriente.
Abro y releo que aquel día de 1970 era un ”tiempo amortajado con telarañas de niebla” un tiempo del que crónicas anónimas han recreado con tonos épicos, aquellos primeros crujidos de vigas y jácenas. “Sin duda los testimonios resultaban impresionantes, ahora bien no era esta la única característica que tenían en común; compartían otra quizá insignificante pero bastante esclarecedora de lo que ocurrió aquel día nefasto: todos sin excepción eran absolutamente falsos.”
El libro adopta un tono irónico, no solo de crítica de clase, política o anticlerical que la hay y mucha, sino de crítica hacia esas creencias ancestrales y falsas que hacen que historias poco edificantes desarrolladas en los pueblos, suficientemente sazonadas y reconstruidas por los habitantes se conviertan en el abono para hagiografias de héroes de la patria y nacionalismos edificados sobre la nada.
Carlota de Torres en el salón de las vírgenes mártires, la lúbrica viuda de Salleres, los amoríos, los cuernos, los barcos y las minas, la rivalidades de clase alta junto a los relatos de baja cama. El tiempo como protagonista, las guerras de África, la republica, los bandos, la guerra civil y la postguerra y al final la tecnocracia franquista que les inundó sin respetar señoríos.
Arquimedes o Nelson son personajes entrañables, nobles, arraigados, que van montando sus recuerdos en un realismo mágico hilvanando con historias pasadas y previsiones futuras. Ellos eran patrones de los barcos que bajaban el Ebro cargados de carbón hacia tierras catalanas y que remontaban luego, como remonta la historia desde el pasado hasta el presente a través del camino de sirga.
Las frases son exquisitas, las palabras ciertamente rebuscadas, pero nunca en un tono pedante sino ubicadas en el lugar exacto. En cada página descubres verbos nuevos, sustantivos retraidos, adjetivos que nunca empalagan. El cielo, las estaciones van cambiando “el cierzo áspero y efímero” “las nieblas densas, las lluvias frias” van cambiando el telón de fondo dirigido de una manera trágica hacia el final conocido de un pueblo destruido que desaparece bajo las aguas del pantano.
Leedlo os lo recomiendo encarecidamente, a mi me ha recordado cien años de soledad, y no es una exageración, echare mano de mis amigos de iberlibro y lo conseguiré en catalán para tenerlo. Pero el texto en castellano de Jordá es de una brillantez que me ha dejado en estado de shock y eso que el libro anterior fue “Ultimas tardes con teresa” que me encantó y del que aun os debo una reseña.
Un día, hace tiempo, comentaba en no sé que blog, que me gusta el catalán en poesía, creo que alguien había escrito algo de
Magarit que es un autor que me encanta, podría igualmente haber sido Espriu que también me gusta (
fue en el barullo de suso). Tras una profusa investigación entre blogs viejos en esta cansina y febril tarde veraniega, también he descubierto que fue en el
blog de Teresa cuando de forma primaria e injusta desdeñaba como penosa la prosa catalana en general, ciertamente para ensalzar de nuevo la poesía. Como meter la pata no es una tragedia, sino una oportunidad para sacarla, pedí perdón por mi ignorancia y me apunté las sugerencias que a modo de colleja me facilitó miedoslibres sobre la mejor narrativa en catalán: Entre otras Camino de sirga.
Por razones de trabajo, he viajado bastante por la provincia de Zaragoza. Zaragoza es la cuarta provincia por superficie de España para hacerse una idea de las dimensiones: desde Mequinenza al Monasterio de Piedra hay casi 250 kilómetros y tres horitas de viaje y, por seguir hablando de pantanos, otras tres horitas de Artieda a Caspe que puede ser un eje norte-sur. No puedo decir que me la conozca pero sí que he hecho todo lo posible para conocerla. Es una provincia con muchos pueblos (293 es la cuarta de España que más pueblos tiene) cada uno con su historia. Cual mi sorpresa ignorante cuando descubrí que el libro recomendado poe el amigo bloguero tenía como marco Mequinenza un pueblo que había visitado y en el que tengo algun que otro amigo.
El periódico de mi pueblo sacó este año una edición de autores aragoneses y me enteré de que camino de Sirga estaba entre ellos. Reconozco que fue un flechazo cuando lei la primera página y ya me quedé enganchado. Mire el traductor:
Joaquin Jordá. Intenté infructuosamente buscar una versión en catalán y pero también pensé que es una lástima que algunos traductores queden en segundo plano.