lunes, 30 de diciembre de 2024

Reseñas y apuntes de los 55 libros de un 2024 cabrón y bisiesto

A veces se lee por entretenimiento, otras por curiosidad y otras porque te topas con libros por sorpresa que inicias sin saberlo, sin embargo hay veces que se lee por necesidad, para frenar la ansiedad, para distraer la cabeza como me ha pasado a mi este año.  Hay quien es incapaz de leer cuando llegan días grises, en mi caso es lo contrario, han sido 55 libros a los que doy gracias por empujarme hacia delante este 2024. Os recopilo reseñas a medio terminar, incorporo notas y añado apuntes con opiniones:


El embrujo de Shanghái es un libro de recuerdos y de sueños, si no de qué otra cosa esta hecha la vida. Recuerdos que dan raíz a lo que somos y sueños que hacen llevadero el malvivir. Porque la realidad es apariencia y la verdad un mito que entorpece los deseos; la verdad humilde reconstruida con vidas recreadas en otra parte, países lejanos, Shangháis imaginarios, mares del sur.

La palabra de Marsé engalana, como siempre, las frases en un español sutil, con acento de subsuelo, afilado y peligroso como daga en la pernera. La postguerra sin héroes posibles, con el olor pútrido a gas que queda tras la derrota, la Barcelona de los cuarenta, la España de siempre. 

Allí se dan cita pícaros y muertos de hambre, guerrilleros con todas sus banderas rotas; hijosdeputa a los que les da igual en el lado de la lucha en el que se encuentren porque siempre serán unos hijosdeputa y en general, un sentimiento resignado de revancha pendiente y disconformidad. La locura que linda con lo visionario y el relato hiperrealista que linda con lo onírico dibujado en la pobreza seca y hambrienta que hace medianil con la falsaria historia de este país desmemoriado.

*****

Dos mil veinticuatro ha sido un año privado, del verbo desposeído, que me ha puesto en el alfeizar de la intimidad y del desaliento. Lo laboral sin cobijo con tan solo el refugio de lecturas largas, lentas e intimas que me han permitido que la palabra leída sea el antídoto ante lo incomprensible en este teatrillo de actores mediocres e histriónicos a los que regalo dedicación. A veces dan ganas de compartir todo lo que lees y otras veces tienes un sentimiento de no ser capaz de hacer participes a los demás de tus grandes lecturas. Así me ha pasado con El cuaderno gris de Plá traducido por Ridruejo en un español impecable, sensorial y cotidiano a un tiempo, sensacional de sensaciones, olores, tibiezas y sonidos que hacen de la descripción de una tarde de domingo la aventura más audaz. El cuaderno gris es uno de esos libros grandes, de esos que sobrepasan el concepto de obra maestra para pasar al de mito. Leedlo sin prisa, releedlo sin vergüenza, pero siempre leedlo. Lo mismo con Plinio Apuleyo Mendoza en La llama y el hielo que cuando escribe bien, escribe tan bien que emparenta con su colega Garcia Marquez, nada menos. Leedlo, aunque ya os advierto de que sus libros se han convertido en tesoro de rastro.

******

Los intermedios se llenan de cuentos y poemas. Ráfagas que a veces te ametrallan el corazón y otras pasan de largo. Entre los buenos, los cuentos del primer Pamiés (Infección, por ejemplo que me recomendó la Molinos de pago), buenos también las joyas de Montero Glez en Polvo en los labios y La vida secreta de Roberto Bolaño; sin embargo un poco peores esta vez los relatos de Ernesto Calabuig, Todo tan fugaz, leeros de él  Frágiles humanos que está mucho mejor.

Me da rabia leer obras completas de poetas porque pago por magra lo que me dan de hueso, así Karmelo C. Iribarren que me lo habían puesto muy bien y se me he quedado en la simple simpleza. También he leído, casi al final, uno de los libros primeros de García Montero Luna en el sur que tiene el atractivo de los textos iniciales encontrados entre lo viejo.

Este año, en el que la resaca de tristeza me ha colonizado por el adiós de uno de mis mejores amigos, Miguel, me ha llevado a darle demasiadas vueltas a la muerte, y sobre la muerte va el último de Pedro Andreu; autor que falleció recientemente de ELA y que me honraba paseando de vez en cuando por este lagar de desvaríos. Poeta de minorías del que tengo y releo en papel todos sus libros. De sus poemarios el mejor sin duda es Laura y el sistema. Seguro que seguiré colgando versos suyos por aquí y por allá. DEP

*********

Ya sabéis que he leído a clásicos contemporáneos como el póstumo de Garcia Marquez, En agosto nos vemos, que no es por nada pero me gustó mucho. También me gustó Boquitas pintadas de Puig. No tanto la presunta despedida de Bascombe en Sé mia (creo que Ford seguirá), el de Muñoz Molina No te veré morir (que por cierto, es mi post más leído del año) y el anual de Murakami (este año con Kafka en la orilla) que sin ser malos me dejaron a medio placer como polvo apresurao. Hablando de polvos, no puedo dejar de reseñar el libro Mujeres que follan de Adaia Teruel. No es un gran libro, pero sí es una interesante sorpresa; mujeres que cuentan su vida sexual de manera abierta y que quizás por esta querencia al boyeurismo de celosía que imputo a mi vida colegial con sanjosemaria, me ha sorprendido para bien. Cuenta muy bien la autora no solo polvos, sino vidas sexuales que, disculpen mi misionerismo, me resultan tan tentadoras e improbables en mi praxis, como estimulantes en lo literario.

*********

Os regalo la recomendación de dos pequeñas joyas: una de la autora del infinito Infinito en un Junco (libro que se me hace bola solo de pensarlo) Irene Vallejo y que sin embargo en pequeñas dosis alcanza la genialidad como en El futuro recordado que me he leído este año. Le he puesto la máxima nota en mi clasificación, no os digo más. La segunda joya se la damos a Manuel Alcantara, poeta malagueño amigo de Garci del que os recomiendo la lectura de su prensa y su prosa tanto como de sus poemas. Hablando de Garci (sabéis de mi admiración) leed la colección de relatos Football days te lleva al Nueva York al que ya tengo asumido que no veré (solo soñaré). Don Jose Luis relata magistralmente sus vivencias en el mundial de futbol de los 90 con Michel y señora y Luis angel (gooool de señor) de la Casa en EEUU. Describe cada rincón con sus realidades y sus eruditos entreverados cinéfilos e históricos. Como decía Umbral de Jose Luis Garci “no es que escriba bien, sino que es escritor y de los mejores” Después ya se lía con el futbol franquista sesentero que a mi modo de ver es un poco coñazo.

*************

Y es que a Umbral siempre hay que hacerle caso y entre tanto, leer sus maravillas como la Leyenda del Cesar visionario a medio camino entre libro de historia y novela de orfebre que ubica a Umbral entre mis escritores favoritos. Sigo leyendo mucha historia de la segunda república, pero ya, modestia aparte, con concreciones y finuras gafotas. Le he dado un repaso al mundo ácrata y revolucionario de principios del siglo XX en España, lo que, teniendo en cuenta mi sobrecarga de bilis este año contra lo institucional, me ha puesto a medio segundo de echar mano del amigo Orsini para arreglar cuentas. Angel Pestaña, por Diaz Herrera; la biografía de Maurín de Clavería y sobre todo el repaso a los autores de Talión (revista revolucionaria oscense, disculpen el oxímoron de mis vecinos del norte) que realiza mi excelente profe José Domingo Dueñas y que me ha permitido conocer el origen altoaragonés de varios jabalís, cachorros del león de Graus.

**********

Vamos concluyendo con lo policíaco. Lorenzo Silva y Noemi Trujillo han iniciado (ya llevan tres que he leido) una serie de una poli nacional, Manuela Mauri, que sin estar mal no me llega al corazón (los que somos chamorristas no admitimos la entrada de otra señora en Lorencilandia) Por su parte Eduardo Mendoza es un genio escriba de lo que escriba pero últimamente se dedica a cumplir encargos de editorial que no están ni de lejos a la altura de sus mejores (Tres enigmas para la organización) . Ambos libros, el de Silva y el de Mendoza, son estupendos para comprar en la librería de aeropuerto en salidas, leerlos con avidez y dejarlos al terminar en la tienda de camisetas y souvenirs de las llegadas. Hacen su papel, entretienen el viaje, que no es poco, pero sin más.


Me da rabia despachar con un simple párrafo el descubrimiento de Gomez Escribano. Tengo preparado un boceto de post laudatorio dedicado a él pero no me ha dado tiempo a revisarlo. Me he leído, nada menos que cuatro libros suyos en 2024: Narcopiso, Después de la derrota , Cuando gritan los muertos y Lumpen toreado al alimón con el maestro Gutierrez Maluenda

Sus personajes de bar dimiten desde el principio de su papel de protagonistas y asumen a la perfección su rol de secundarios, son como los grandes secundarios del cine español: Zahera, Ciges, Alexandre... gente de barrio que luchan contra un destino hijoputa de cartas marcadas en el que los perdedores se intuyen desde la primera línea y los ganadores no existen. Novela negra, negrísima, de metaliteratura negra y reflexiones iconoclastas (negras también) contra esta sociedad de corchopán que nos emborracha. Todo lo que me gusta muy bien escrito (en un lenguaje propio suburbano, claro): critica social, tensión argumental y una convivencia con el delito, el sexo y la vida en el sur del sur. Leedlo.

Pues así se ha ido el año lector en este año cabrón y bisiesto, en el que como todos los bisiestos he sacado a pasear a mi Cocodrilo Manuel, pero eso ya os lo contaré otro día.

Para la lista completa con sus valoraciones de los 55 le echáis un ojo a este enlace

Muuuuuaks.

domingo, 15 de diciembre de 2024

Kafka en la orilla. Opinión y crítica ¿Chapuza o genialidad de Murakami?

Este es el primer Murakami que leo del ciclo de los libros odiados de Murakami, porque Tokio Blues, After Dark, El niño sin color o Al sur de la frontera al oeste del sol son para mi excelentes libros íntimos, preciosos y bien escritos (y traducidos al español) en especial los dos últimos. Luego están los cuentos de Hombres sin mujeres, Primera persona del singular,  o El del elefante desaparece que depende de cada cuento pero también se dejan leer cómodamente igual que los más estándar como de qué hablo cuando hablo de correr y de escribir. (ya veis que me he leído unos cuantos).

Kafka en la orilla es otra cosa. Y a nada que navegues por la red descubres esa dicotomía característica de detractores y defensores de nuestro amigo el japonés, enzarzados a brazo partido.

Los viejos lectores de este blog recordareis que ya hice una especie de defensa de Murakami en un post antiguo, pero es que hasta entonces solo había leído los libros cómodos de Murakami, este, sin embargo, es un libro incomodo, desasogante y confuso que a ratos le hubiera puesto en mi clasificación un cuatro de excelente y a ratos un dos de regular que es lo que finalmente le he puesto (no cabe nota media). 

Es una especie de road movie de varios personajes, pero no solo por estaciones de trenes, autobuses y coches a lo largo de Japón como es habitual en nuestro amigo; sino un libro de viajes por la historia personal de los personajes y a fin de cuenta un viaje por las cuentas pendientes de nuestro itinerario vital.

Los personajes están afectados por la violencia como elemento de unión. La violencia en Kafka por via paterna; la violencia de Nakata en su experiencia infantil y la experiencia de la señora Saeki vivida en la muerte de su novio o la profesora y su marido muerto en la guerra. Un poco como aquel 2666 de Bolaño. Y luego un montón de personajes a medio hacer y a medio concluir.

Y la sangre y el sexo que se mezclan a lo bestia como en la imagen de la profesora en la excursión con los niños. Y los personajes se van duplicando entre lo real y lo imaginario como Kafka y el cuervo; como Saeki mujer y niña; como el Nakata víctima y sanguinario. Quizá porque lo sexual y lo violento, sangre y orgasmo forman para Murakami un hilo argumental que justifica la huida por el lado de la violencia y el reencuentro por la vía del mundo imaginario al que se accede por la puerta abierta.

Son personajes en huida (igual que mi añorado Pedro Andreu en el recuerdo con Datrebil) huye Kafka, huye Nakata, huye la profesora y al mismo tiempo personajes que se reencuentran en el plano de lo imaginario en esa imagen de la personalidad a medias, con media sombra, con media sexualidad como Oshima. Hombres huecos, vaciados por un pasado hiriente sin conciliar.

Personajes que se reencuentran como Kafka con su padre y su hermana, como la Sra saeki con su novio Porque durante todo el libro se produce el viaje en doble plano: el viaje de huida en lo real y el viaje de reencuentro en lo imaginario. El pasado del que se huye y el presente de encuentro que se recrea en el imaginario común de los personajes.

A Murakami sin embargo, se le escapan demasiados hilos para hacer de este galimatías un buen libro. El personaje de Sakura, de la profesora, de Hoshino acompañante del señor Nakata haciendo de sancho panza de nuestro quijote japonés, tan loco y tan cuerdo.

Qué sí, que ya sé que es una tragedia de grandes personajes con el final apuntado desde el principio como Edipo y su maldición, el destino, pero se le va demasiado, se quedan demasiados personajes diluidos enmascarados en imágenes de Warhol como Colonel de KFC o el Johnie Walker y otros que aparecen y desaparecen como Oshima y Sakura que hacen de coro al argumento sin terminar de cuajarse. Murakami cae a menudo en el onanismo mental (y físico) y ya no se sabe si es un intenso o un chapucero mezclando historias sin acabar de todo tipo.

Y después lo de siempre en Murakami (y que me gusta): frases ligeras, buen ritmo, referencias musicales y culturales y el amor al libro por encima de todo imaginando bibliotecas como remanso de paz. Sexo, mucho sexo descrito y explícito; algo de historia, mucho de geografía, gastronomía y cultura japonesa y símbolos new age que se dibujan como referentes.

En definitiva es un libro deconstruido, de final difícil o difuso, que se rehace cuando luego lo repiensas y cuando lees comentarios por ahí de distintas interpretaciones, pero que no llega a cuajar en lo compacto. Lo imaginario encaja con dificultad en lo real y todo se embarulla.

Un Murakami al año no hace daño, pero me pensaré muy mucho acometer otro libro de más de 700 páginas del amigo, seguramente o me recomendáis con pasión algún otro de los menos oníricos o en el próximo me iré por la vía de los cuentos.

miércoles, 11 de diciembre de 2024

Cuando despierto

Cuando despierto, la nieve cubre el huerto con un manto silencioso, repentino y monótono; esa monotonía blanca que dejan los días cortos cuando el desasosiego pasa y la tensión se afloja. No es exactamente melancolía, sino un despensar lánguido que estira las tardes sin que se rompan hasta llegar a las horas de oscuridad cuando se regurgita en soledad el pasado y las nostalgias por vivir.

Abrí el libro, aquel libro ridículo de caracteres y horóscopos que leíamos a medias en aquellas tardes de mar. Anoche lo arranqué de la balda de arriba de la librería, esas baldas superpobladas de fotos viejas y figuras rotas. En todas las casas sobreviven libros, mudanza tras mudanza, como recuerdos después del vendaval: allí estaba el nuestro, polvoriento y olvidado como sueños de ayer. (Pag 191 Escorpio Mujer)

 “¿Qué será de nosotros dentro de treinta años?

¿Quién leerá estas líneas

cuando solo nos queden la pleamar de las noches y la resaca de los días?”.

Escribíamos los versos a medias primero yo una frase, luego tú la siguiente y las dejábamos escritas en servilletas de papel perdidas en los bares y en páginas impares de libros de biblioteca porque teníamos la esperanza de que con el tiempo alguien las rescataría para uso personal.

“Las brumas difuminarán nuestra distancia

y difuminarán los caminos de regreso cuando ya no nos podamos recordar”

(página 134 al inicio del capítulo Leo enamorado).

Por entonces no follábamos solo nos hacíamos el amor de manera tan profunda que acompasábamos las olas con nuestros alientos. Follar vino luego, cuando te descubría con lágrimas en los ojos al terminar y nunca supe porqué, cuando caías de repente en lo más hondo, cuando me acompañabas en mis viajes por los eriales de mi desilusión. Nunca nos hacíamos preguntas después de follar, las guardábamos para aquellas noches en las que nos hacíamos el amor. Ninguno de los dos las sabíamos responder."Basta de preguntas,chaval, lloro porque sí y porque me da la gana", reíamos.

Qué bien lo pasábamos aquellos agostos mordidos por la caducidad. Cuando veíamos dos miradas que se enganchaban entre nuestros amigos nos guiñábamos un ojo cómplice y cuando se descuidaban les dejábamos en el bolso alguno de nuestros versos a medias. A veces teníamos nuestros accidentes como la vez que lo cogió el padre de Lucas el del bar y pensó que se lo había dejado la madre de Juan. Igual sabiendo como acabaron luego, no les hubiera venido mal hacer caso a aquel mensaje sin matricula.

Lo más divertido es que nadie sabía de lo nuestro por lo que nadie desconfiaba de nosotros. Tu tenías aquel novio mayor y elegante que venía al hotel los fines de semana y yo muchos pájaros en la cabeza sin domesticar. De lunes a jueves me levantaba pronto y me aceleraba para llegar el primero al banco del puerto donde encontraba tu papel dejado de madrugada entre las tablas frente a barcas por calafatear; escribía mi parte y la devolvía al banco esperando enfrente a ver si alguien la cogía. Luego te contaba.

Tu trabajas en la recepción y recuerdo aquella vez que le enviaste el papel doblado y anónimo a aquella señora mayor con una belleza cansada de casi cincuenta que no paraba de llorar todas las tardes. “A veces no merece la pena prolongar lo vivido. Tan solo recordarlo.” la señora lo guardó en su bolso me contaste, miró alrededor con vergüenza y los siguientes días se pidió un trago largo mientras le sonreía levemente al atardecer.

Aquellos dos veranos leímos más de diez libros a medias de autores conocidos y desconocidos; Sepúlveda y sus cuentos de la Patagonia, Plinio Apuleyo Mendoza y sus relatos con Márquez, poetas como Gloria Fuertes o Benedetti… no todos nos gustaban pero teníamos la emoción de descubrirlos a la vez y luego comentarlos y eso era más que suficiente. Luego los devolvíamos a la biblio o los dejábamos en la mesa del bar del hotel llenos de versos a pares. "Nada nuestro, tiempo regalado, sabiéndolo temporal e intenso."

Muchas veces he pensado quien los habrá leído y si les habrán servido para tensar jarcias en la singladura de ir viviendo. No nos digamos adiós, no dejemos rastro, no conservemos fotos, solo versos.

(La niña Acuario 88)

“La gente se quiere guardar las historias de amor en el desván como los libros leídos.

En lugar de regalarlos a los demás.” 

Tras unas horas, aparece un sol mentiroso, la nieve se deshiela y dejo el libro en su hueco para quien leer lo quiera.