lunes, 23 de marzo de 2020

Aquellos dias del coronavirus (2)

Los dias que siguieron al principio fuimos cada uno la inercia de lo que veníamos siendo y por eso cada uno actuó como hubiera actuado de haber sido todo una trivialidad: los trabajadores siguieron trabajando, los indiferentes siguieron con su indiferencia y los que basan su reputación en hablar como si supieran de lo que desconocen impostaron voces de erudito jugándosela a todo o nada a que la cosa pasaría no más allá de la primavera. Todo fachada, para justificar puestos prescindibles, reuniones interminables en las que se debatían durante horas nimiedades de futuro que quedarían derogadas por la realidad del día siguiente. 

Es cierto que durante el martes y miércoles de esa semana (el 11 y el 12) tuve por momentos la sensación de ser uno de los habitantes que miraban desde el puente la explosión de Chernobil, tan bonita en su atrocidad, tan lejana y a la vez tan cercana en su letalidad; tan ignorantes en su valoración. No me haré el interesante diciendo que yo lo ví, porque no fue así quizás con suerte lo intuí. En aquel momento de jueves mi única preocupación era entregar mis informes antes del dia siguiente en la previsión luego cierta de que la Administración pusiera pies en polvorosa al primer derrote del astado y cerrara sus puertas a la semana siguiente (como por otra parte así sucedió) y me dejara con el culo al aire precisamente en el momento más inoportuno de marejada laboral.

Esos dias, se escucharon en muchas empresas afirmaciones que meses más tarde pudieran haber sentado en el banquillo a quienes las pronunciaron, pero yo creo que no lo hicieron por maldad sino por una mezcla de ese sentido de sumisión al que manda (aunque no te lo mande) que tienen algunos y por otra, porque en determinados puestos técnicos se lleva muchos años jugando al cortapega sin la más mínima aportación propia aunque solo sea un paseo contradictorio por internet. Y como los de arriba decían que era una gripe sin importancia, los sumisos plagiadores transmitieron en charlas y reuniones que a penas si era un catarro con mocos y toses; eso sí, todo ello envuleto en procedimietos y comunicaciones firmadas por varias personas y acaso, el encargo a la empresa de limpieza para que dentro de unas semanas cursaran pedido de algún jabón hidroalcoholico que llegaría con suerte a fin de mes. Todo ello acompañado de una imformación vacua con acuse de recibo y llena de normas que es lo que se suele hacer en salud laboral cuando no se sabe qué hacer.

Los niños dejaron de ir al colegio desde ese viernes y como se oia un cierto ruido de fondo, en algunos sitios ya confirmado, de no ir al trabajo el lunes, el personal no tuvo mejor ocurrencia que largarse a la playa a pillarse unos dias de porque sí y yo me lo merezco.

Ese viernes ya se empezaron a oir toses en los ministerios y yo creo que los de arriba, tuvieron de repente la conciencia de que habian metido la pata como sucedió cuando los del 11M se empeñaron en mantener y no enmendar que las bombas de Atocha tenían nombre de ikastola y no de musulmán. Y como en este pais antes morir que pedir perdón tocaron campanas a rebato y empezaron a correr como pollo sin cabeza dando ordenes apresuradas a sus adlaterres disfrazados de expertos asesores.

Y como a estas alturas queda feo sacar los tanques y ocupar la televisión para dictar monsergas, dijeron que iban a decretar estado de alarma (en diferido como el despido de Barcenas) aunque sus monaguillos protestasen por la decisión centralista de Madrit y la injustificada restricción de los derechos fundamentales del pueblo llano y sostenible... y sobre todo porque no les dejaran cinco minutos de telediario aunque fuera justo antes de los deportes para erigirse en compañeros y compañeras libertadores del neoliberalismo.  Todo ello en una conversación que pudiera ser similar a la que sigue.

- Señor, que me dicen en los hospitales que están llegando muchos neumónicos
-¿Pero no habíamos quedado que era solo una gripe?
- Señor que nos piden de todos los lados que les pasemos respiradores y mascarillas.
-Pues mándaselos. 
-Oiga es que muchos no hay 
-Pues compra. 
-Si señor ahora doy la orden (A la hora) Oigame y disculpe la molestia es que hemos querido comprar y los franceses ya los tienen todos comprados.

 (Puedo afirmar que el miércoles 11, si no antes, Macron habian dado desde hacía dias orden de confiscar toda mascarilla para el sur de europa de una importantísima multinacional).

-Coño, Martinez pues que fabriquen aquí. 
-Sí señor lo que guste, voy a dar la orden (A la hora) -Oigame el señor que es que en España solo hay una fabrica en Conejares del caudillo que fabrica porque todo se compra en China y nunca se ha considerado ese concepto de industrias estratégicas que hay en otros paises, además se lo han prometido a otros
- Pues manda a la guardía civil y se les quita y además sanciona al alcalde del pueblo por mantener el nombre preconstitucional.
-Señor ¿llamo al ministro de industria? igual conoce algún empresario que pueda traer algo de China
-Para que cojones quiero yo al ministro de industria y además los empresarios son todos unos fachas, eso sí por favor llamame ahora mismo al jefe de marketing que va a tener curro. 
-Por cierto que me dice el jefe médico que va a quedar como Cagancho en Almagro después de haber quitado importancia al asunto. 
-Tranquilizalo que ahora vendrá el de marketing a decirnos lo que hay que transmitir al pueblo llano y sosstenible, humor sobre todo que derroche humor y naturalidad, y llama a nuestros medios para que estén al tanto para opinar en las tertulias y redes. 
-¿Les dejamos a nuestros amigos cinco minutos de telediario? 
-Tu estas tonto o qué ¿quieres que no duerma esta noche? 
- Señor que nos la montan y no decretamos alarma 
-Pero tu me has oido? 
- Sí señor a mandar.

Pues igual no fue así como sucedió pero yo me imagino aquellos dias algo parecido.
Viene de cap 1 (Seguirá)

PS.-Fiebre no tengo, toser no toso, pero me pica la garganta mogollón. Sigo a dieta de cerveza y frenadol pero mi grado de hipocondria se ha elevado a 2,8/5

jueves, 19 de marzo de 2020

Aquellos días del coronavirus (1)

Si dentro de unos años me preguntan mis hijos ¿Qué pasó en aquellos dias del coronavirus y qué pensaba yo por entonces? probablemente les dé una respùesta confusa, seguramente ya entremezclada no con lo que realmente siento ahora, sino con la doctrina oficial con la que me bombardearán para borrarme la memoria desde la verdad oficial y la reconstrucción tendenciosa de los hechos.

Es posible que también me influya la conducta que tengan posteriormente los protagonistas actuales y que me condicione la visión de lo que hacen ahora. Es esa tendencia tan asentada en nuestra historiografía de calificar en retroceso: es decir, los que fueron luego malos nunca hicieron nada bueno antes y los que luego fueron buenos nunca hicieron nada malo (o hacemos todo lo posible por olvidarlo).

Lo primero que les tendré que decir es que, al principio de aquellos dias, lo cotidiano, como siempre, robó el protagonismo a lo trascedente: las cuitas laborales, las obligaciones de pasado mañana, las dudas sobre si les estábamos dando a ellos la educación adecuada o preocuparnos por un futuro económico que hacía funanbulismo en el alambre de nuestros cincuenta y monopolizaban todas nuestras conversaciones. Todo tan importante como para no prestar la más mínima atención a que se estuvieran muriendo un puñado de chinos por una gripe mal curada.

Les contaré que estaba muy preocupado por presentar unos informes y unas justificaciones cuyos plazos finaban los 15 de febrero y marzo respectivamente y que requerían no solo de mi trabajo en solitario, sino también el tenerme que pelear con personas que me iban a ayudar tirando a poco y cuya doblez tendría que lidiar con una mezcla de guante de boxeo y seda. Que todo hacia prever un fin de etapa  y que me tendría que reinventar dentro de mi empresa con lo peligroso, pero al mismo tiempo apasionante, que es recalcular la ruta a mitad del camino. Que su madre estaba viviendo un segundo impulso emprendedor como única salida para pasar de una estancia a otra de la empresa por el alfeizar del abismo. Y que ellos, en una inconsciencia atrevida, encaminaban su adolescencia entre la mediocridad escolar y una felicidad tan insustancial como envidiable de aquellos que toman el sol en la playa momentos antes de que se la lleve el tsunami.

Seré sincero, yo nunca pensé que fuera algo más que una gripe jodida. Pero que lo piense yo, no queda sino en mi más absoluta ignorancia, lo que fue más grave es que lo pensaran igual aquellos quienes tienen todos los datos para intentar evaluar con certeza las consecuencias y la responsabilidad para evitarlas. Pero como vivimos en un pais de aficionados, tertulianos de telecinco y juliaoterismo moral, prefirieron elucubrar en su buenismo ideologizado sobre sandeces varias y mi mujer y yo para qué negarlo, carpe diem, optamos por irnos a la playa y hacer un parentesis en nuestro trasiego laboral mientras los bichitos ya volaban por los aires.

Terminé con exito mi trabajo. Tomé constancia de poner fin a un par de decadas. Me peleé a medias, me reconcilié al rato; pasé el check list a mi mismo y a mi entorno y llegué a esa conclusión, que maduro ya desde hace años, de que ni la enfermedad ni la desgracia cambian a la mala gente en buena; pero al mismo tiempo, que merece la pena el riesgo de confiar en las personas buenas que son la mayoría y responden cuando se les necesita. Llamadme primaveras, pero prefiero a quien me agarra de la solapa que a los que andan de canto y sin mojarse; a los que se equivocan al solucionar problemas reales que a los bomberos pirómanos que se inventan problemas para fingir que los solucionan; a los que están en primera fila que a quienes engañan a los inocentes desquiciados para que vayan a guerras imposibles mientras ellos se guarecen en las trincheras. 

Y justamente lo mismo pensaba cuando vi a los medicos hablar por la tele mientras los políticos se escondían. Y recordé al controvertido alcalde Giuliani, que la historia pondrá junto a Trump, pero que en los dias de los atentados lideró una ciudad como Nueva York. Y comparaba y veía como nuestro presidente de corchopán salía con cara de Arias Navarro a decir que íbamos a morir todos. Ahora sí, hace seis días no. Y se envolvía en banderas, patrias y aplausos desde el balcón. El recurso al patriotismo siempre es señal indubitada de que quien nos habla es un farsante.

Y luego vinieron la toma de decisiones a pequeña escala que a veces condicionan las grandes pero otras muchas solo son hojarasca al rebufo. Y de nuevo, pero en pequeño, se reproduce en los juegos y teatros laborales las comedias que por lo alto se escenifican en política y se empezó a subrayar la diferencia entre trabajar e ir al trabajo y muchas anécdotas más... pero de eso ya os cuento en el siguiente capítulo si quereis.

PD-. Sabeis que soy hipocondriaco. Me duele la cabeza y la garganta, no tengo fiebre, no toso, sí que estornudo, me toco el pecho. Pufffffffffffffff la hipocondria se me está comiendo, os dejo, me voy corriendo a tomarme un par de sobres de Frenadol.