Quizás se han empeñado en
vendernos En la orilla de Chirbes como el gran libro de la crisis, pero para mi era
tan evidente que me resultó cansino, tan incisivo que derivaba en lo
reiterativo y tan parcial que se hacia monotemático. Porque al final, la crisis
no es que todo sea una mierda sino que la mierda solo les cae a unos cuantos en
la cabeza, mientras que a otros nunca les llega y se siguen comprando condones fucsia
de Chanel y visten a su perrita de Dior. Y la crisis se define por la
diferencia y porque al final a unos siempre les sale cara y a otros siempre les
sale cruz... hasta que nos damos cuenta, joder, de que su moneda siempre tiene dos
caras y la nuestra siempre dos cruces. Y de eso va el excelente Planeta (disculpen el
oximoron) escrito por Gimenez Bartlett. De eso va Hombres desnudos.
No sé si recordareis al
Pijoaparte y ese devenir entre la sirvienta Maruja y la señorita Teresa; No sé si recordais a mi
amigo el Charolito hijo putativo de Montero Glez, si hombre si, ese que solo se
fiaba de su polla porque era lo único en el mundo que jamás le daría por el
culo. Pues el Ivan tiene mucho de ellos, pero tiene mucho más. Sabe quien es,
cuales son las reglas del juego y nunca se cree algo distinto de lo que el
destino le ha dado. Ahora bien, eso que le ha dado lo explota al máximo y a lo
bestia. En su mismo nivel está Genoveva alguien de la otra orilla, de la de los
ricos, de los pijos, que también saben quienes son y lo que quieren, parece
distinta, pero para mi es tan honrada, tan hijoputamente honrada como el Ivan.
Justo lo contrario que Javier e Irene tan educados, tan suaves que repelen... ricos que quieren
jugar a pobres; pobres que quieren jugar a ricos que para el caso es lo mismo.
Y os preguntareis y ¿por qué
sabes todo esto?. Porque Hombres desnudos podría titularse hombres (y mujeres)
transparentes. Me explico: Gimenez Bartlett apuesta por un juego magistral de
las voces de la novela. El narrador es cada uno de los personajes en primera
persona; como si todos ellos fueran traslucidos y todos contaran la película desde
su punto de vista dejando ver lo que sienten en cada frase. Hacer esto con la
genialidad estilística que lo hace Gimenez Bartlett ya merecería mi admiración
y sería más que suficiente para leer el libro.
No vamos a descubrir ahora a
Alicia Gimenez Bartlett. La creadora de Petra Delicado. Y lo buenísima escritora
que es. Tiene ese estilo de frases cortas que imprime velocidad y ritmo a lo
que cuenta. Juega con un circo a cuatro pistas que hace que cuando estás
entusiasmado con un personaje, te cambie de canal y te pase al otro y estés
deseando terminar éste para retomar al anterior y así sucesivamente (truquitos de las policacas). Yo me lo
lei de un trago, en sesiones de hasta cien páginas. No digo más.
Y como dirían en los avisos
mojigatos de la tele “Este libro contiene sexo explícito” que parece que no
pero también le da su punto a la cosa. Hay sexo, mucho sexo. No es un sexo
pornografico guarro, sino más bien una película de Erika Lust. Ya sé que aquí
mis adorados lectores/as discrepáis sobre si es acertado la denominación de “porno
femenino” a lo que hace Erika Lust, pero al menos lo pretende que es lo mismo
que pretende (yo creo que con más éxito que Lust) las personajes de Hombres
desnudos.
Como crítica decir que es
bastante previsible y que en algunos momentos entra en bucle reiterando cosas
que ya están claras, contando una y otra vez lo mismo y lo que piensan de lo
mismo. A mi entender le sobran páginas y sobre todo en mi opinión les sobran
las cincuenta últimas. Yo hubiera dejado a
Irene bañándose en la fuente y fin (tranquis no es spoiler). Pero esto
de los finales es un poco para gustos y como buena escritora de policíacas a Alicia Gimenez les
gusta más jugar con los finales que a un tonto un lápiz.
Leérosla sin duda. Lo de menos es
el argumento, lo de más como se ve la crisis desde cada lado, desde cada orilla,
no En la Orilla.
PS-. La foto del David la he hecho yo, a mi me encata, modestia aparte. Pero esa será otra historia y otro viaje.
PS-. La foto del David la he hecho yo, a mi me encata, modestia aparte. Pero esa será otra historia y otro viaje.