Si alguno conocéis a Garci (a José
Luis Garci el cineasta) y creéis que es un mal tipo, que esconde a un señor
infame bajo su aspecto amable, que su conversación es impostada y pedante en
lugar de fluida y entretenida como parece; si alguno de vosotros piensa eso y
está seguro porque lo conoce, le ruego que se lo guarde para sí mismo y que no
me lo cuente jamás.
Para mi Garci es y ha sido muchas
de las cosas que a mí me gustaría ser. No tanto lo de director de cine que me
parece de una complejidad imposible, sino todo lo demás. Alguien que,
en un momento determinado y todavía joven, da el salto de la abulia
pseudofuncionarial para dedicarse en cuerpo y alma a lo que le gusta.
Alguien que ha tenido a su disposición las madrugadas de una radio lenta para
hablar, contando cuentos, historias personales, tertulias con sus amigos en
aquellas asignaturas pendientes a las dos de la madrugada en aquella antena3 deradio que puso voz a mis días ochenteros.
Le gusta el boxeo como ya nos
gusta a pocos, es cierto que discrepo, quizá porque a mi me gustan más los
perdedores de los setenta como Joe Frazer que el invicto Rocky Maciano de los
lejanos cincuenta. Pero es lo de menos, como el barbero de
El Crack me encanta
soñar con los recuerdos de un Nueva York pugilístico imaginado que en mucho
coincide con el
Nueva York leído a
Mendoza tiempo después.
Garci, por si no lo sabéis es un
sensacional escritor, casi tanto o mejor que director de cine. Es cierto que a
veces se le enreda la sabiduría con los recuerdos y los mitos con las
realidades y todo se entremezcla entre metáforas personales y su manera de ver
el mundo. Pero es una delicia leerlo. Si no habéis visto Asignatura Aprobada,
conseguidla como sea porque escribe parecido a como hablaba Jesús Puente en
aquellas historias de la radio recitadas a capela mirando el mar de Gijón.
Tremenda por cierto Victoria Vera en esa película con unos deliciosos treinta y
tantos.
Y esa es otra, porque
independientemente de si son buenas o malas actrices, las mujeres salen guapísimas
en sus pelis: Elsa Pataki, Cayetana, Lidia Bosch, Victoria Vera, Maria Adanez,
Belen Lopez, Ana Fernandez… hasta Fiorella me gusta enseñando las tetas en
asignatura pendiente. Y es que Garci también aparenta tener un encanto especial entre ellas. Un "aguililla" diría mi hijo pequeño.
En el último mes me he leído tres
de sus libros (Insert coin, Beber de cine y Querer de cine) y me he comprado
tres más que me voy a dosificar. Si tenéis que empezar por uno, leeros Beber de
Cine donde cada coctel es un viaje a ciudades lejanas y atractivas, a historias
imposibles con mujeres fatales, a películas donde se bebe y se fuma en bares de
trasnoche, a pecados inconfesables soñados y vividos por eso de que el cine es la mentira
más real que existe.
Me encanta como usa y
abusa de los actores sin gastarlos. Landa para mi siempre será Areta, Agustín Gonzalez
siempre será el hostelero Gervasio de
Volver a empezar, Fernan Gomez
El abuelo, Casanova
la esposa de
Las verdes praderas y Fiorella el cigarrillo tras el polvo de
Solos en la madrugada (Ferrandis bueno Ferrandis siempre será chanquete, pero da
igual Alcántara se lo perdona).
Garci es futbolero, también atlético
como el que suscribe, que es una manera peliculera de ser futbolero. En sus
propias palabras “ser atletico es una mezcla de romanticismo y cine negro” Bueno,
es atlético de segunda ocupación porque Garci por ascendencia familiar es del
Sporting como yo soy del Zaragoza (siguiendo con los símiles una película de
terror que no puedes ver y al mismo tiempo no puedes dejar de ver).
Otra cosa que me gusta un montón
de Garci es su capacidad para juntarse en tertulias con buenos amigos que hablen
de todo, que sepan de todo, que beban de todo, (pero siempre bueno) montando
esas tertulias desordenadas que empezaron en antena 3 con Santiago Amon, o ahora
en los Cowboys de Luis Herrero en es radio. Que delicia era escuchar a Gistau con
estos maestros. (Ahora Alsina monta su sucedánea cultureta que no está mal pero
no es lo mismo). Por cierto que estupendo es el libro Gente que se fue de David
Gistau, me lo estoy acabando.
Que delicia poder rodearse de
gente que sepa hablar y escuchar; qué delicia debió ser conversar con el poeta malagueño
Manuel Alcántara al que he descubierto en el sublime prólogo a Beber de cine. Lo
mismo con el malcarado Landa, con el genial Sacristán, con Torres-Dulce o Luis
Alberto de Cuenca del que me gusta tanto escucharle como poco leer sus poemas
que no me gustan nada de nada.
El cine de Garci es lento muy
lento, reconocible. Con diálogos que parecen cuentos y paisajes con rincones que
parecen relatos. De Garci me gustan hasta las que dicen que son malas, estos días
al tiempo que leía sus libros me he marcado un revisado de las pelis que había visto
menos como Watson, Tiovivo 1950 o La Herida Luminosa y a mi me han encantado
como si fuera la primera vez que las viera. (Las de siempre ya les he visto
tantas veces que de vez en cuando me pillo trozos al azar para recrearme) Mi
favorita es Asignatura Aprobada que me consiguió la afamada Molinos y que
guardo como oro en paño en copias y recopias y por supuesto El Crack. (Yo creo
que solo me falta por ver esa en la que sale Paula Echeverria).
En el cine de Garci la cámara
vaga y divaga lentamente hasta centrarse en la cosa. Otras veces se convierte
en un cuadro fijo que aguanta impasible hasta que van entrando los persoajes poco a poco como con vergüenza. Muchas veces la voz antecede a la imagen, otras veces
queda colgada al final de la escena que transiciona o se funde en negro hacia
la siguiente. Esos fundidos en negro tan lentos y característicos que funcionan
como su firma.
Los personajes hablan mucho, filosofan
sobre España y sobre el ser, incluyen marcas comerciales que sirven de muescas temporales, también
remiten a películas e idolos deportivos. En las pelis de Garci los personajes
hablan de cine y de boxeo y de Nueva York y de sueños... sobre todo de los sueños
que se tienen al principio y que la vida va desgastando a la espera de una
segunda oportunidad que permita aprobar asignaturas pendientes y enlazar en
sesión continua hasta volver a empezar.
Las pelis de Garci hablan de
secretos, de viejos amores, de viejas rencillas también; de esa normalidad recién
estrenada de la transición con botes de Colón y televisores Telefunken. Hablan
del amor, un poco de la muerte. Las pelis de Garci hablan de matrimonios y
adulterios, hablan de paternidades difíciles y de infancias por curar; de amores pendientes, de besos por saldar y
de la dificultad que supone el ir viviendo entre emociones y desidias de la
gente normal.
Hay fotografias sepia, algunas en blanco y negro; conventos y hospitales, escuelas con pupitres, detectives con pistola que
juegan con las tres eses de sexo, sentido social y suspense. Da igual que se
encuadren en el Madrid de postguerra, que a principio de siglo XX o que la trama pase en la
idealizada Transición setentera porque Garci siempre habla de lo mismo y al mismo tiempo habla de todo. Me olvidaba la música como un
personaje más. La música clásica como escenario utilizada o reinventada. Que preciosidad las bso de Balboa
en El Abuelo, Canción de cuna o La herida Luminosa.
Bueno me paro que si no seguiré
escribiendo hasta la hora de despertar. Garci para mi es escribir, cine, beber,
digo vivir, quedar con los amigos, hablar un poco de todo, tener un programa de radio de madrugada,
boxeo, futbol, libros, compartir detalles, nueva york, la transición, las tertulias de sabios, cine
clásico, regalar recuerdos rodados en blanco y negro.
Pero, en fin, muy importante, si alguno
lo conoce y no es así, que no me lo cuente.