UNA REPUBLICA SIN REPUBLICANOS: Dos
libros de Chaves Nogales y Clara Campoamor
El único problema de la
república, aunque no pequeño, era que en España tan apenas había republicanos.
Muchos habían luchado por conseguirla, pero a casi todos les sobraba la
república en su deseo de lograr propósitos mayores. Los socialistas querían
conseguir la dictadura del proletariado, los derechones querían conseguir la
dictadura del fascismo, los autonomistas (como ahora) sus estatutos
desigualitarios, algunos militares vieron un buen camino para conseguir en los
despachos los honores que habían perdido en los campos de batalla y los curas,
al sol que más calienta, querían seguir viviendo del cuento metiendo la mano en
el puchero gobernara quien gobernara.
La imagen que nos quieren ahora
vender de que el socialismo fue el mayor valedor de la república es
sencillamente errónea cuando no malevolamente falsa. Por un lado, iban los
republicanos y por otro lado (cuando no enfrente) estaban el sindicalismo socialista.
Por ello si uno no está medianamente leído, le puede resultar tan chocante que
en los dos excelentes libros que me acabo de engullir de dos indubitados
republicanos como Chaves Nogales y Clara Campoamor pongan como chupa de domine la
revolución anarco-socialista de 1936. (A sangre y fuego y La Revolución española
vista por una republicana son dos excelentes libros que retratan
despiadadamente la trastienda del bando rojo tras julio del 1936).
No es aquello de “escusatio non
petita…, aquí nadie está defendiendo la equidistancia, ni tonteces como que el
golpe de estado empezó en el 34 o que la república no fue una democracia
verdadera (pocas lo eran entonces) como defienden algunos en un revisionismo
absurdo. El fallido golpe de estado del 36 lo dieron los militares contra la
clase política española y ellos fueron los principales culpables del golpe de
estado. El porqué un golpe de estado se convirtió en una guerra civil que duró
tres años es otra cosa y no está mal leerse estos dos libros para entender un
poco mejor la cosa. Hay bastantes temas por estudiar para explicar el desastre
español del 36 (…y lo que vino después) como para simplificar dibujando dos
bandos rojos-fachas o relatar la guerra como el ejercito contra el pueblo; no fue el
ejercito contra el pueblo porque el pueblo estaba en los dos lados. Como decía
mi profe de filosofía: donde hay saber hay matiz, donde hay matiz hay
distinción y donde no hay distinción hay confusión". Por eso es tan interesante
leer estos dos libros.
El periodo que va desde el veto
socialista a Martinez Barrio (la noche del 19 de julio) hasta el de asesinato y
desolle del poumista Andreu Nin por el gobierno socialista en Junio de 1937
representa uno de los periodos más despreciables de la historia de España pero también
como muestran los dos libros, el momento en el que lo humano se manifiesta como
más humano. La existencia de dos maldades no compensa la una con la otra: Los
militares colonialistas fracasados en busca de protagonismo , las matanzas del
verano del 36 en la modelo de Madrid (por lo anarquistas) y Badajoz (por los rebeldes
fascistas), el error Giral de armar a los ciudadanos, los paseos nocturnos por radicales
cuando no por venganzas domésticas, tres años esperando la guerra mundial, la
ilusión de ganar una guerra con tirachinas, la indecencia en la toma de poder
por el estalinismo a través del caballo de troya del partido socialista, la
intervención extrajera (Rusia, Alemania e Italia) y la no intervención
extrajera (Francia e Inglaterra), el error de leer la historia al revés, el
error de simplificar y unificar a las derechas ganadoras por lo que vino
después.
¿QUE ERA SER
REPUBLICANO?
Los republicanos propiamente
dichos eran unos burgueses progresistas y liberales, más o menos los que a
principios del decinueve se hubieran llamado afrancesados, eran los verdaderos
por no decir los únicos (y escasos) republicanos que había allá por el 31.
Personas cultas que satinados de una leve capa de izquierdismo (como los
azañistas y los radicalsocialistas) o de señoritismo meapilas (como don Niceto,
Melquiades o Miguel Maura) no podían dejar de esconder un aire de superioridad
sobre las hordas populacheras llenas de sindicalistas, anarquistas y gañanes de
campo.
El pueblo, lo que se dice el
pueblo, estaba currrando o muertos de hambre y tenía poco o nada que ver con
estos señoritos republicanos que eran en muchos casos sus patronos y que seguramente
solucionarían el mundo librepensador pero difícilmente a la clase
obrera ya que sus intereses diferían, cuando no estaban exactamente en contra,
de los de los obreros.
El republicanismo histórico
como pensamiento antisistema contra monárquicos corruptos Es cierto que el republicanismo había
existido en España desde el último tercio del diecinueve, pero ya desde
entonces venía significando otra cosa que lo que nos han hecho (y siguen queriéndonos
hacer creer). En aquel primer intento de república del 1873 ya se caracterizó
por ser una mezcolanza de ideas minoritarias y una jaula de grillos (el que el primer
presidente, don Estanislao, se largara a la francesa mandando a tomar pol culo
a todos sus ministros diciéndoles en fluido catalán estar hasta los collons de
todos ellos, ya hacía presagiar males mayores), pero sin entrar en lo que pasó
en 1873 ese primer conato ya definió un poco lo que sería el embarullado sentir
republicano del siglo XIX.
Ruiz Zorrilla, Pi y Margall o el
viejo Salmerón se empecinaron en aquellos años, no sin razón, más en derrocar
el régimen de la restauración que al rey (que parece lo mismo, pero no lo es),
quien por otra parte, como buen Borbón, estaba más empeñado en echar casquetes
con coristas que en minucias filosóficas y que, no sé si por eso, pronto se fue
para el otro barrio dejando a su mami extranjera al frente del gallinero
nacional.
Pues como os iba diciendo la
república significaba la oposición minoritaria y filosófica al poder
establecido: ser republicano era estar en contra, en contra de la camarilla de
chupapollas que rodeaban al rey, del caciquismo, del encasillamiento desde Madríd
(lacra de nuestra democracia que sigue
presente colocando al más tonto de la capi o al más sinvergüenza como diputado
de provincias) y la política falsaria de curas, centralistas y conservadores
(las tres ces que defendían a la cuarta que era la corona, legitimaría por
omisión de las tropelías de todos ellos), pero esa República ideal era tan solo
una ensoñación, en el exilio parisino en la mayoría de casos, y apoyados por lo
bajinis por una clase media burguesa de provincianos leídos (y hasta los guebos
de los pijos monárquicos de Madrid) que tan solo eran capaces de elucubrar sus
penas entre licores en las tertulias ilustradas o disfrazados de payasos en las
logias del lugar.
Lerroux y los republicanos
radicales “de centro” En estas se produce un acontecer peculiar a
principios de 1900 en el mundo republicano patrio que es la aparición de don
Alejandro Lerroux, periodista sin carnet que vagaba entre lo populista y lo
populachero, lenguaraz, demagogo y también republicano que aposentó sus nalgas
en la “segunda Madrid” ósea en Barcelona del salto de siglo. A Lerroux se le
define antes enumerando sus antis que sus pros. Era señorito pero antiburgués,
obrerista pero antisindical, era anticlerical a muerte (celebre es su esputo
“destruid sus templos, acabad con sus dioses, alzad el velo de las novicias y
elevadlas a la categoría de madres para civilizar la especie”) pero por encima
de todo era anticatalanista personalizando sus ráfagas en la “burguesía
comercial, exesclavista y ultraconservadora barcelonesa” lo que hizo atraerse a
no pocos obreros antiburgueses robándoles clientes a los sindicalistas
socialistas a los que odiaba (y ellos a él en justa correspondencia). Bueno, he
dicho por encima de todo anticatalanista. No es cierto, Lerroux era por encima
de todo Lerrouxista, de sí mismo y de sus ganas de notoriedad y riqueza. Y
también un patán que intentaba disimular su incultura tras sus exabruptos.
Imaginaos a los finolis de Azaña, Alcala-Zamora, Miguel Maura sentados en la
mesa con este tipo. Pero sin duda era carismático y consiguió atraer al mismo
tiempo al provincianismo de señoritos descontentos y a los obreros no
implicados en el sindicalismo revolucionario.
De lo voluble, o inexistente, de
sus principios (el pedrismo no ha sido el primero de la historia) y de su afán por el dinero
dio enseguida cuenta. Los hechos del Cu-cut y el inicio de tiernas amistades
con los piratas patrios de entonces March y Romanones dejaron claro por donde
iba el cordobés. El Cu Cut fue un posicionamiento lerrouxista a favor de los
militares que irrumpieron en un periódico catalanista que los criticaba (su
anticatalanismo le hizo apoyar lo inapoyable y por no ponerse en el mismo bando
de la burguesía catalana fue capaz de ponerse del lado de los paranoicos
africanistas); esta evidente injusticia generó la reacción de todos contra
Madrid formando Solidaridad catalana que lideraba “olé tus guebos” el viejo
republicano almeriense Salmerón. Pues este señor Lerroux era de alguna manera
el representante del republicanismo histórico llamado radical y de orígenes
populistas y anticlericales. Y que luego sirvió de única opción digerible para
todos aquellos antimonárquicos no confesionales que no querían posicionarse en
posiciones sindicalistas.
El republicanismo de
provincias En las provincias la vida siempre se ha movido a su ritmo, y aunque
no lo crean los de la capi, de espaldas a Madrid …y Barcelona, con las filias y
fobias propias de patio de vecinos. Por allí despuntaban, como ahora,
jovencitos que se creían políticos cuando no eran sino lacayos del verdadero
poder de siempre que no es otro que el económico local. Por ello, los partidos
republicanos a nivel provincial solo eran franquiciados de los nombres vacíos
que atildados mandaban en la capital. Como hoy el dueño de la tienda de barrio
está orgulloso porque en el rotulo ponga colaborador de amazon, igual por
aquellos entonces, los intelectuales de casino alardeaban de ser azañistas o
mauristas según soplase el viento o les convinieran a sus intereses
particulares. No pensemos, pues, en partidos jerarquizados sino más bien en
agrupaciones de electores de cada provincia con la marca prestada por los
partidos de Madrid.
Cosa aparte es Cataluña y el País
vasco donde el que fascistas integrales como Maciá, Dencás o el xenófobo
carlistón Sabino Arana sigan siendo referentes para los actuales lideres republicanos
me resulta una de las cuestiones más estomagantes del estudio de estas
comunidades y sus ensoñaciones.
Pues en estas nos encontramos cuando
don Miguel escondió el sable y se marchó para París. Unos herederos del
republicanismo histórico de Salmerón divididos en distintas escisiones, el
populismo de Lerroux, los burgueses madrileños del melifluo Azaña que provenía a
su vez del melifluo Melquiades, los disfrazados de las logias jugando a
carnavales y algunos catalanes que se decían republicanos (algunos más como
antimadrileños que por otra cosa). Por la derecha los liberales que no
soportaban más la camarilla real aunque fueran hijos de ella y los poderes
políticos locales que querían diferenciarse de la derecha meapilas provinciana.
Como veis poquico que ver con las reivindicaciones obreras de metalúrgicos,
mineros, campesinos y ayudantes de taller que nos están queriendo vender.
Bueno voy a colgar ya esta
historia que empezó como reseña y se me ha ido de las manos. Otro rato ya
seguiré con los republicanos en tiempos de la república. Los pobres recibieron en
seis años más palos que una estera vieja (por socialistas y anarquistas) que consideraban
a los republicanos unos manospajillas en justa correspondencia con la consideración
de iletrados jumentales que los republicanos les asignaban en muchos casos también
de manera injusta sobre todo con los segundos..