A los que no os guste Lorenzo Silva y a los que directamente no habéis leído nada de él este post os sobra de titulo a fin. Nadie que no esté ya enganchado a la pareja Vila y Chamorro, como estoy yo, se va a enganchar por este libro.
Ya sé que los Planeta tienen mala prensa… pero hacen su papel. Los Planeta sirven, además de (o principalmente) para decorar la librería del comedor, elevar la altura de la pantalla del ordenador, y hacer millonarios a unos pocos… pero también para descubrir a autores desconocidos. Yo por ejemplo adquirí una de mis adicciones más incurables, la de leer a González Ledesma, a través de Crónica sentimental en Rojo. Pero ya os digo que este no será el caso, este es un libro al que solo los forofos sacarán todo el partido.
(no se habla del argumento, ni se desvela la trama)
La marca del meridiano está, sin duda, entre los mejores libros de Lorenzo Silva. Para que sus grupis nos entendamos, está muy por encima del de los estanques y del alquimista; un poco mejor que la reina sin espejo y a la altura (si no más) del que para mí es su mejor libro: La niebla y la doncella. (del
otro no me he olvidado, simplemente paso). Lo que quiero decir, es que si no has leído los anteriores, no vas a entender lo que para mi es lo mejor de esta novela policiaca, o sea lo que no es policiaco, la vida personal de Bevilacqua y sus amigos, y por qué piensan lo que piensan y hacen lo que hacen.
Creo que estaréis conmigo, en que estos matices son muy difíciles de detectar si no te conoces al personaje desde antes. Y no me gustaría, por tanto, que os llevarais la impresión de película a la que llegáis tarde y os enteráis a medias.
Dicho lo antedicho sigamos en plan redicho… con el tema de la forma y el estilo. Vamos a ver queridos críticos, reseñadores blogueros e ilustrísimas del babelia… el que ponga una sola vez más, una sola, que Silva es un orfebre políticamente correcto, un profesional de la escritura, un escritor aseado o una sandez de este nivel queda desde ya condenado a escuchar hasta la eternidad la obra completa de Leonard Cohen y al acabar, un partido entero retransmitido por Sergio Sauca. Así de duro soy. Silva es un buen escritor de novelas policíacas y tiene su estilo ¡y ya está! (que no es poco) ¿Qué queréis que ponga? “Vila le partió el culo a Chamorro follándosela en aquel motel cutre y ladillero en donde pocos minutos antes, aquel vagabundo destripador de viejas, le había sacado las entrañas a una joven prostituta apenas mayor de edad…” señores..que Lorenzo Silva no es Bukowsky, ni Barcelona es Knockemstiff, ni Vila es Mendez. ya vale con la etiquetica de las narices.
El libro a ratos se hace largo, ¿le sobran páginas? Sí le sobran. Pero es por ese virus Markaris que contraen últimamente todos los escritores de polis al sumergir la novela en la crisis y empeñarse en detallarla con pelos y señales. Oiga, que ya la conocemos por desgracia. El arte está, precisamente, en describir el escenario sin engatusarse con cada uno de los atrezzos. El griego Jaritos es un plasta no traten de imitarlo. Y segundo, a mi no me gusta que la investigación se base sólo en pinchar teléfonos y cuentas de Facebook eso será todo lo real que quieras pero es un coñazo para el lector.
Sin embargo, a mi me ha encantado la relación de Vila con López, polis viejos, con una historia a medio contar, que les hace lo que son y les permite ocultar lo que no quieren decir. También me ha parecido de lo mejor del libro las conversaciones con Consuelo, la esposa del asesinado (no mi mama por si hay dudas), dando cuenta de que hay una edad en la que la supervivencia consiste en mirar hacia otro lado, más que mirar atrás.
Y sobre todo ese encuentro abrupto de Vila con su pasado, con su juventud, con lo que se ha convertido ahora que tiene cuarenta y muchos y ya ha pasado su meridiano. Y del que voy a hacer a continuación otro post dentro de este post.
Porque si, lo que probablemente quiera decir el autor, es que hay una frontera tenue (y a veces sutil) entre el lado salvaje y perdido de la vida y el más aca. Pero, aunque sean elucubraciones mias, para mi no es la línea más importante de lo que se cuenta . (Si queréis ver ese meridiano mejor que este libro leeros el de Javier Cercas Las leyes de la frontera, allí el abogado Cañas, la Tere y el Zarco lo expresan mucho mejor).
Para mi Vila ha cruzado otro meridiano, el meridiano de su vida y él es consciente de ello. Vila no se enfrenta a un asesino, se enfrenta a su sombra que lo persigue, con ese hacerse mayor (y saberlo) y como le pasa al caracol, tener que arrastrar la cáscara de su existencia, sabiendo al mismo tiempo que si se la quita, se muere. Lorenzo Silva borda en este sentido las reflexiones, las hace creíbles y lo policiaco se hace pequeño en comparación con lo personal que describe.
No es la crisis de los cuarenta y la necesidad de autoafirmarse, es mucho más. Si fuera un problema de autoestima probablemente Vila no hubiera dejado escapar viva a Virgi, osea que la amiga Chamorro se hubiera llevado tres o cuatro casquetes sin respirar. (Cosa que por otra parte ella estaba deseando). Es saber convivir con los fantasmas que regresan, (¿os acordáis del
post de hace unos días?), saber que ya no lo puedes evitar ni corregir, pero que tampoco tiene ya sentido recrearlo de nuevo. Saber como Consuelo, que hay cosas con las que hay que convivir para poder vivir. Y que no hace falta engañar a nadie, ni siquiera reafirmarte con un polvo prohibido, si quieres saber quien eres. Esa es la línea del meridiano que unos personajes traspasan y otros no.(recordad el cabo en el suelo cuando os lo leáis como ejemplo del pasado que te aplasta) .
Esto no significa que Vila opte por ser un mojigato, no lo es, lo digo por si hay dudas, de hecho yo creo que hubiera acabado sensacional en un polvo de Vila con Inés que es la poli pureta que mejor comprende a Ruben (pero bueno esto son ya onanismos mentales mios). Lo que quiero subrayar es la descripción sensacional que hace Lorenzo Silva, de cómo Vila se ve envejecer, de cómo se va viendo mayor. Como ve a su amigo el mosso ahora que es jefe, como cada uno ha pasado su meridiano de una forma distinta, como ve a los jóvenes que le rodean, como mira lo que ha sido, sin renunciar todavía a lo que le queda por ser, que es mucho…
Al verlos de lejos a los dos juntos me produjeron una extraña sensación (…) Y no pude evitar sentir que aquella visión era en cierto modo, la estampa anticipada de un futuro no tan lejano. Un futuro sin mi…
Seguía teniendo esa mirada un poco triste y un poco soñadora, como de niña en las nubes, pero la mujer que estaba allí ya no era la veinteañera que me había descubierto que el amor era un mundo fuera del mundo.
…todo esto le pasa en este libro, a nuestro amigo Ruben Bevilacqua.
La marca del meridiano habla de la madurez, de hacer una tregua con el pasado para poder vivir con dignidad el presente, pero eso sí, sin olvidarlo porque lo que haces te hace y eres, a fin de cuentas, el resultado de asimilar, con mas o menos dignidad, lo que has hecho.
Y en fin, como López, madurar es también saber que hay zonas que deben quedar en la sombra si no quieres asumir riesgos innecesarios, cosas que solo puedes contar a la persona que verdaderamente quieres en un atardecer templado a la orillla del mar, como hace Vila.
Es quizá entonces cuando tiene sentido esa frase final que nos quema a la gente de tierra adentro. Esa frase que significa arreglar cuentas pendientes, rescatar recuerdos dejados en prenda un septiembre lejano.
Te dejo amor el mar en prenda, guárdamelo hasta que volvamos a vernos. Te deix amor, la mar com a penyora.
Y que resume este buen libro de Lorenzo Silva.