Hoy nos comunica nuestro amado alcalde que a partir del año que viene, el treinta ya no circulará más. Parece ser que no quiere que nadie ensombrezca las vías de su estrenado ibertren. Y bueno, yo creo que se merece, (el treinta no el de las barbas), cuatro líneas de este blog en consideración a lo que significó esa línea de bus en nuestra infancia y adolescencia de niños segregados.
Para empezar hay que decir que el treinta era el único medio de transporte que llegaba hasta las puertas de mi cole, cole como es sabido, de novena y casa retiro. Iba de Las Fuentes a Casablanca (no diréis que no tenemos barrios con nombres bonitos en mañilandia: Delicias, Ciudad jardín, Valdefierro, La paz, Almozara, Montemolín… una preciosidad) y entre tanto recorría el centro rescatando a mocetes y mocetas de carpetas forradas con la revista gigantes y recortes del superpop.
El treinta me trae, retrae y contrae, no puedo evitarlo, recuerdos segregantes de esos tiempos felices, como cuando nos mandaban a una fila a los que cogíamos el bus del cole y a otra fila los que iban por su cuenta en “el treinta”. La gente que iba en el treinta era como distinta, más independiente, llegaban a clase tras el recreo del mediodía con los bolsillos llenos de flashes de naranja (mis favoritos), cromos sin abrir y tebeos recién comprados en la tienda de arriba a la que, ni en broma nos dejaban escapar a los que nos quedábamos a comer. Éramos los del comedor y ellos eran los del treinta.
Después fuimos creciendo, y la parada del treinta se convertiría en ese lugar mítico en el que las chicas del otro colegio segregado se subían perniciosamente su falda tres cuartos a medio muslo a base de dobladillos mal disimulados a la altura de la cintura. Da igual que fuera como un camión de tocinos apretujaos lleno de adolescentes onanistas de granitos blanquecinos y niñas extrañadas de su primera menstruación; da igual que casi no pasara nada más allá de tres miradas y cuatro palabras, lo importante era que, cuando empezamos a ir a bares con música alta, los que iban en el bus urbano saludaban “a anita o manolita que las conocían del treinta” y los que íbamos en el tres a sanjosé nos moríamos de la vergüenza solo de decirles hola. Esa eral la diferencia entre ser del treinta o del bus del cole.
Ya sé que los que estáis en contra de los coles segregados os estáis llenando de razones con todo lo que digo, y pensáis en nuestra infancia cruel y pajillera con más sotanas que faldas, pero yo no lo recuerdo así (lo de las sotanas digo). La verdad es que no participé de una adolescencia de ligues cogiditos de la mano, de rollitos en lo oscuro, ni notitas en el estuche, pero sinceramente tampoco lo echaba en falta. Antes de los quince estaba en otro mundo y después, cuando se pudo, tampoco subía a tomarme bocadillos al bar de moda para charrar con las chicas, sino al de al lado donde los bocatas eran más grandes ( al que por cierto luego fueron migrando el grupo de jovencitas de mejor ver ¿seria por nosotros?).
Recuerdo los dieciséis, como esos años en los que para mi las bicicletas empezaron a ser para el verano y en invierno me entretenía rayando en el pupitre las letras de las damnificadas estivales a modo de recuerdo (manía de hacer esquemas de todo), de repente, casi sin quererlo, me hice empollón, sonambulo nocturno y soñador de atardecer. Recreaba historias mirando por la ventana de la clase alta desde donde se ven los ponientes más bonitos de la ciudad y recuerdo aquellas tardadas con una especie de dulzura sepia. Por entonces que empecé a escribir poemas y cuentos.
Y que curioso aquellos ripios, babosos a mas no poder, me los empezaron a pedir con fines aviesos y contra todo pronostico, aquellos amigos del treinta que ya crecidos por aquellos tiempos, empezaban a festejar en serio mientras yo ni me lo planteaba.
Nunca participe en ritos colectivos de apareamiento, mientras pude nunca dejé de ir en el tres, mientras pude opté por ir hablando con mi amigo miguel durante tres cuartos de hora interminables hasta llegar, mientras pude nunca fui en el treinta.
He decidido algo, por las cositas que he ido leyendo, eres de ese pequeño grupo en el que no importa de lo que escriban, se disfruta todo porque lo importante es como escribes no el tema, leerte es un placer y no digo más.
ResponderEliminarUn beso
Lo mío fue con el 24 y el 36, Delicias-Valdefierro... Cuando pude dejar el bus del cole e ir yo sola en el bus rojo, qué mayor me sentí, jeje... Aunque siguiera quedándome en el comedor, hasta que salí en 8º.
ResponderEliminarQué recuerdos los del bus urbano, ahora cuando voy a "casapadres" casi no sé qué autobús tengo que coger para ir al centro, ni mucho menos me manejo con el tranvía.
Un besico!
Nunca cogí (bueno, si hay alguien de latinoamérica leyendo, disculpas) el 30, pero más importante, tus párrafos de descubrimiento de colegialas con faldaplisada me resultan completamente anacrónicos. Leyéndolos, me transportas a un mundo q no era el q yo crecí, sino en el q creció otra generación. Nosotros éramos de los 80 y esto a mí me suena rancio.
ResponderEliminarPor supuesto, la memoria nos juega (buenas/malas) pasadas. Tú estás reescribiendo una infancia-adolescencia q, ahora, la ves así. Yo no la veo así.
Pero claro, mi colegio, con tantos pajaritos q cantan bien, debía ser mucho menos rancio q el tuyo.
di
Perdón.... ritos colectivos de apareamiento? jajaja
ResponderEliminarLos falshes de naranja eran los peores! jajaja Y ayyyyyyyy el 30! la de cosas que pasaban en el 30! ;P
ResponderEliminarInma muuuuuuchas gracias mi ego se va engordando con tus palabras casi hasta llegar al volumen del de sanchez dragó...(bueno no tanto no)
ResponderEliminarSweety el 24 también es un autobús con historia, tan largo que uno puede leerse una trilogia desde el principio al final del recorrido (cochinas la de grey nooooo!) Y más vale que te vayas estudiando el nuevo mapa porque no han dejado ni uno igual.
MMNN a ver si hago un post sobre ritos de apareamiento en los coles de niños bien...porque tiene tela.Igual Di puede aportar algo porque tuvo sus experiencias ¿verdad doctora?
Speedy el 30 en sevilla donde lleva?? yo creo que es el triana- Los palacios ¿no? no no que es el de doshermanas.
A ver Di... juro por snoopy y si no que se mueran los hombres G que las niñas del cole segregado femenino se doblaban la falda para dejarsela tipo minifalda cuando salian del cole... las lectoras cobardes de esos coles que respiren y no me dejen por mentiroso.
No es por ofender pero de los 80 han pasado 30 años, no es que suene rancio sino que igual lo es.
Anecdota de autoflagelación al hilo de lo del verbo coger en latinoamerica
ResponderEliminarAndaba por buenos aires en un taxi cuando solté la siguiente frase al compañero taxista:
"A mi me madre no le gustan los perros de tienda, ella prefiere cogerselos en una perrera"
El taxista casi muere de la risa!!!
Por un momento al mirar el título he pensado en el bus 30 de la capital del reino.
ResponderEliminarYo también estuve en un colegio segregado (creo que no había otros) lo cual agradezco porque es sabida que la inteligencia femenina es superior a la masculina en cualquier edad y así me ahorraba vergüenzas en las preguntas orales...ehh...uumm..no la sé.
Sin embargo mi adolescencia sí que fue de mucho ligoteo y tonteo al tener enfrente de mi cole el glorioso instituto, entonces femenino, Beatriz Galindo.
Por cierto las colegialas (o por lo menos algunas) siguen haciendo lo mismo de toda la vida arremangándose la falda (comprobado en sede familiar).
Qué cosas...yo y todos mis compañeros ibamos al mismo colegio, público, mixto, y aparentemente laico.
ResponderEliminarA veces el cura nos subía en su vespino. Depende de lo tarde que estuvieras llegando.
Gran post, sí señor. Bien escrito y d permite hacerse una idea.
ResponderEliminarA mí me llevaba mi madre de la mano hasta el día que cumplí 5 años y exigí dejar de pasar esa vergüenza y la obligación de tener que pegarme tres veces cada día para defender mi hombría.
Desde entonces, 15 minutos andando para ir y hora y media para volver por la tarde.
PS: en aquellos tiempos había tranvías: no existían los autobuses urbanos. Solo los jesuitas, que estaban fuera de la ciudad, tenían autobús escolar.
Jota ¿También teniais treinta en la capi? Y yo porque tenia en la cabeza que tu eras valenciano???
ResponderEliminarTita ¿que era una vespino con sidecar por que si no iriais un poco preticos no?
Gracias maestro, aunque hay alguna de esas frases ensortijadas de borrachera de subordinadas y parentesis explicativos...
Sr NaN en mi pueblo han rescatado los tranvías. Sobre en qué momento debemos dejar de besuquear a nuestros niños en publico es un buen tema para otro post.
Me hace gracia esto. Nunca me gustó el bus público: cuando dejé de ir en la línea del bus escolar fue para subir caminando -que era lo bueno, el ejercicio de autonomía- por Calvo Sotelo (luego Gran Vía), Fernando el Católico y finalmente Isabel la Católica y Cardenal Gomá. Nunca me dejaron traer la moto a la ciudad. Y si, las chicas se subían el borde de la falda. Hasta las de Sansueña.
ResponderEliminarY mi Colegio no era rancio. Más bien todo lo contrario
*
ResponderEliminarYa puestos en harinas de nostalgia, podrían instalar en el jardín de nuestro "cole segregado", un bus del 30 junto al viejo tranvía.
ResponderEliminarSaludicos de su compa de pupitre, viejo abonado del 30. Que si tuvo amores con las del cole segregado (y residentes en el barrio Casablanca).
Yeiii artista polaco!!! que alegriaaaa verle por aqui sin sucumbir a las corrientes independentistas!!!
ResponderEliminarEl tranvia lo regalaron los muy cenutrios y mira ahora vuelve a estar de moda...
ciudad pendular la nuestra!!
Me paice raro que el compañero viveiro no entre por aqui para contar sus lamentables tentativas en el otro colegio segregado!!!