domingo, 28 de octubre de 2018

Desgracia de Coetzee o una reflexión ladrillo sobre la culpa y la responsabilidad.



De siempre me han gustado esos conceptos certeros y redondos con los que el finalismo penal define la culpa y el dolo. “Reprochabilidad personal de la conducta antijurídica” o “la conciencia y voluntad de realización de los elementos objetivos del tipo”. Luego viene la religión y enumera las etapas de la confesión como los peldaños de una escalera que lleva a la redención según su nomenclatura propia: Examen de conciencia, dolor de los pecados, propósito de la enmienda, decir los pecados al confesor y cumplir la penitencia. Y es de todo esto de lo que a mi entender va Desgracia de Coetzee un libro que me recomendó el Sr NaN y que como casi todas sus recomendaciones guardo en mi lista de deudos hasta tarde o temprano saldarlo.


Un profesor surafricano viejo, solitario y putero tiene una relación sexual con una alumna jovencísima. ¿Con consentimiento, atemorizada, con prevalimiento, forzada? son conceptos a los que, como en casos recientes de manadas, el derecho intenta poner atributos conceptuales con la petulancia de definir fronteras en las líneas  complejas de la voluntad humana. Pero no es lo central del libro. Lo nuclear es el triple nivel de reproche tras el acto en el que Coetze se mueve durante toda la obra.

Por una parte el reproche interior de la culpa subjetiva, en segundo lugar el reproche formal-objetivo de la norma que conlleva la pena definida legalmente y en tercer lugar el reproche social que no se conforma con la imposición de la pena sino que se eleva al reproche social desde la ética dominante que se quiere reafirmar a través de la exclusión etico-social del delincuente para siempre.

Me gusta especialmente el capítulo del no arrepentimiento durante la sesión del juicio académico. La sociedad no quieren el descubrimiento de lo que pasó sino la humillación del acusado relatándolo. Esto hace que una sociedad moralmente corrupta se resarza no tanto mediante la imposición de la pena sino con la destrucción social del delincuente (el diferente de Byung en el recuerdo). No basta pedir perdón, tampoco basta el arrepentimiento, esta sociedad voraz ansía el cadalso y el paredón e incluso como hacen en otros países la desaparición social no solo del delincuente sino también de su familia

Después el profesor resulta víctima de otro delito y aquí Coetzee juega espléndidamente con la doble visión del delito cuando se ubica en la persona como acusado y como víctima. Y es aquí cuando Desgracia toma toda su brillantez. Ya no hablamos de una ética social políticamente correcta, ya no hablamos del woitilismo jualiaoterista  de la verdad os hará libres o sea mi verdad os hará libres o sea el que no acepta mis principios que son la verdad es un facha; sino que el protagonista como víctima no concibe como lícito la comprensión que pedía como infractor y aún más ni siquiera concibe como licita la convivencia con el antiguo delincuente y su reinserción social, no cabe espacio para el olvido. Ni olvidamos, ni perdonamos. Ahora bien, solo cuando soy víctima, solo cuando se agreden mis principios éticos no cuando yo agredo los de los demás.

Hablar de moral, de moral social y de ética siempre nos incomoda. El concepto de pecado e ilícito siempre nos resulta una agresión, preferimos no imputar, no buscar responsables y difuminar la responsabilidad en el hecho social general; preferimos subjetivizar el concepto de deber antes que una norma objetiva externa lo defina. Por eso este libro adquiere en ocasiones el valor de bofetada ética. Nos hace darle al coco sobre las consecuencias de la infracción  y pone en revisión conceptos que en teoría teníamos asentados sobre la pena y la culpa. ¿Cuando aceptamos el olvido social y personal del delito, la necesidad de venganza? Prescribe la pena pero no la necesidad de resarcimiento y venganza social contra el delincuente o depravado que abusó sexualmente de un menor hace cuarenta años igual que no muere por sí el hijo fruto de una violación. igual que no resucitan los muertos. Yo ya os anticipo que no tengo claro nada.

En general no me gustan las personas implacables casi tan poco como aquellas sin principios. En el estado nos damos un ordenamiento que obviamente tiene detrás unos bienes jurídicos a proteger cuya selección implica unas preferencias éticas y morales. Esos principios se pueden adoptar por el consenso o por la imposición de la elite dominante o gobernante. Lo que estoy seguro es que no me gusta la gente que los referencia a un presunto derecho natural o una justicia material irrebatible (esto es lo que llamo woitilismo juliaoterista). Igualmente la sociedad define unas consecuencias para su infracción, graves, menos graves incluso de pena capital, pero tenemos que saber que eso es para todos. Podemos darles un tiempo de prescripción o hacerlos imprescriptibles pero eso será igual para el cura que violó en el cincuenta y dos, el político que guanteó a su mujer y el monarca  que trincó en los setenta.

Se plantean mil preguntas ¿La sociedad tiene que dar una oportunidad a la reconciliación en cualquier caso? ¿Debe darla incluso como en Desgracia cuando se exige un pasar página sin que los culpables hayan recibido todo el castigo previsto? ¿Queremos con la pena cumplir la norma  o queremos más bien una venganza social contra el delincuente? No sé la respuesta pero sé que en el caso de que nosotros seamos los delincuentes deberemos aceptar también la solución propuesta para los demás infractores.

Me asaltan los conceptos: Pena, Medidas de seguridad, Consecuencias y daños permanentes del delito.
Cumplimiento de la pena, resarcimiento social, sentimiento de culpa, Pedir perdón, Arrepentimiento, Prescripción
Retribución (ojo por ojo, diente por diente), aislamiento, escarmiento, reinserción, exclusión social.

En fin un libro para pensar: Dejo sin comentar el proceso de aniquilación social del personaje, su visión egoísta de las relaciones sexuales, las relaciones padres e hijos y simplemente no entiendo el mundo de la opera y novela romántica inglesa que sirve de marco en este caso por absoluto desconocimiento. El estilo de Coetzee no me cautiva pero, como cuando lei Verano, siempre me hace pensar

Del mismo autor comenté Verano

domingo, 21 de octubre de 2018

Miau Película Crítica y opinión. Cuatro actorazos en busca de guión.

Ya os anticipo que la película Miau no va a arrancar aplausos ensordecedores entre la crítica, ni va a estar en los palmarés de los grandes premios, ni siquiera será de las que llaman películas de culto; pero a mi, os soy sincero, me ha gustado mucho. Es cierto que se le escapa viva, que no la remata, que se aturulla un poco en el hilo argumental y que se entretiene quizá demasiado en el espumillón mientras no le da tiempo a dar reposo a los personajes. Sin embargo tiene un algo trasgresor en lo estético y al mismo tiempo un fondo teatral clásico con cuatro actorazos como la copa de un pino que se comen con patatas cualquier deficiencia de las que os he contado.
Ni a Jose Luis Gil (el señor cuesta para que nos entendamos) ni a Alvaro de Luna (el algarrobo de Curro Jiménez) nadie les va a enseñar lo que es subirse a un escenario, me imagino que ambos se habrán tragado obras infames en su curriculum sin pestañar como para que ahora le vengan a decir que no pueden hacer una buena faena porque les haya tocado un berraco un tanto ramplón. Precisamente por eso deben sacar y sacan la maestría y la profesionalidad para bordar unas interpretaciones de sombrero, lo mismo digo de Luisa Gavasa (ved La novia si no lo habéis hecho ya ) y Manquiña (a quien solo conozco por Airbag).


Cuatro abuelos amigos de la juventud se encuentran, se saben mayores, se recuerdan y como si fuera el anticipo de su senectud definitiva aprovechan una última aventura de pillaje para combinar recuerdos pasados con sueños por culminar. Todo se mezcla y como cuando los yayos te cuentan las historias de antaño se enredan en un relato deshilachado cuando no inventado, cortapegan por donde les da la gana y alternan los momentos de risas y ternura con los de la tristeza más abierta. A ratos me venía a la cabeza el Cocoon de Howard y a veces El enredo de la bolsa y la vida de Eduardo Mendoza con su detective metiéndose en el submundo de una Barcelona (en este caso Zaragoza) de barrio chino, políticos de sainete y culturetas de salón.
La peli tiene una estética peculiar desde el primer momento que a mi me ha gustado, planos de hechura preciosista, con otros de rasgo pop y onirico; un humor visual con tendencias a alex de la iglesia y algún dialogo con trazos de amanecismo no consumado y retronasal de oregon (absténgase en este punto los no oregoneses).
Pero debajo de tanta imagen contradictoria y aparentemente superficial se esconde una carga de profundidad tremenda expresada en los excelentes diálogos entre Gil y Gavasa que bien podrían ser teatrales. Hablan  sobre el camino lleno de obstáculos superados mal que bien, hablan sobre su derecho a seguir teniendo retos, hablan del miedo a la enfermedad y la muerte. Todo ello bajo un aspecto de bodevil más que de obra sesuda.

 ¿Qué es lo malo? A mi entender que tanto actor sublime le vienen grande a un guión insuficiente. Al personaje de Gavasa se le finiquita en dos pinceladas su lesbianismo de toda la vida, el de Gil se diluye añadido al de Ana Ruiz (pufffffffff), a Alvaro de Luna se le termina dejando de comparsa y Manquiña con tanto que contar se le convierte en un personaje de tebeo. Demasiado cameo de colegas (eso está bien cuando eres Segura y ya has hecho tres torrentes, pero queda pretencioso y prescindible en una segunda película). Y al final da un tono de película desaprovechada y de la que no pocas personas se han ido del cine antes de acabar.
Yo sin embargo os recomiendo ir a verla si os gusta ver a actores de los de verdad, de los de siempre, de los que son geniales cuando se encuentran un papelazo, pero que son igualmente geniales haciendo levantar al publico con un papel menor. Id a verla si os gustan los atrevimientos visuales, una manera distinta de contar historias en imágenes y perdonadle los errores que los hay empezando por el cartel.
También os podría contar que salen mis calles zaragozanas, algunos amigos actuando, alguna imagen que alude a mi familia más cercana pero eso son cuestiones mías que a vosotros me imagino que os importarán tirando a poco.





jueves, 18 de octubre de 2018

Un post viejo, una foto de un viaje, una canción

Pasando el tiempo nos hacemos esclavos de nuestro blog. No es que nos obliguemos un poco a escribir, que también; sino que nos da miedo a que se rompa por escribir sin pensar. Como si todo lo que tuvieramos que escribir tuviera que ser brillante, como si realmente alguna vez lo hubiese sido. Y pierde frescura. Porque al principio leias un libro y ponias las cuatro ocurrencias que habías anotado en los margenes sin más preocupación, sin formato ,como mucho alinear a derecha. Ahora parece que estuvieras obligado a la reseña perfecta que sea la referencia del libro en la blogosfera entera.
Del anonimato ni hablo, ya todo el mundo sabe que tienes un blog. Tus hijos, tu madre, tus compañeras de trabajo, la amiga del amante del tercero C, todo el mundo. Y muchas veces cuando vas a depotricar te cortas para que no se rompa tu imagen 3D que es por otra parte más ficticia que tu avatar bloguero. Aquí salvo pseudo que mantiene su careta el resto hace años que hemos tirado el pasamontañas al fuego.
Y nada de esto es especialmente malo, más bien es el devenir normal de las cosas. A mi lo que me sabe malo es que esa autocensura, ese calentamiento de la frescura, ralentiza el ritmo de actualización. Ahora esribiría pero me da pereza tener que corregir, ahora incendiaría las redes poniendo a parir a mi vecino de puerta pero corro el riesgo de que en lugar de comentar, como sabe que soy yo, me aporree la puerta con insultos groseros. Y por eso en vez de escribir cruzas los brazos y en lugar de un post malo, no escribes ninguno que aun es peor.
Cada uno se busca a su manera la vida para atajar el gripado bloguero. La Dtra Di ha convertido su blog en un chat, yo mismo voy abriendo blogs y blogs para escurrir el bulto de escribir en este. Otros optan por la calle del medio y hacen un Bartleby sin más explicaciones como las perrunas y Viveiro (con lo que daría de sí tu blog retransmitiendo nuestros brillantisimos partidos de padel-humor) y muchos más se enredan en tuiteres como el moniko de gueska dejando la academía triste y llorosa como la universidad de los tuneros.
Por mi parte para que cada vez que vea el blog, no me entre un arrebato de tristura, he decidido cambiar la columna lateral cada poco. He puesto un listado de libros con sus comentarios, el enlace al listado de mis cuentos y una alusión a un post viejo mio que me haya gustado y me siga gustando. También me he propuesto ir rotando una foto de un viaje que haya hecho, no porque sea especialmente bonita sino porque me recuerde algo bueno y finalmente una canción que me guste. Pues eso Un post viejo, una canción y un libro. Y si no empezamos a leer desde el primer post otra vez en bucle y a correr.

https://elchicodelaconsuelo.blogspot.com/2010/02/esta-es-la-primera-entrada-que-realizo.html


martes, 9 de octubre de 2018

Desengaño



Ya sabemos que el liberalismo tiende directamente al oligopolio y que la dictadura del proletariado se convierte en dictadura sin proletariado y la mayoría de las veces contra el proletariado. Quizá porque el ser humano siempre confía en que lo peor no llegue nunca, se acostumbra a vivir en el camino y cree por ello en el liberalismo imperfecto o en revoluciones populares totalitarias como en esas zonas en el pródomo de sus sueños y utopías pero lejos, muy lejos de las pesadillas de degradación de su propia ideología. Porque malo es sufrir las paranoias ajenas pero mucho peor es caer en la dictadura proletaria o liberal que uno fue el culpable de instaurar.

Cómo podremos, cómo podrá sobrevivir esa clase media bancaria con ínfulas de liberal la sorpresa de verse en la calle por los mismos que amamantó en defensa de la libertad de empresa y la flexibilidad laboral. Cómo se puede pasar hambre en pos de la revolución del pueblo cuando esos comités proletarios asamblearios y participativos compuestos de universitarios manos pajillas que no saben hacia qué lado gira un destornillador te quieren expropiar la bici para comprarse su porcshe. Cómo plegar señeras cuando los mesías de la patria tienen casa y finca en Torremolinos con vistas al mar rojigualdo de pescaito y tablao.

No hay signo de madurez más alto que asumir el desengaño, oración más mística que la apostasía, ni aventura más atractiva que matar a los héroes que creaste y en los que creíste en momentos de pensamiento virginal. Al final siempre llueve hacia abajo y los primeros que se inundan son los sótanos mucho antes que los áticos con terraza exterior. Ante el desengaño hay quienes se pasan al otro lado pero ahora en su extremo, hay otros que quieren inundar su frustración con titadine y amonal, unos pocos tan solo soñamos con cruzar los brazos y conseguir un espacio personal de sombra en los ribazos de la autopista acelerada.

Pongo las mismas fotos que hace unos días, pero es que me ronda violenta la imagen de trabajadores peleándose entre sí pintadas en las paredes del barrio oliver de mi pueblo.

lunes, 8 de octubre de 2018

Robando palabras a Lorca y a Camarón.

Recuerdo aquella noche hace años cuando, tras follarnos como animales de madrugada, jugamos desnudos a deconstruirnos los versos de Lorca con ritmo de Camarón. La vida consistía en poner las palabras en otro orden, en poner los sentimientos en verso; en hacer frases como sueños invertidos y en darle a nuestros jadeos argumento:



Qué miedo me da el azul del yelo
parece el filo que corta el tiempo
el grito que despierta el sueño
Qué miedo me da el azul del yelo

qué miedo me da el azul del cielo
qué esconde entre el infinito
las semillas de tu cuerpo
qué miedo me da el azul del cielo

Quien sutura la cicatriz del agua
quien rellena los huecos de tu miedo
quien siembra el campo de anemonas
quien rompe el fanal del duelo

Qué espesura de gemidos al alba
cuando me adentro tras los muros
de tu desaliento
cuando robas el silencio a la noche
qué espesura de gemidos al alba
cuando te deshaces entre mis dedos
flotando como un velero.



martes, 2 de octubre de 2018

Matices y diferencias


¿Y si fuera cierto que se agotan las palabras? Al final parece que tenemos un catalogo de verbos limitado con voluntad de conjugarse, de sustantivos que aciertan con dificultad a nominar las cosas, de adjetivos reincidentes que desgastan su uso de tanto tratarlos como pincel. 
A veces me leo y es como si siempre hubiera escrito la misma frase mil veces. Mi compadre Abulafia pintó con números las palabras en su gematría. Después pensó, como la jota, que jesús nació a las orillas del Ebro y no en Belen y se reencarnó en el ordenador del pendulo de Umberto donde el azar escribe más poemas que la métrica y la rima. 
Ya lo soñó el visionario argentino en su Biblioteca de Babel, ya lo consiguieron los pornofilos que de tanto mezclar agujeros y apendices de dos en dos o de tres en tres empiezan a agotar en su peliculas las combinaciones posibles de coyundas y jodiendas. 
¿Y si no fuera imposible escribir sin plagiar? cada vez se parecen más las canciones pop entre sí y cada vez las tesis aportan menos innovación y más afan recopilatorio. Quizás también se agoten las caras y las fisonomias se repitan. Hay personas que o son muy comunes o cunden muchisimo porque siempre me parece verlas.
Todo asemeja repetirse, las vidas, las mañanas, las lágrimas derrochadas, las tardes de futbol, los domingos en común. Y cuando ya parece que la rutina lo va a devorar todo con sus fauces de desidia amnésica, aparece la diferencia, el matiz, el tono; el verso que con las mismas letras te arranca un suspiro nuevo; la profundidad y la cadencia que estimula tu orgasmo como si te acabara de conocer; la mirada distinta que se torna desigual cuando la sientes y las luces del otoño que cambia los colores de tu calle como si fuera de repente de otra ciudad insinuante y desconocida.
Que sabiduría serena la que acierta poner matices a las cosas iguales