Ya me cayó bien
Fernando Simón cuando lo conocí en persona hace un lustro. Tampoco es que hablara mucho
con él, pero sí lo suficiente durante toda una mañana para intuir a un tipo
interesante. Luego, amigos comunes por el Mar de Aragón no han hecho sino
ratificarme la impresión mía de aquel día. Buena gente, deportista, con un
especial sentimiento familiar y de la amistad, dándose poca importancia y apreciando las cosas
normales, cuestión en la que solemos coincidir quienes hemos perdido las cosas
importantes demasiado pronto. Será el espíritu del “güerfanito” que prioriza la
necesidad de adaptación a las nuevas circunstancias aunque estés jodido a
quedarse lloriqueando por siempre el progenitor perdido como si la vida no volviera a
tener sentido.
Me
cayó bien Fernando Simón en el documental de Calleja. Me gustó esa capacidad de
perplejarse por la grandeza de la naturaleza, por preguntarse el porqué de la
necesidad de perturbar el entorno con su presencia y la humildad ante la
belleza escondida confeccionada por los siglos de una cueva submarina. Me gustó,
además, porque hacía de contrapunto con el aventurero leonés, y mientras Calleja
manifestaba su voluntad ambiciosa de llegar a un objetivo cada vez más lejano,
cada vez más alto, la ansiedad egoísta de poner el pie donde nadie previamente
lo haya hecho; Simón estaba más feliz que una perdiz saludando a los campeones
de escalada o yendo en globo.
Pero… la
labor de Simón ha sido nefasta en esta crisis. Le ha venido grande; como el portero
suplente y bien pagado que piensa que nunca llegará a saltar al campo y de
repente se lesiona el titular y tiene que ponerse a la vista del público sin esperarlo. Si uno tiene un sistema de alarmas y se entera de que tiene un
ladrón cuando lo pilla merendando en el salón, es evidente que la alarma no ha
ido bien. Si un país es de los peores (creo que el peor) del mundo es que el que manda lo ha
hecho muy mal. Vamos, que no hace falta ser muy listo para ver esto, ya
discutiremos luego si otros lo hubieran hecho mejor, pero lo indiscutible es que
eres el peor.
Y
luego ya vienen las torpezas teñidas de mentiras (no sé si estas son consecuencia necesaria para ocultar
aquellas): “Habrá un caso o dos como mucho” es una osadía (sea lo que sea lo
que se pronostica) cuando no una sandez. Si quien dice un día que no hace falta
mascarilla, a los seis meses encarcela a quien no la lleva o es un torpe o un
mentiroso y si llevas seis meses con una curva
de datos de personas fallecidas y de repente
rompes la evolución dejando de dar datos, todo el mundo va a creer que tienes
algo que ocultar (o cincuenta mil algos). Ignoro por qué, alguien cabal en este
concurso de incompetentes, no tiene diez minutos de reflexión para hacer algo
tan sano como irse a su casa o simplemente dar un paso atrás y que hablen los gestores. A mi me da la impresión de que lo han amenazado
(o insinuado que queda más fino) “solo te salvamos de sentarte en el banquillo
si permaneces con nosotros imperturbable. Si te quedas, unes tu destino al
nuestro, pero el que salta ahora de este barco a la deriva se ahoga porque no le tiraremos
el flotador". La tipica hijoputez del especimen que preside nuestro gobierno.
Y digo todo esto (lo de los dos
primeros párrafos pero también lo de los dos segundos) porque me jode esta manía
española de mezclar lo personal con lo profesional y sobre todo en hacer trincheras
con argumentos ad hominem remontados hasta la infancia. Yo creo que lo que diferencia a los españoles, aunque
vivan treinta años fuera, es esa manía de la dicotomía simplista juliaoterista
de que los buenos (ósea los mios) no pueden hacer nada malo y los malos (ósea los
otros) nada bueno. Y me da igual de un lado o del otro, y para decir que Simón
lo ha hecho del culo (que lo ha hecho) tengan que sacar si era pijo o no; si iba
a cole del opus o de las dominicas descalzas y si tenía pasta o era pobre de
solemnidad. A mi me toca los güebos si es socialista, si su mujer es la sobrina
de Romay Beccaria, si le pone los cuernos con Eulalia Reguant o si de pequeño
les tiraba a sus amiguitos el bocadillo de mortadela al charco. Me la suda. Porque
puede ser una excelente persona y hacer las cosas malísimamente mal; o ser un
malvado y un excelente gestor. En fin os pongo un par de artículos izquierdoso y otro derechoso contra Simón para tratar de explicarme.
Y dicho todo esto igual lo anterior no tiene sentido y me cae bien porque me tiene que caer y porque los humanos tenemos esa peculiaridad perversa de sentirnos atraidos por lo más estrafalario y lo más contradictorio.