miércoles, 28 de octubre de 2020

Obituario para el dia de difuntos

 

El día que me muera
quisiera:
que alguien escriba
en mi honor unos cuantos poemas.

Que todas mis amantes
lloren silenciosas
en el hombro de sus parejas
y que todos mis hijos
pongan en diarios provincianos
sus nombres en mis esquelas.

Que alguien recite desde el púlpito
los versos de Auden
y que un trio de flauta y cuerda
toque canciones lentas brasileñas

Que estén mis exviudas sollozantes
y si no contratad plañideras
y que un cura enjuto y seco
ponga cara de pena
sin aludir a mi ateísmo
de ida y vuelta.

Aplausos no quiero, ni patrias, ni banderas
me gustaria
aunque quede un poco cursi
que alguien aludiera
a los crespones
de las palomas blancas
y a los guardias con guantes negros
de algodón y seda.


Que suba algún amigo que mienta
diciendo que fui un buen tipo
y que me conoció una tarde de borrachera
en un país lejano
en una ciudad cualquiera.

Me gusta la capilla dos
la que tiene el cuadro de val ortego
a la izquierda
con las jóvenes semidesnudas
como si la muerte les pillara de regreso
tras haber follado la noche entera.

En lugar de incienso, poned trozos de mar
para que huela
a Cambrils,  a Sancti petri
o a un puerto viejo cualquiera
con sus jarcias y sus velas
donde marineros derrotados
calafateen sus barcos
y remienden las redes las abuelas

Quemad mis códigos derogados
todas mis banderas rotas
mandalas a la mierda,
y mis lápices de minas del 0.7
dadselos a quien los quiera.

De mis textos viejos
   tan solo guardad los que se entiendan.
Y de mis blogs, si no los cierran,
os quedáis vosotros de guardianes,
o bueno,
solo quienes comentan.

martes, 13 de octubre de 2020

Me cae bien el nefasto Simón. El reportaje con Calleja

 Ya me cayó bien Fernando Simón cuando lo conocí en persona hace un lustro. Tampoco es que hablara mucho con él, pero sí lo suficiente durante toda una mañana para intuir a un tipo interesante. Luego, amigos comunes por el Mar de Aragón no han hecho sino ratificarme la impresión mía de aquel día. Buena gente, deportista, con un especial sentimiento familiar y de la amistad, dándose poca importancia y apreciando las cosas normales, cuestión en la que solemos coincidir quienes hemos perdido las cosas importantes demasiado pronto. Será el espíritu del “güerfanito” que prioriza la necesidad de adaptación a las nuevas circunstancias aunque estés jodido a quedarse lloriqueando por siempre el progenitor perdido como si la vida no volviera a tener sentido.

Me cayó bien Fernando Simón en el documental de Calleja. Me gustó esa capacidad de perplejarse por la grandeza de la naturaleza, por preguntarse el porqué de la necesidad de perturbar el entorno con su presencia y la humildad ante la belleza escondida confeccionada por los siglos de una cueva submarina. Me gustó, además, porque hacía de contrapunto con el aventurero leonés, y mientras Calleja manifestaba su voluntad ambiciosa de llegar a un objetivo cada vez más lejano, cada vez más alto, la ansiedad egoísta de poner el pie donde nadie previamente lo haya hecho; Simón estaba más feliz que una perdiz saludando a los campeones de escalada o yendo en globo.

Pero…  la labor de Simón ha sido nefasta en esta crisis. Le ha venido grande; como el portero suplente y bien pagado que piensa que nunca llegará a saltar al campo y de repente se lesiona el titular y tiene que ponerse a la vista del público sin esperarlo. Si uno tiene un sistema de alarmas y se entera de que tiene un ladrón cuando lo pilla merendando en el salón, es evidente que la alarma no ha ido bien. Si un país es de los peores (creo que el peor) del mundo es que el que manda lo ha hecho muy mal. Vamos, que no hace falta ser muy listo para ver esto, ya discutiremos luego si otros lo hubieran hecho mejor, pero lo indiscutible es que eres el peor.

Y luego ya vienen las torpezas teñidas de mentiras (no sé si estas son consecuencia necesaria para ocultar aquellas): “Habrá un caso o dos como mucho” es una osadía (sea lo que sea lo que se pronostica) cuando no una sandez. Si quien dice un día que no hace falta mascarilla, a los seis meses encarcela a quien no la lleva o es un torpe o un mentiroso y si llevas seis meses con una curva  de datos de personas fallecidas y de repente rompes la evolución dejando de dar datos, todo el mundo va a creer que tienes algo que ocultar (o cincuenta mil algos). Ignoro por qué, alguien cabal en este concurso de incompetentes, no tiene diez minutos de reflexión para hacer algo tan sano como irse a su casa o simplemente dar un paso atrás y que hablen los gestores. A mi me da la impresión de que lo han amenazado (o insinuado que queda más fino) “solo te salvamos de sentarte en el banquillo si permaneces con nosotros imperturbable. Si te quedas, unes tu destino al nuestro, pero el que salta ahora de este barco a la deriva se ahoga porque no le tiraremos el flotador". La tipica hijoputez del especimen que preside nuestro gobierno.

Y digo todo esto (lo de los dos primeros párrafos pero también lo de los dos segundos) porque me jode esta manía española de mezclar lo personal con lo profesional y sobre todo en hacer trincheras con argumentos ad hominem remontados hasta la infancia. Yo creo que lo que diferencia a los españoles, aunque vivan treinta años fuera, es esa manía de la dicotomía simplista juliaoterista de que los buenos (ósea los mios) no pueden hacer nada malo y los malos (ósea los otros) nada bueno. Y me da igual de un lado o del otro, y para decir que Simón lo ha hecho del culo (que lo ha hecho) tengan que sacar si era pijo o no; si iba a cole del opus o de las dominicas descalzas y si tenía pasta o era pobre de solemnidad. A mi me toca los güebos si es socialista, si su mujer es la sobrina de Romay Beccaria, si le pone los cuernos con Eulalia Reguant o si de pequeño les tiraba a sus amiguitos el bocadillo de mortadela al charco. Me la suda. Porque puede ser una excelente persona y hacer las cosas malísimamente mal; o ser un malvado y un excelente gestor. En fin os pongo un par de artículos izquierdoso  y otro derechoso contra Simón para tratar de explicarme. 

Y dicho todo esto igual lo anterior no tiene sentido y me cae bien porque me tiene que caer y porque los humanos tenemos esa peculiaridad perversa de sentirnos atraidos por lo más estrafalario y lo más contradictorio.