No puedo escribir de lo que
quiero porque me siento mordisqueado, pesado, entumecido, atenazado y con una
densidad en el pensar que se me hace imposible filtrar tantos sentimientos por el
tamiz de las palabras. Por eso no me queda otra que hablar de libros como huída. Hablar de
lo leído en general, sobrevolando, entreteniendo el pensar para que no entre en
bucle. Intentando pillar un hilo que me lleve lejos. Que injusto es lamentarse
en estos tiempos en los que la gente ha perdido salud y trabajo cuando tienes
ambos. "No puedes dejar el motor de desagüe tanto tiempo encendido porque se te
terminará quemando". No puedes por más tiempo convivir con tantas sombras sin
abrir ventanas. Al menos consigo no caer en esa tendencia de
los mediocres de inculpar a los demás de mi desasosiego injusto.
Monstruos de papel de Mario Rodriguez (Rorschach para los amigos blogueros) es un libro en la frontera. Un poemario bueno. Un libro a medio camino entre la poesía y la prosa, entre el amor y el desamor, entre lo tierno y lo desgarrado; entre el pasado y el futuro visto desde el alfeizar peligroso del presente. Es un libro reescrito en una parte. A decir verdad, en esa parte me gusta más su versión original de la primavera helada (bueno solo la parte de El). Me resulta más natural, igual era necesario el lifting pero prefiero aquella versión imperfecta y novicia. En esta edición incorpora nuevos poemas, muchos brillantemente actuales, en una visión cansada de esta sociedad laboralizada y sedienta que me ha dado mucho que pensar y sentir. Leedlo.
Estamos borrachos de laboralidad. Se va colando por los falsos techos de nuestra vida como las cucarachas en las casas viejas y de repente a la menor grieta caen de golpe dejando desnudas las vigas maestras impregnando de asco nuestra tranquila existencia. Todo lleno de animalillos oscuros que corren por nuestros sueños frustrando su función de reparar los días.
Mendoza, mi adorado Eduardo Mendoza, ha escrito una trilogía absolutamente prescindible en la que empezó regular y ha acabado fatal. Rufo Batalla se presentó en El Rey recibe como personaje trivial pero iluminado por la prosa impecable de su escritor que todo lo cura. Es cierto que ya se intuía alguna salida de tono en alguna parte como si se la hubiera escrito un cuñao en lugar de él. Esa percepción se me representó en todas las páginas del segundo en El negociado del Ying y del Yang donde el guión se le desencaja pero lo va apuntalando con episodios humorísticos aquí y allá. Finalmente, Transbordo en Moscú es un libro apresurado y sin revisión que no merece la pena leer. Me duele en el alma decir esto de uno de mis autores favoritos del creo haberme leído todo, pero así es. Este año había leído Nueva York de él, una joya imprescriptible por mucho que ya no exista la mitad del nueva york que cuenta pero el libro es una delicia. Estos no. ¿No hubiera sido mejor seguir con Pomponio Flato?
Qué difícil es construir espacios estancos en la vida. Cuando se abren vías de agua, se inunda el barco pasando de un sitio a otro amenazando de mandar la nave a pique. Ya quisiera yo pensar tan solo a tiempo parcial. Dejar mi cabeza en el felpudo de la puerta. Entro en casa, me reciben mis hijos y mi mujer e intento no preocuparlos en demasía. Que extraña mezcla de cansancio y decepción me embarga. “Tampoco seas dramático no te pasa nada, simplemente las cosas cambian y te tienes que adaptar, no queda otra, a cuanta gente le gustaría llorar con tus ojos”.
Isaac Rosa me ha resultado cansino con Final Feliz. Es un libro a dos voces la de la esposa y la del marido. Que van contando hacia atrás su matrimonio roto. Todo suena a excusas encadenadas del uno al otro. Mucha explicación de porqué son infieles y alguna pincelada de vida cotidiana pero se atasca irreversiblemente en muchas partes. Escribe bien este autor El vano ayer me gustó. Este no tanto.
Más me gustó El hijo del chofer
de Jordi Amat. Cuenta la historia de la maldad. La maldad personalizada en un
ser despreciable y despreciado, en un marco despreciable (no tanto despreciado)
de la mierda corrupta del pujolismo en la transición. Muchos personajes
(demasiados) un odio al personaje de Alfons Quintá que se trasluce en cada línea.
Quizá todos busquemos una isla de los pelicanos donde encontrarnos con nuestros sueños tras haber dado derroteros por aquí y por allá de manera más o menos satisfactoria. Inventarnos un Buenos Aires imaginario donde queremos regresar sin haber nunca estado. Un espacio donde nadie nos incomode si no queremos ser incomodados. Enriquecerme estudiando, volver a la Universidad. La opción de Rick de quedarse en Casablanca recordando París (Es que acabo de ver por primera vez la peli y me ha encantado. Puffffffffffffffffffffffff Ingrid Bergman)
Y he visto la peli porque salía en el libro Beber de Cine de Jose Luis Garcí que es el segundo libro que os recomiendo y que he estado a punto de ponerle un cinco máximo. Los viejos de este blog recordareis mi devoción por Garci (compartida con la bloguera canadiense) y su manera de contar, bueno, pues descubro que tiene bastantes cosas escritas y para mi ha sido un descubrimiento sensacional. Ya no tendré que volver a ver por enésima vez asignatura aprobada (que agradezco mil a la afamada molinos que me la consiguió) o los eternos diálogos de sesión continua, verdes praderas o asinatura pendiente. He descubierto sus libros y estoy enganchado. Ya os contaré.
Seguimos ansiando en demasía, mostrando estados de ánimo plañideros y egoístas como el que siento estas semanas, y pido disculpas. Como el juego en el que vamos luchando por nuestros objetivos sin darnos cuenta de que “el modo como se nos escapan nuestras vidas es nuestra vida” que dijo Ford en El dia de la Independencia..