Cuando allá por abril Montero Glez me contestó en un twitter que acababa de descubrir a Ray Pollock, no me lo podía creer, pero tras leer Carne de Sirena estoy seguro de que era broma y que ese desconocimiento era una vacilada del maestro Montero. ¿Cómo no va a conocer Knockemstiff si es el lugar donde se desarrolla Carne de Sirena?
Dejaos de homeros y sirenitas, dejaros de itacas y de carontes, fariñas y planeadoras, olvidaros de Ismael intimando con Queequeg en la posada de Nantucket… Carne de Sirena se desarrolla en Knockemstiff, ese pueblo infernal en la hondonada, en las hondonadas de muchas existencias.
Montero habla en Carne de sirena de la muerte y de la vida o más bien de
esa línea indeterminada que separa la vida y la muerte. Los 21 gramos de mi
adorado Iñarritu. La vida como se vive en determinados infiernos cercanos a
nosotros, tan similares a la muerte. La infancia como ese lugar oscuro para los
protagonistas que explica lo tenebroso de sus biografías y de la levedad de su
muerte como una intranscendencia más dentro de ellas. La propia vida como una tragedia con
cartas marcadas que te llevan a tener la partida ya perdida al poco de empezar.
Como esos personajes que no pueden marcharse del pueblo de Ray Pollock donde
vivir es una cuenta atrás hacia la muerte entre el asco y la crudeza. En ocasiones veo
muertos que le decían a Bruce.
Montero Glez es un genio. Ya no se puede hablar de un autor nuevo que te
sorprende, mucho menos de esa memez de “autor de culto”, aquí hay que venir ya leído,
follado y confesado; porque si vienes de ursulina virginal pueden empalarte a
la segunda frase y no es cuestión. A Montero glez no se puede ir como seminarista
a burdel aquí se viene con los condones compraos. Podrás encontrarte con lo mejor
o con algún gatillazo que también lo hay en su itinerario; pero ya no se viene
a mirar, se viene a disfrutar de uno de los grandes.
La historia se cuenta en cuatro frases como las grandes historias: Marinero
curtido que se ve en medio de un ajuste entre traficantes, bueno entre
subalternos de traficantes (esta es una novela de secundarios) y una posada
donde se van contando a modo de cuentos las vidas de todos que se unen y se
separan en un solo día. Y entre medio el gran Montero Glez en toda su plenitud.
Lo de siempre en Montero. El arte de contar cuentos con unas frases de
orfebre que suenan naturales en su brutalidad. El Luisardo de cuando la noche obliga, aunque aquí no haya relente suave que endulce la noche del sur. Aquí solo hay frio
amortajado con aguardiente ilegal gallego, humedad y olor a pescado pasado.
En las novelas de montero glez, también en esta, la gente folla a lo bestia, que no significa
mucho, aunque también, sino en el sentido del sexo animal, desgarrado, buscando
más fuerte y más adentro. El sexo entendido como una lucha de clases, la
revancha ante la injusticia de la vida, el sexo como la venganza libertaria de
los oprimidos. Más bien de las oprimidas. Una forma de respirar en las vidas
claustrofóbicas de personajes del submundo propio de Montero.
Cada uno lee las novelas
como le da la gana y en el orden que le da la gana. Los libros de don Roberto
yo los leo mientras los releo; doy un paso adelante y vuelvo cuatro atrás, porque
cada paso hacia delante da explicación a dos capítulos anteriores y tres por venir.
Y releo otra vez cada capitulo como un cuento suelto, como si en lugar de una
novela fuera un libro de relatos que se dieran sentido los unos a los otros. No
es justo decir que no hay linealidad, la hay, pero como en la vida la historia
va perdiéndose mientras busca atajos en sus renglones torcidos que nos llevan a
lugares inexplicables donde lo oscuro se mezcla con la realidad. Vamos
caminando por una ciudad en línea recta por una de sus avenidas, nos
despistamos y de repente nos vemos en el barrio perdido con bidones encendidos,
miradas amenazantes y grupos de jóvenes desarrapados que nos acojonan.
Intentamos volver a la avenida principal pero cada vez estamos más dentro de la
zona prohibida. De repente aparecemos sin saber como en nuestro destino, pero
joder que mal lo hemos pasado. Esa es la linealidad a la que nos invita
Montero.
¿Es como he leído por ahí, un libro solo para sus seguidores? Sí, es un
libro para sus seguidores, pero no sé si para todos sus seguidores. Para que
nos entendemos aquellos que somos fieles de la prelatura personal de Montero Glez: en
mi propia clasificación sus libros los divido en dos grupos: Sus libros de
historias: Pólvora negra, sed de champan, el carmin y la sangre, talco y bronce,
pistola y cuchillo y sus libros de sueños (y pesadillas): Cuando la noche
obliga, Huella jonda del héroe, Manteca colorá. Esta Carne de sirena estaría en
los segundos. No es que unos sean mejores que los otros hay obras maestras en
ambos grupos es por ubicar.
Si no conocéis a Montero Glez empezad por Pólvora Negra y Sed de Champan y
cuando ya estéis atrapados dejaos llevar por maravillas como Carne de Sirena, Cuando
la noche obliga o La Huella jonda.
Pues eso, un excelente libro que me ha costado un montón leerlo de tanto releerlo.