lunes, 22 de enero de 2024

Jose Luis Garci y Manuel Alcantara como si fueran amigos mios de bar.

Cuando alguien me dice con qué dos escritores pasarías una madrugada de tragos hasta ver el reflejo del lunar de la Crawford en el fondo de la mañana, tengo pocas dudas: José Luis Garci y el poeta malagueño Manuel Alcántara. Ya sé que no es posible, pero dejadme que sueñe esta semana que el maestro salta de década (ochenta nada menos) y el poeta se incorpora para siempre a mis recuerdos y mis frases redondas.

Me gustaría hablar (perdón digo escuchar) con ellos de boxeo, de libros, de cine, del Nueva York que no veré jamás, del Atletico en el Manzanares, de copas en bares olvidados en ciudades de cartel y ese Madrid de la transición cuando todavía no lo habían jodido Galván y sus pegamoides.

Leed a Manuel Alcántara, leed a Garci. Alcántara tiene un libro de semblantes que se llama "Cántigas de amigo" que dice Garci en La edad de oro del boxeo que es de lo mejor de las letras en español del último siglo. No tiene razón porque Alcántara todavía escribió más, y si cabe mejor, el prólogo de la joya “Beber de cine” del propio Garci.

“Cantigas de amigo” es una colección de entradillas, recuerdos y reencuentros sobre escritores, colegas y famosos. No más allá de cincuenta o sesenta páginas. Genialidad en chupito corto. Hace años estaba en el blog de la Fundación (que tiene muchísimo colgado generosamente) pero ahora que os lo quería enlazar no lo he encontrado. (Si alguien sabe donde se ha escondido que lo ponga).

 

Ya me gustaría regalaros el “Cántigas de amigo” que tengo, pero luego tendría que mataros a todos para que no confesarais mi delito y la sangre queda fatal en los blogs. Si lo veis por cualquier lado compradlo o pirateadlo, si es necesario robadlo; acostaros con quien tengáis que acostaros para conseguirlo, luego ya les daréis explicaciones a vuestros maridos o esposas, me propongo de coartada, pero conseguidlo.

De Garci lo leo todo, hasta los obituarios. Me he visto todo y cuando la impaciencia ha sobrecargado el ansia, he tenidos amigos que me han ido proporcionando pequeños tesoros y regalos (pelis y libros) de los que la eventualidad me había privado y la sgae esconde en el fondo de su avaricia.

De Alcantara me compró recientemente mai guaif La edad de oro del boxeo. Genial, periodismo puro, y tengo rastrilleados sus poemas y artículos por aquí y por allá. Por ejemplo, descubrí hace poco que una canción de Mayte Martín que me encantaba es justo un poema de Alcantará. Os la pongo.



 

Por la mar chica del puerto (Manuel Alcántara)

Por la mar chica del puerto
andan buscando los buzos
la llave de mis recuerdos.

(Se le ha borrado a la arena
la huella del pie descalzo
pero le queda la pena.
Y eso no puede borrarlo.)

Por la mar chica del puerto
el agua que era antes clara
se está cansando de serlo.

(A la sombra de una barca
me quiero tumbar un día;
echarme todo a la espalda
y soñar con la alegría.)

Por la mar chica del puerto
el agua se pone triste
con mi naufragio por dentro.


Y en fin leed esta semblanza que hizo Alcántara de Garci en Beber de Cine por la que cualquiera daría media muerte para que figurara en su necrológica.

"A José Luis Garci le gusta todo, pero mucho. Es un vividor, en la mejor acepción de la palabra, que tiene cuatro. Quiere decirse que sabe consumir no solo todas las posibilidades del momento, sino aprovechar los instantes, el minuto que se va, que decía mi electo tío carnal Manuel Machado, Disfruta existiendo, cosa que no está al alcance de todos los mortales porque no ignora que vivir, que es bueno y que es malo, es una experiencia única en la vida. 

Dotado de una cualidad sagrada el entusiasmo, se apasiona lo mismo contándote una escena de John Ford, un gol de Di Stéfano, un crochet corto de Tyson un crepúsculo color mandarina o un viaje incómodo, de esos que solo quedan bien en el recuerdo. Garci es un escritor. Un escritor que dirige películas espléndidas."

miércoles, 10 de enero de 2024

La camara de fotos que me recomendó mi amigo.

Aquellos años de viajes, rondaría 2005 o 2006, quería tener una cámara de fotos decente, le fui a mi amigo de la infancia Miguel, experto en la cosa, con un catalogo de cámaras todas ellas carísimas,  grandísimas y preciosísimas. "¿Para qué tanto? me dijo. Haz lo que quieras, pero te la van a quitar o la vas a perder y además no vas a saber utilizar ni la mitad de las cosas. Y en tres años va a ser un aparato de museo como todos. Cómprate algo digital que puedas llevar encima, que haga fotos decentes y que sepas usar. Acaba de salir una olympus que tengo de prueba, llévatela y ya me darás lo que sea si te gusta."

A día de hoy la sigo conservando, no soy muy de mitificar las cosas y cuando se me rompa o la pierda vendrá otra y por ello no dejaré de recordar la anécdota de la cámara ni menos a quien va unida porque me dirá mucho de la manera de ser de mi amigo. Enemigo de lo ampuloso, amigo de lo práctico, huyendo de  historias recreadas para fortalecer egos, si algo no aporta o no te apetece para qué meterte, con ese punto de ironía mordaz (cuando le enseñaba orgulloso fotos sensacionales de su cámara me contestaba. "no te creas, estás cámaras nuevas lo hacen todo automático" devolviéndome de un guantazo a la realidad.)

Este post 700 pensé en dedicárselo con todos nuestros recuerdos desde que teníamos cuatro años, o copiar aquí los cinco párrafos de la carta de despedida que me tocó leer entre lágrimas en este horrible noviembre. Al final mejor así, recordando lo bueno y como en tantas cosas en cincuenta años aportándome el contrapunto de normalidad cuando la idiotez se me apodera. 

Nuestras historias juntos ya han salido y van saliendo y se van pegando a este blog sin necesidad de hacer un especial porque forman parte para siempre y desde siempre de todo lo que soy y de todo lo que escribo. 

Os dejo un puñado de fotos de la cámara.















miércoles, 3 de enero de 2024

El post 699

Este 2023 me he sentido mayor y cansado, muy cansado. La vida laboral se ha ido comiendo mis días a mordiscos, mis noches a insomnios y mis nuevos proyectos personales han quedado en la orilla como pecios tras el naufragio. Quizá sea esta sensación de transición hacía ningún lado; quizás esta estúpida sensación de paréntesis abierto y sin cierre, quizás que me he resumido a ir salvando envites de cada día sin tiempo para ponerme plazo..

Recordaré varias tardes de vuelta a casa con el pecho a punto de romper , con la cabeza sin respuesta, con el sentimiento aletargado y el aliento arañado por un llanto sin lágrimas de esos que hacen herida por dentro. La percepción de no poder salir de esta jaula de cristales transparentes, de este laberinto de espejos. Y la incomprensión de mí mismo ¿Cómo es posible que haya llegado a esto yo que siempre tenía la mochila llena de armas de defensa?

Y sobre todo un sentimiento de culpabilidad egoísta. Los problemas verdaderos de los demás que los sientes menores por agrandar los propios de manera desmedida e injusta. La vida incierta de los que queremos pasando de puntillas para no hacer ruido y despertarnos. Un año, en fin, de renuncias más que de fracasos. De batallas en silencio y en solitario. De irse haciendo demasiado larga la guerra por el cansancio de acumular demasiadas batallas sin saber por qué estás luchando.

Y así se han ido rompiendo los días hasta final de noviembre y de repente, cuando menos lo esperas, la muerte cercana. Lo imprevisible del fin del tiempo que hace que apreciemos más el tiempo. El tiempo propio que se acaba con la muerte, con el interruptor que enciende y apaga sin preaviso. La incomprensión, si es que alguna vez puede entenderse la muerte de un amigo como no puede entenderse la muerte propia.

Y yo me iré y se quedarán los pájaros cantando, y la vida que corre al lado, las tardes que naranjean mientras tanto, las mañanas que silban indiferentes por el barrio, la niebla fría y angosta del invierno en esta ciudad sin calles. Como si ya no quedara tiempo para darse más plazo. Ya vale.

Por eso quiero escribir este post 699 ya, sin demora. Porque tengo ganas de escribir de nuevo, de leer a borbotones, de hacer nuevas fotos, de romper la tristeza a partir del 700 y dejar esta pesadumbre que se hace cansina como un lunes de pandemia.

martes, 2 de enero de 2024

El padre de Blancanieves Gopegui. La responsabilidad individual por omisión de la clase media.

 

La responsabilidad por la humanidad o la responsabilidad por el individuo concreto. La parte de responsabilidad que tenía el padre de Blancanieves por su omisión ante las maldades de la madrastra. La parte de responsabilidad por las consecuencias de nuestros actos en los individuos concretos.

Somos causantes del daño en otros individuos con nuestras acciones escudadas en la institucionalización laboral o familiar. Cuanto daño hacemos con la excusa del rigor. Qué daño causa Manuela con una simple llamada a la empresa del ecuatoriano que le deja la compra unos minutos tarde. ¿De qué es responsable? ¿Puede hacer algo para asumir la responsabilidad? La "renuncia al tener" como instrumento de autojustificación para domesticar la conciencia.

Somos colectivo o somos individuo. La libertad y la identidad del individuo dentro de sus colectivos. El padre de Blancanieves sin nombre, el hermano del discapacitado sin nombre, la clase media sin nombre, la discapacidad sin poner nombre a los discapacitados. La identidad que identifica y diferencia. Qué hace al individuo singular.

El padre de Blancanieves. La responsabilidad individual por omisión de la clase media. La acción irreflexiva (argumentada en la obligación fría institucionalizada)  que causa el dolor en los otros. La capacidad de influir en el cambio, la conformidad del hago lo que puedo. La vida funcionarial del guardia urbano de vivir a procedimiento.

Asumir la responsabilidad de lo grande. Pedir balón. Esa extraña ilusión de querer vaciar el mar a cubos. La sensación de impotencia, de que ya no da tiempo. La mayor edad consiste en verse demasiado viejo para poder darse tiempo. Las obligaciones contraídas y las obligaciones aceptadas que ya no permiten hacer lo que se quiera. La obligación maternal olvidada de Eloisa mientras se corre con su novio siete años menor haciéndole un trabajo lingual entre las piernas.

El colectivo es la suma de sus miembros y es otra cosa. Que potestad tenemos para reprochar a los demás su individualismo. Puede el individuo cambiar el conjunto, es su responsabilidad, tiene esa libertad. O la vida no deja de ser jugar a periodista deportivo (Ford). La intensidad para nada

Goyo y Eloisa; Enrique y Manuela (Susana); Felix y Mauricio Las relaciones entre ellos. Un montón de sujetos corales que vienen y van; un sujeto colectivo que habla como si fuera singular; el proyecto de la spirulina enfangando el relato

Las relaciones laborales y familiares como contexto de obligaciones, renuncias y responsabilidades. Como marco de microtiranias asumidas. De omisiones culpables.

La educación como objeto de negocios individuales subvencionados. No tengo claro si el problema es que la educación sea una empresa o que los profesores sean unos meros trabajadores obedientes como el chofer del ministro, que conduce el coche correctamente sin plantearse el destino. Probablemente las dos cosas.

La empresa delega su tiranía en los micropoderes laborales de las relaciones particulares y grupales. La empresa delega en las microtiranías su injusticia. El logro de que las exigencias se conviertan autoexigencias muchas veces de una trivialidad que solo se percibe desde fuera. ¿podemos hacer otra cosa? ¿Podemos dejar de ser microtiranos mientras soportamos tiranías?

Qué mierda de juego de relaciones estúpidas bajo la gilipollez del rigor y la exigencia vacía. Qué manera de hacernos la vida insoportable los unos a los otros a fuerza de imponer plazos perentorios basados en imperativos difusos e inventados.

Los juegos en los que participamos, Berne, los micropoderes en las relaciones, el daño que hacemos en lo individual, el mal que soportamos a partir de conductas individuales. El humanismo imposible (Castilla del Pino) en una sociedad de individuo social, relacional.

Matamos al individuo construyendo clases, incluyéndolo en entes colectivos que lo ignoran porque lo incluyen. Encerrar a peces de colores en peceras de cristal. Ya le machacaron a Foucault los marxistas, por subrayar que las microtiranías son más fuertes que las luchas de clases.

La asepsia de lo institucional, el sujeto como tornillo del mecanismo. Demasiada culpa al ellos en la opresión, demasiada condescendencia con el nosotros y el yo cuando somos causantes. El funcionario en la institución, el capataz en la empresa, el padre en la familia, la pareja en el amor.

El dialogo entre jóvenes que reprochan la inacción y pasividad de sus padres, adultos que reprochan la inutilidad de la utopía inane, fútil de sus hijos. La decisión y la responsabilidad del acto individual. La responsabilidad por omisión culpable del padre de Blancanieves. La supremacía ficticia que ha asumido la reivindicación sin consecuencias. La reivindicación por la justicia social mundial frente al tendero que genera dos puestos de trabajo. La contradicción de la institución pública que enseña a ser empresario.

Y al final el acto y la decisión individual. La razón de la acción. El sujeto en su cuarto oscuro que construye la bomba orsini para volar por los aires el ayuntamiento y la sede de la patronal. Mateo Morral lanzado la bomba contra los reyes reciencasados y matando sin embargo a una veintena de ciudadanos y trabajadores inocentes. Pólvora negra.

Más o menos de todo esto va el libro de Gopegui, que no me atrevo a recomendar, pero que a mi me ha hecho pensar y que iba a ser el penúltimo de 2023 para convertirse en el primero de 2024.