lunes, 15 de julio de 2024

La innombrable Lorenzo Silva y Noemí Trujillo Opinión y crítica

Hay dos cosas que no se deben hacer al leer la saga de la poli Mauri Martinez: una es jugar a detectar qué cosas escribe Silva y qué cosas su señora Noemi Trujillo (si lo firman los dos, lo firman los dos y santas pascuas; los dos asumen las críticas buenas y malas) y la segunda es compararlo con la saga de Bevilacqua y Chamorro (porque no tiene ni comparación; es como comparar el pan de pueblo y una baguette precocinada) que sí, que a veces te apetece una baguette ligerita y que estos panes de rapidillo tiene sus defensores (incluso yo, en ocasiones) pero es que no tienen nada que ver, aunque a las dos cosas se les llame pan o novela policíaca.

Me gusto bastante el primero de la saga titulado “Si esto es una mujer”, me pareció bastante mejorable “la forja de una rebelde” ; y el otro día me compré en papel este de “La innombrable” como alternativa para un findesemana de calor y mente fluida. Y en fin, que sí pero no.

La innombrable es un libro desordenado, más bien amontonado. Da la impresión de que es imposible que le pasen tantas cosas en tan poco tiempo a esta pobre inspectora. “La innombrable” es un libro sin reposo, acelerado, a saltos y un tanto forzado. Hubiera podido ser y lo digo sin desdoro un buen libro de aeropuerto; esos libros de aventurillas que se compran para leerlos rápido, de moraleja entre líneas y pasar un buen rato (mi adorado Gonzalez Ledesma, tiene varios de ese tipo y me parecen sensacionales), aquí sin embargo el argumento se desparrama y la estructura se confunde entre el dialogo con el hijo y la narración de los hechos, la introspección y los sueños; el más aquí y el más allá; la investigación y la homilía sobre la prostitución.

Y el caso es que el tema está bien centrado. La posición,compartida o no, de ilegalizar la prostitución y señalar a los clientes; la despersonalización de la mujer entendida por estos tipejos como objeto de uso follable, sin nombre, innombrable;  asumir el valor de la justicia aun con sus errores; la disyuntiva entre la vida laboral y familiar… pero sin embargo se echa de menos la habitual sutileza de Silva (que sí, que siempre ha sido un poco “abuelete consejitos”, le conocemos y le queremos) sin embargo, aquí gasta demasiadas páginas en cosas que ya se desprenden del argumento y quedan, en mi opinión, “una miaja tostón”.

Las últimas cincuenta páginas son un despropósito. Como esas películas que acaban, pero no acaban, que esperas el fin y le pegan tres tiros a no se sabe quién apareciendo de la nada un personaje desconocido (qué narices pinta este tipo aquí) de querer cerrar el círculo a la fuerza; de dar explicación al título con peroratas interminables y a tanta referencia cruzada con otras obras del autor sin mucha razón para ello, no sé, un poco como los cameos porque sí de Torrente con sus amiguitos. Lorenzo Silva, de siempre, me gusta más por la estructura que por el verbo florido (si alguien quiere policiacas de escritura deliciosa le recomiendo las de Plinio o las de Eduardo Mendoza) por eso el desorden de La innombrable me ha molestado tanto.

Sin embargo, me resisto a ponerle un 2/5 porque tiene 150 páginas de la escritura atinada habitual de Lorenzo Silva. El personaje femenino de la inspectora Mauri me resulta atractivo (no a la altura de Petra Delicado de Bartlett ni de la Jueza de Marco de Guelbenzu), pero muy atractivo. Excelente la lucha dialéctica con la abogada, excelente la descripción de la vida policial con su equipo, excelentes los interrogatorios, una vez más. Y el tema mujer que empapa la novela; no solo por la prostitución femenina, sino por la fuerza de Manuela en su vida personal y su trabajo y los excelentes papeles de las actrices secundarias, incluidas la víctima.

Diálogos realistas, interrogatorios de sobresaliente, rigor en lo judicial y en lo policial… a veces suena a repaso del procesal de cuarto, pero vamos, muy bien. Es más, se lo iba a recomendar a mi heredero mayor que anda por el meridiano de Derecho con aspiraciones policiales, ya que la descripción de los roles judiciales es de subrayado y estudio, pero, me he arrepentido, por la escasa paciencia de la juventud para superar las zonas de sopor que aquí abundan y que lleva a que todo este rollete que os he metido, mi sintético y amado churumbel lo resumiría en un demoledor: “sin más”. O sea, que sí pero que no.

Y es que al final queda esa sensación de desorden tan poco habitual en Lorenzo Silva, de temas por desarrollar, de querer amontonar eventos de la vida de la inspectora, de capítulos por escribir y a la vez de otros prescindibles, de elipsis evitables y a la vez de retornos sobre lo mismo que dejan en mediocre algo que tenía tendencia hacía lo notable. Pues eso, bien, pero “sin más”.

 

domingo, 30 de junio de 2024

A media hora de julio

Si tuviera que escribir ahora, a toda prisa media hora antes de que acabe Junio, hablaría de que ha llegado el estío denso, lento y caluroso a estas tierras de secano. Que he visto dos películas de Robert de Niro que no recuerdo si las había visto ya, pero que me han encantado (Heat y Taxi Driver). Que este mes he concluido dos obras maestras El futuro recordado de Irene Vallejo y La llama y el hielo de Plinio Apuleyo Mendoza y que cuando todo se tensa como en este último año, hay que ir con cuidado para que la cuerda no se rompa al volver a la normalidad destensada, floja y fragil.

Que conducir, solo, en silencio, te hace mirarte por dentro. Tengo una teoría propia, aventurada y peligrosa de que la gente triste que tiene que conducir a diario largos trayectos tiene proclividad a caer en la depresión por hacerse demasiadas preguntas sin respuesta y sin embargo cuando se está conforme con uno mismo, conducir por carreteras secundarias te permite abrir paréntesis para contarte sueños inspiradores al oído.

Leo, sigo leyendo, para no escribir. Sigo con Josep Pla ya en el último tercio del año de la gripe en su cuaderno gris. Es una delicia en esa traducción limpia, rica y reinventada de Ridruejo. Me visita Bascombe, ya lo he contado. Y tengo tantos libros empezados sobre la mesilla que a penas llega la luz a mis noches desveladas. 

Por fin logro esquivar las pesadillas o más que pesadillas esas ideas que se quedan pegadas a la vida al cerrar los ojos; porque no se sueñan historias sino sentimientos a los que, el enanito cabrón que habita nuestra inconsciencia, les pega argumentos con personajes que rescata del día a día.

Empieza a llover; empieza el futbol, que realmente me importa una mierda, pero que sirve de excusa para estar un rato más con los chicos. Hablar de trivialidades completa los vacíos, como los completa hablar con los mayores que se saben más mayores cada día. También he ido al teatro a ver El padre con Jose María Pou que es un actor sensacional. Una obra de mayores, por eso me viene a la cabeza, que mezclan la vida imaginaria para poder huir de ella en un puente entre su ahora y su nunca jamás.

Vamos cerrando párrafos, abriendo otros y como en un relato recurrente cuestiones de ayer se hacen de nuevo hoy mismo. Llego tarde a casa, te veo dormir, ya sin ropa o con poca ropa, porque esta calor (en femenino) a veces nos exprime y a veces nos desnuda. Qué ganas tengo este año de un verano largo. Qué reticencia a empezar de nuevo en septiembre.

Miro el reloj del ordenador, llevo veinte minutos escribiendo y ya solo quedan diez para julio, me apresuro, y como una promesa que nadie me exige, me siento satisfecho porque vuelvo a escribir cuatro post al mes. Dejar, al menos, huella de lo vivido, de prisa, sin corrección, como un paseo en la arena que borrará la pleamar, ya buscaremos luego alguna foto y alguna música, ahora tan solo letras.



 Ya sabeis que soy forofo absoluto de los Foxes and fossils.



domingo, 23 de junio de 2024

¿Besos babosos o crítica constructiva? Memes de memos carentes de mimos.

Decía el gran filosofo Hommer en un capítulo en el que comió un pescado mortal que su hijo debía aprender tres frases: “no he sido yo”; “ya estaba así cuando llegué” y sobre todo “qué gran idea, jefe.” Y aunque decía Butanito “que el alago debilita”, seamos sinceros, siempre se prefiere un beso baboso antes que una crítica constructiva. Y si no que se lo digan a Pedrito que ahora quiere cerrar el grifo a tanto meme de tanto memo carente de mimo con él.

Parece ser que la preclara mente que nos gobierna ha descubierto, tras cinco días de profunda reflexión, que la internet no le es favorable y a pesar de que, como buen tiranillo de vodevil, se rodea de acólitos que le pelotillean, últimamente cuando entona cual Maléfica el “espejito, espejito ¿quién es el más guapo?” La maquinita le dice que la historia le va a recordar como un personaje mediocre y grotesco y no como el héroe que pretende ser... y eso, claro, para un personaje con vocación de transcendencia, debe joder un poco. Siempre me acuerdo de la anécdota que cuenta el bueno de Maxim Huerta de que cuando le enseñó la puerta de salida por una presunta “optimización tributaria”y  nuestro “pequeño superman” lo único que le preguntó fue que cómo creía que le recordaría la historia.

Tanto en la política como en la vida cotidiana, hay personajes que cuesta mucho comprender como el devenir de las cosas les ha llevado tan alto. Personajes caracterizados por la incapacidad para darle al magín, nulo sentido de la empatía y arrogancia característica lindante con la mala educación. En su entorno hay un silencio becerril que los retroalimenta. De vez en cuando estaría bueno recordarles aquello de "que no te lleve la contraria no significa que te dé la razón". Y es que, en muchas organizaciones  se prefiere a un jefe malo que satisfaga mis intereses individuales durante unos años que luego ya vendrá uno bueno que me amargue la existencia. Así que mejor calladicos.

Marx (el menos gracioso de los dos) en su libro 18 de Brumario creía que lejos de denostar, las críticas a un dictadorcillo le favorecían y le daban importancia. Decía respecto a las aceradas invectivas personales de Víctor Hugo a Napoleon (le petit) que lo que hacía con ellas era engrandecer a este individuo en vez de empequeñecerlo, al atribuirle un poder personal de iniciativa que no tenía. Es decir atribuir a la maldad inteligente lo que justifica mejor la psicopatía palurda.

Dados a pensar, uno se pregunta como siendo tan nefasto el tipo en cuestión, como serán los de enfrente que no le saben ganar y entonces se cae en un pesimismo que aboca a la apatía política y la desesperación.

Y todo esto viene por el afán de varios políticos de acallar las voces críticas tuiteras/blogueras y achacarlas a una confabulación judeo-masónica (léase fascista, fachosfera, léase bolivariana) para arrebatarles el liderazgo. Que no diré yo que no las haya, pero eso de poner bozal a la gente se está convirtiendo en insana costumbre antes atribuida tan solo a chinos y generales y ahora ejercida por estos tipejos iletrados con ínfulas de capataz chusquero.

Otros post sobre mi amigo Pedrito: El centro derecha y el rey del bukake

martes, 18 de junio de 2024

Sé mía. Richard Ford. Opinión y Critica El penúltimo viaje de Frank Bascombe

 “Cuando acabas un libro ¿cómo sabes que lo has acabado? Nada de lo que he hecho ha tenido nunca un final” le dice Eddie a Frank en Francamente Frank. Bascombe le responde: “Me pregunto si tengo algo más que decir”. Yo creo que Frank todavía tiene bastante que decir para dar por terminada esta saga de 5 libros y casi 2500 páginas.

Y es que el mundo, el mundo estadounidense especialmente, está lleno de periodistas deportivos, compradores de casas en Wyoming como logro de sus vidas e hijos de puta que en cualquier momento pueden reventarte la cabeza para robarte un mierda coche.

Tras Día de la independencia y Acción de gracias la tercera onomástica pudiera haber sido “El día de san valentín” la efeméride más cercana al evento deportivo, los regalos por compromiso, la alegría de anuncio de televisión, el amor de neón, el frio febrero en Dakota del Sur tras visitar la clínica Mayo con tu hijo con ELA y haber dejado en el camino setenta y pico años de vida.

El evento deportivo como paradigma de la superficialidad llevada a la  trascendencia. Las casas como alegoría del sueño americano. La casa junto a la costa que representa la estabilidad, el “haber llegado” y que, sin embargo, se lleva por delante, el día menos pensado, el Huracán Sandy cuando creías que habías llegado al Periodo de estabilidad de tu vida allá por los cincuenta y pico.

El viejo desván de la casa en venta con recuerdos personales de los viejos propietarios que pensaban residir allí para siempre. El regreso a la casa de tus padres donde construiste tu infancia y que tuviste que abandonar sin posibilidad de retorno después de los disparos. Estas preparada para unirte con tu Dios, le dice en la primera página (Acción de gracias) el asesino a la profesora a la que va a reventar la cabeza de un tiro. Es que esto es todo amigos.

Sé mía cierra el ciclo, la vuelta al Periodista deportivo, vivir como sobrevivir sin más, (digo nada menos); la vida como una cadena de eventos sin buscar grandes razones a lo que nos pasa, sin la mística del destino, sin la utopía de los cielos “la manera en que se nos escapa la vida es la vida” dice Frank en el Día de la independencia, en ese otro viaje que nos contó con Paul adolescente.

Algo tan ridículo como ir a visitar Rushmore fuera de temporada con tu hijo enfermo terminal. El descubrimiento del camino, no para confesarse grandes verdades sino para reiterar la manera de ser de cada uno en esa extraña relación que ya nos contaron en El día de la Independencia. La cara de los cuatro presidentes americanos expresión de lo grandilocuente sin fondo como objetivo ridículo de un viaje profundo y también símbolo de ese pensar "made in iuesei" ya un poco derogado (o no).

Richard Ford vuelve al road movie, a la conversación en la cabina, al viaje sin sentido que da lugar a la conversación larga y profunda (interna y externa) como en el Día de la independencia. Llevarle una almohada a tu ex con parkinson ya le había dictado a Bascombe páginas de una intensidad apasionante en Francamente Frank. (Para mi unas de las mejores páginas del personaje.) Cuando Ann quiere buscar la causa, la esencia de una vida absurda y superficial ya en la residencia y Frank renuncia a buscar las causalidades de las desgracias sino sobrevivir a ellas. Un majareta con escopeta, algo tan inexplicable como un ELA, la casa en la que fundiste tus esfuerzos y tus renuncias y que se lleva la tormenta.” La felicidad es lo que no es infelicidad”

La felicidad como el arte de ser consciente de lo eventual de ir viviendo, de disfrutar de la irrelevancia sin buscar permanentemente la causalidad o el argumento mitológico o religioso que subraye. “La vida como arte de convivir con las desgracias. La capacidad de olvidar, junto a la capacidad de sentirme bien cuando no hay nada bueno que sentir es un talento que tengo” dice Frank en Sé mía.

La traducción de Sé mia me ha parecido floja, no tanto por la traslación sino por la escritura en español (empezando por el título que no he entendido, "San Valentin" hubiera estado mejor). Nada que ver con el buen español de Zulaika en Canada o Incendios o Antolín Rato en el día de la Independencia. Pero es que no es fácil traducir y editar estos libros, si se hace bien. ¿Cómo transmitir al lector español los matices de cada referencia anclada en lo estadounidense? Podría ponerse al final un listado de notas con las explicaciones, pero haría imposible la lectura. Quizá sí sea posible en un futuro, una relectura o una edición especial.

No nos engañemos, no es un libro redondo como Acción de Gracias o El día de la independencia; a veces se disipa, otras se ensortija en viejas fobias pseudopolíticas, tampoco destila lo esencial de Bascombe como he leído en alguna crítica de corta-pega. Para mi “la nueva normalidad” en Francamente Frank expone la esencia del personaje mucho mejor que aquí. Pero llegados a este punto, tampoco queremos otra cosa que reencontrarnos con el personaje, con el viejo amigo. El amigo al que tanto denosté al principio confundiendo su filosofía vital frente a la desgracia con su indiferencia por las cosas.

Tendría que escribirle otra carta a Frank como desagravio por la que le mandé en 2010 cuando la afamada Molinos me introdujo en el mundo fascinante de Richard Ford. Qué días aquellos de 2010 cuando yo tenía una edad parecida al Bascombe del Periodista deportivo y no ahora, que estoy, o casi, en las puertas de Acción de gracias. Otro recuerdo para NaN que abrió aquí interesantísimos debates al hilo de Bascombe enriqueciendo como siempre los blogs que leía.

Pues eso, que a mi me parece que esto no puede acabar aquí como parece decir todo el mundo (incluido el autor). El “Periodo por defecto” “lo que nos queda” puede  significar “lo que nos queda tras lo vivido” pero también “lo que nos queda por vivir”. Yo seguiré esperando, al menos, un par de cuentos más de Richard Ford, digo de Frank Bascombe.

Otros post que he escrito de Frank Bascombe 

El periodista deportivo

El dia de la independencia

Acción de Gracias

viernes, 14 de junio de 2024

Un gusap sin contestar con aspitas azules entre emojis de corazones

Nada termina del todo. Por más que me proponga dar el salto a la indiferencia, todo trasiega con dos pasos hacia delante y un paso hacia atrás. Ya no arrecia la tormenta que todo lo inundó, pero sigue, convertida ahora en lluvia fina que empapa. Nada termina del todo, ni siquiera las renuncias y de modo sorprendente se te presenta una segunda oportunidad para volver a luchar batallas dadas por perdidas. Nada empieza del todo y el pasado se presenta como sombras ataviadas de miedo en un túnel oscuro que viene de lejos.

He recobrado la emoción perdida y el olor de las mañanas, he recuperado las madrugadas para escribir, aunque todavía no escriba; he recuperado las noches sin fantasmas. Me siento orgulloso de estar donde estoy, siempre encantado de conocerme y desde un punto de vista objetivo con algún euro más de reporte a fin de mes, qué cosas, ganar más cuando tanto se ha perdido. La vida se desarrolla como un circo en varias pistas y mientras el payaso recibe los parabienes, al domador se le comen los leones y el malabarista deja todos los platos bailando en los palos de la incertidumbre atendiendo a diez cosas a un tiempo.

Como decía el cantautor, “vuelve el rico a sus riquezas, vuelve el pobre a su pobreza y el señor cura a sus misas”. Pero nada será igual, ni quizás tenga ganas de que lo sea. Como el herido que se recupera del accidente para convivir con las cicatrices; olvidar para siempre la cara limpia de antes. Esa suerte de inconsciencia justiciera que empuja una y otra vez a pelear en inferioridad frente a los que juegan con cartas marcadas. El principio de que “lo que no mata engorda” cincelado en la puerta de la taberna.

Qué buenos tiempos sin embargo, para poner a prueba el tamiz de la amistad y la gente que te quiere. Sin condiciones, como mi amigo que nos dejó un domingo de noviembre y esa misma semana estaba más preocupado por mí que por él. La angustia adormecida en casa, el consejo sabio de mi mujer y mis hijos de que mandará todo a la mierda y que empezara de cero con todo su respaldo. El afán hecho obsesión por no reblar. Las presuntas amistades teñidas de conveniencia, las ayudas a tiempo parcial y la somatización de lo laboral hecha desaliento.

 

Cómo destaca lo sucio cuando se rodea de lo limpio. Cómo se agradece la cerveza de bar, la conversación en calma, la llamada con el único fin de saber cómo estás, el fin de semana de novios en la playa, leer un domingo de mañana, y un simple “estoy para lo que necesites. Y al otro lado el deber ser antes que el ser; el reglamento antes que el abrazo; “es mi obligación no puedo hacer otra cosa; nada personal, solo negocios” decía El Padrino. Como destaca el guasap sin contestar con aspitas azules entre tantos emojis de corazones y es que siempre molesta menos la maldad que la indiferencia. Qué sentimiento de soledad, que dolor por dentro.

La reconstrucción requiere deconstrucción; lo que haces te hace; lo que no mata engorda. La angustia y el cansancio esencial no es depresión, pero a veces la precede y ante eso, hay que guarecerse para que no atruene por dentro. Aprender a tomar aliento para respirar. El olvido como analgésico contra la ira. Y al final, ese reducto de paz en casa. La vida normal y la seguridad de la autoestima. Seguir viviendo, nada menos.

martes, 7 de mayo de 2024

Una mesa de domingo en un bar de chinos rodeada de bancos de abuelos

Soplaba un viento templado, tierno e inusual. Tenía una hora de espera por delante, abrí el libro. Pedí una primera jarra de cerveza fría, pausada y dominical al principio de la tarde. Alrededor del bar, abuelos desbordados de historias, se sentaban en los bancos, con tres euros en la cartera y muchas ganas de hablar más por eludir vacíos que por llenar silencios.
En la mesa de al lado un grupo de nicaragüenses añoraban sus ciudades (en algunas de las que nombraban había estado yo hace quince años) hablaban y hablaban sobre su país y lo que bebían y desbarraban algunos de sus compadres aquí los domingos por la tarde. Ellos bajitos y fuertes. Ellas jóvenes, sonrientes, guapas a su estilo, tenían a penas treinta años y mil días por soñar en esta España pordiosera de mentiras y promesas. Me fui pegando a sus historias, sin quererlo y olvidando mis desasosiegos de corchopán mientras intentaba leer en diagonal el libro de impostados policias de Silva y Trujillo.  
 
 "Señor, se le ha caido el separador del libro, si hubiera sido un billete de cincuenta ya se hubiera enterado ya. Jajaja" me dijo un octagonario de gorra y bastón. Somarda.
Voy a hacer ochenta y cuatro igual soy más mayor que usted, le decía presumido a un colega de bancada. Por ahí ando. Pero usted está fenomenal veinte años hace yo que tengo azúcar y operado de la próstata. ¿Su chica qué tal? ¿Mi nieta? Idiota perdida. Se emparejo con un imbecil que la saco de estudiar y ahora nada hace, ni cuidar viejos como nosotros sabe.
Joven, es tan amable de quitar esa silla, que me voy a sentar en el banco de los pobres. Es que en las mesas hay que tomar algo. ¿Quiere una caña o un café señor? a mi no me molesta que se siente aquí mientras estoy leyendo. No hijo mio, gracias, que me siento aquí todas las tardes y si no me haré ilusión. Más somardismo en estado puro.
Hola buenas tardes, me pones otra jarra fría por favor. La china me miró sorprendida de tanta educación. tenía la cara limpia, la sonrisa asumida y un español sin matices. Me conocía de algo, me dijo, no supimos de qué. Llamadme depravado, pero me gustó en esa sencillez plana y sin curvas. Tenía cara de cansada. No leí.

domingo, 14 de abril de 2024

Ropa tendida. Elena Laseca. La delicia de escribir en corto, Opinión.

Ropa tendida de Elena Laseca es un libro de inicios, una colección de primeras páginas, una relación de promesas de novelas excelentes por escribir.

En cada entradilla, tras la acuarela, te imaginas que pudiera venir una historia larga llena de frases ensortijadas, barrocas y colombianas en el sentido más macondiano de la palabra y sin embargo te encuentras con la sencillez de tres páginas muy bien escritas que quedan en un esbozo, nada menos, de lo que podría ser o que será cuando la escritora quiera convertirlo en novela. No lo entendáis como reproche, más bien como una alabanza de un estilo sencillo, pulcro, concreto tan ajeno a mí. Tres páginas por historia, no más.

Elena nos regala un libro de sugerencias y aprovecha pequeños matices del día a día para convertirlos en historias insinuadas: la ropa del vecino en la luna comunal, los amores adolescentes colgados del pueblo de verano, la soledad inspiradora descubierta tras la reclusión de pandemia y los polvos que dejamos de echar por no prever la oportunidad a tiempo o descubrirla a destiempo.

Cuando me jubile e intente contar las historias vividas de las que me habré olvidado, rescataré para inspirarme este libro de insinuaciones a medio hacer y cosas sencillas. Elena enuncia, abre, regala la historia en su estilo sin alharacas, en frases cortas tan lejos de mi borrachera de subordinadas y desmesura adjetival. Es como si nos dijera: aquí a lo que estamos, ni un regalo pinturero, ni una frase de más, pero al mismo tiempo mucha insinuación y tentaciones por consumar.

Lo más curioso es que, a pesar de cortas, son historias con final que es como me gustan a mí los cuentos, nada de digresiones sin estación de destino. Quizá demasiado tristes, quizás demasiado rotundas, pero siempre con final; ese final que podría venir tras muchas páginas después pero que aquí te lo encuentras de sopetón e inesperado casi al punto de empezar en toda su contundencia. Por lo demás un rumor reivindicativo que siempre acompaña a los temas de los que escribe Elena: Mujer, justicia social y compromiso con su entorno (nuestro entorno) tanto de vida como de ciudad.

Leeros este libro de cuentos breves, ni siquiera llegan a post, es una delicia para los que os guste la escritura de frases cortas hablando de lo cotidiano. Más Pamies que Carver, más Zaragoza que Nueva york. A mi Elena Laseca me gusta mucho cuando escribe en corto, ya lo de dije en un post laudatorio de La Hija del italiano, que no sé si era novela breve o cuento largo, excelente en cualquier caso y que me encantó. No puedo hablar de sus novelas largas, porque aunque me miran desde mi estante, no me han conseguido todavía enganchar; de todas formas para qué, si disfruto tanto con sus escrituras en corto.

Se me ha olvidado contaros lo bien editado que está el libro. Imperium. Letra amplia, legible, con títulos bonitos simulando manuscrito y una acuarela final de cada cuento a color de Mercedes de Echave que tiene la genialidad de condensar en un dibujo toda la historia.

Lo dicho compradlo y leerlo.

martes, 26 de marzo de 2024

Reflexión en el primer día tras la tormenta.

 Nunca se deja nada del todo. Los cambios llevan en la mochila el tesoro de la experiencia. Somos lo que somos porque hemos sido. 

Estas últimas semanas he convivido con excelentes técnicas y técnicos de treinta y tantos en los que me he visto reflejado a mi mismo hace veinte años hoy que doblo cansino el folio de la cincuentena.

Y me pregunto, si no seremos nosotros ahora esa generación tapón a la que acusábamos de inmovilista, burócrata y aprovechada. 

Igual no hace falta irse, pero sí echarse a un lado. Que tomen las riendas ellos, que nos saquen los colores por tanta política y actuación de pladur en estos tiempos de corchopan y letras copóreas que acaban en la basura.

Animemoslés a que si les hacemos falta, se sientan cómodos pidiendo nuestro criterio, sin miedo a que les reprochemos sus opiniones.

Nunca se deja nada del todo. Pero no podemos seguir siendo los viejos gordos que se conocen, se odian pero no se matan, dejando que treintañeros se quemen en el campo de batalla.

No sé, pero ultimamente tengo una necedidad de tomar pausa y aliento, no para pararme, todo lo contrario, sino para contribuir a empujar y poner en contacto a tanta gente joven que sumada multiplica.

Que tentación de poner estos pensamientos en el linkedin con corbata y a cara descubierta y no en el trastero de jack malloy con la cara de mr floppy en el blog



miércoles, 20 de marzo de 2024

Ochenta dias de verano

 

Aquellos días de verano, 

sin prisa, 

sin nada que hacer. 

Con el tiempo que pasaba lento,

sin dañar, 

construyendo futuros recuerdos.

Así era, exactamente así

el espacio donde yo vivía ochenta días al año

veinte años

y me siguen durando la vida entera.


domingo, 10 de marzo de 2024

Montero Glez "La vida secreta de Roberto Bolaño" Opinión y crítica

 

Los libros de Montero Glez como los buenos polvos piden volver a empezar en un segundo intento nada más acabar. Un segundo intento sin premura y sin ni siquiera tener la certeza de poder terminar, ¿para que vamos a ir con fantasmadas? Recrearse en el placer sin prisa y sin objetivo, detenerse en los detalles que la pasión inicial nos hizo pasar por encima. El embeleso de lo actual convertido en incierto; recrearnos en la lectura pura sin tiempo ni contratiempo argumental que despiste.

Juan Manuel de Prada tiene un libro recopilatorio reciente que me he leído y me ha gustado bastante que se titula “Tipos raros como yo” en su primera parte (la mejor porque luego decae mucho)  repasa escritores bohemios de principio de siglo en Madrid. La vida secreta de Roberto Bolaño es también un poco eso: tipos raros como él, como Montero Glez y otros como los que no quiere ser. Autores inventados, mejor dicho, autores reales invitados a formar parte de los cuentos que se relatan en una noche de borrachera larga con viento de poniente. Qué más da lo cierto o lo incierto si está tan bien contado. Metaliteratura en carne viva. Borroughs, Kerouac, Vila Matas o el empalagoso de Bolaño como protagonistas. Suprimir fronteras, abreviar el estrecho entre autores y personajes, como si entre Tanger y Tarifa no hubiera mar.

Montero Glez escribe un libro de literatura a través de cinco relatos, todos distintos todos enlazados, con el amor a la escritura y a la lectura como punto de encuentro. La vida de autores, pintores, cantantes de madrugada en el Madrid de los noventa. Montero disimula poco entre los que le caen mal y los que le caen bien. Marías, Bolaño, Vila Matas son de otro equipo; incluso Cercas y Reverte (Marsé es del suyo, claro, como lo es del mío). No penséis en agresiones, pensad en digresiones malvadas al hilo del cuento. “A Bolaño le faltaba el calambre de la metáfora”; “Marías escribía mucho para no contar algo”… ¿adivinad quien dice que es el hijo bastardo de Hemingway? Me parto. No es obligatorio coincidir con don Roberto para leer este libro con entusiasmo, hacedme caso. A mi Fiesta, por ejemplo, me encanta y a él parece que no.

A este libro se puede llegar por dos caminos: teniendo una base de cultura literaria, artística e incluso política ochentera bestial, que no es mi caso; o como he hecho yo, para qué engañaros, tras hacer una lectura inicial sin paradas, acometer una segunda lectura Wikipedia en mano. Montero Glez nunca escribe sin porqué, nunca inventa sin vivencia, otra cosa es que luego se recree en la tendencia hacia sus lugares comunes: el Madrid post transición, tan lejos de los reyes del pollo frito y tan cerca de los ceesepes, Garcia Alix, Ouka Leele y demás “tipos raros” que ya conocimos en “La imagen secreta”; en fin, la cara B de la movida promovida por el ayuntamiento; la cultura en los márgenes que no es lo mismo que la cultura marginal. Decía que regresa a sus lugares comunes en el sur del sur. “La vida secreta de Roberto Bolaño” nos miente desde el primer momento; bueno antes, porque nos miente desde el título y nos reencuentra con viejos conocidos sureños como el cuentista Luisardo en Cuando la noche obliga convertido en Chukri esta vez en Tanger en lugar de en Tarifa.

Es un libro iconoclasta, contra todo autor convertido en mito a fuerza de babelizarlo. Es un libro de libros que al mismo tiempo se separa de esos autores que hacen de su vida un libro o lo que es peor de sus novelas manuales ficticios de literatura. Hay libros que nacen minoritarios y este es uno de ellos. Nos dice Montero que “nunca quise ser escritor, tan solo quise escribir”. De eso va este libro de la pasión por escribir sin la etiqueta sobrevalorada de ser escritor. Un poco lo que os contaba en este post de hace años.

jueves, 29 de febrero de 2024

Añorar la rutina fria de otros febreros

Los inviernos ya no tienen febreros

se hacen bisiestos,

como si  una enfermedad sin nombre

atenazara los años.

Cuesta respirar y las toses congestionan

los autobuses urbanos

mientras las personas bajan sus cabezas sumisas

a las aspas del guasap.

Cada mañana se parece a la anterior

en una rutina perezosa y cómoda

y es que,

conforme avanzan los años 

se aprecia más el valor de lo mismo

y la añoranza de los días iguales. 





jueves, 22 de febrero de 2024

Josep Pla y Victor Erice o el elogio de la lentitud.

La descripción de la lentitud solo está reservada a los genios, a quienes saben utilizar palabras e imágenes con pincel fino, a quienes no necesitan de lo trepidante para tenerte absorto en la página o la secuencia. Me he terminado el primer año 1918 del Cuaderno gris de Josep Pla (Traducido por Ridruejo y su esposa Gloria de Ros). Y casi sin querer y a un tiempo me he visto Cerrar los Ojos de Victor Erice.

Erice es un maestro de la luz y la lentitud, que no siempre coincide aunque también con el primer plano. Cada mueble, cada doblez de un paño, cada reflejo en una cara, cada cosa que aparece en la imagen está pensada y repensada para construir un cuadro. Me ha recordado al primer Sorrentino a aquel de Las consecuencias del Amor y también al posterior, al de los Papas (especialmente el de Malkovich) donde la belleza sobrepasaba el argumento. 

 

Josep Pla se encandila en los colores y los olores, en los vientos que soplan y en los recuerdos que vuelven, un diario que se inicia con el cierre de la universidad por la pandemia (de gripe del 18) y que se va demorando durante un año contando la vida de sus amigos, de su familia; reflexionando sobre lo días frios e impares de un febrero cualquiera en su Ampurdán vivido como un libro. Y sobre todo sabiendo a sus veinte años que escribir es lo que va a hacer toda su vida, nada menos.

Y a la delicia de Pla, hay que sumarle la traducción de casi 900 páginas de Ridruejo buscando y encontrando el adjetivo perfecto en español que encaja en el puzzle de cada frase, el verbo que te lleva en brazos, la descripción que acuna dulce y lenta de fondo. Dice Jose Luis Garci, otro maestro de la lentitud, que El Cuaderno gris es uno de sus libros favoritos, no me extraña. Es como esos cuadros en los que se puede acariciar el olor a leña, la bruma de mañana, el viento tibio del atardecer rojizo frente al Mediterraneo.


Erice pinta un lienzo, lo hace equilibrado, ordenado aunque sea del desorden. Que belleza la primera imagen abriendo las ventanas y luego cuando nada más se necesita aparecen los personajes y los diálogos pausados y las caras que todo lo reflejan. Que maravilla el reencuestro de Manolo Solo con Soledad Vilamil ( El secreto de sus ojos) todo lo que se dice y lo que no en ese espacio a medio iluminar lleno de recuerdos y explicaciones pendientes. Qué maravilla la aparición de Coronado, esa proyección final en el Cinema Paradiso queriendo recordar, digo olvidar, tantas vidas que han quedado por el camino.

Y es que al final el momento que evoca prevalece sobre el relato explícito. Y la elipsis forma parte presente entre lo que se muestra. Los años que no se ven se recrean en el espectador y el lector como si los hubieran contado. Y al final cada página, cada encuadre es una obra maestra.

(Me tengo que ir pero seguiré contando)



martes, 6 de febrero de 2024

No te veré morir. Muñoz Molina. Opinión y crítica

 

No te veré morir de Muñoz Molina tiene la extraña cualidad de que la mitad del libro se te hace largo porque te explica todo tan ralentizando que llegas a la desesperación y la otra mitad se te hace corta porque quedan tantas cosas colgando que te parece increíble que solo te queden ocho o diez páginas para terminar.

El libro empieza con una sola frase de setenta y tres páginas, como lo oís, con una sola frase que se va en religando página tras página (ríete de Marías) y a la que disculpen mi tontuna no le encuentro la mínima utilidad más allá de pasar al campeonato mundial de frases largas.

Muñoz Molina siempre escribe bien, pero no siempre escribe entretenido y esta es una de esas ocasiones en las que la diversión no concurre. A mí me gustan mucho El jinete polaco y Plenilunio y muchísimo Los misterios de Madrid que siempre los sabios del babelia la relegan a libro de segunda cuando es un librito entretenidísimo y excelente. Sin embargo, El invierno en Lisboa se me hizo bola como se me ha hecho ésta, no es que esté mal escrito, es que no es entretenido, sin más.

Y no es que el libro no toque asuntos para darle a la mollera. Muñoz Molina tiene un especial arte para tratar con mimo y profundidad los temas que toca (leed Todo lo que era sólido).  Me imagino que cuando se llega a los setenta que tiene el protagonista (incluso cuando estas en los 50), va de sí reflexionar sobre todas las vidas que te has dejado por el camino voluntariamente o no. La vida que te haces y la vida que te hacen o te han hecho. Una vida que se vive como si alguien la hubiera preparado para ti y no hubieras tenido valor para cambiarla. La vida que se elige a fuerza de renuncias. Y un día te vas de Madrid y de repente han pasado cuarenta y siete años y has triunfado en lo laboral y en lo familiar pero en lo personal convives con tus añoranzas inconclusas para siempre. Esta novela podríamos decir, en plan intenso, que es la novela de la elipsis. Unos zagales que a los veintitantos están enchochaditos, pero que él se va a los eeuu y pasan cuarenta y tantos hasta que se reencuentran.

Muñoz Molina nos presenta un libro de apariciones y desapariciones sorpresivas. Cuando se cree que el padre no va a aparecer más, resulta que aparece tras la guerra y sin embargo ese “hasta pronto, enseguida volveré”, se convierte en un hasta siempre sin terminar de explicar el porqué. Y el que espera desespera, como el narrador del segundo capítulo que cae en la desidia vital. Y la convivencia necesaria con los recuerdos, a veces, es el signo de cobardía de los que no se han atrevido a revivirlos para repararlos.

Las voces del narrador se aparentan tramposas en no te veré morir, a medias testigo, a medias omniscente. Unas veces desde la primera persona y otras en contrapunto a través de la narración que de mí hace una persona que me conoció (Coetzee hacía algo así en Verano). Y lo más chocante a mi modo de ver, cuando te das cuenta de que la manera de recordar a veces se convierte en una manera mentirosa de reconstruir el pasado. No os creáis del todo al narrador, por muy ilustre y confiable que resulte, porque a veces, solo repintando la memoria se hace ésta soportable. Y muchas veces, las más de las veces, las cosas no tienen más explicación que la escusa de no haberlo hecho y repensar es rayarse la cabeza sobre todo cuando difícilmente hay una vuelta atrás.

Hay más temas como la contraposición entre el Madrid sesentero y los eeuu soñados de entonces. El coñazo de la vida académica y universitaria, la vacuidad de la filantropía a gran escala y el aburrimiento de los salones de té en casa del señor embajador.

En fin un libro que como esos exámenes de séptimo de EGB el profesor te ponía un seis y luego te decía no es que no te merecieras un notable pero tu puedes hacerlo mejor.