lunes, 30 de diciembre de 2024

Reseñas y apuntes de los 55 libros de un 2024 cabrón y bisiesto

A veces se lee por entretenimiento, otras por curiosidad y otras porque te topas con libros por sorpresa que inicias sin saberlo, sin embargo hay veces que se lee por necesidad, para frenar la ansiedad, para distraer la cabeza como me ha pasado a mi este año.  Hay quien es incapaz de leer cuando llegan días grises, en mi caso es lo contrario, han sido 55 libros a los que doy gracias por empujarme hacia delante este 2024. Os recopilo reseñas a medio terminar, incorporo notas y añado apuntes con opiniones:


El embrujo de Shanghái es un libro de recuerdos y de sueños, si no de qué otra cosa esta hecha la vida. Recuerdos que dan raíz a lo que somos y sueños que hacen llevadero el malvivir. Porque la realidad es apariencia y la verdad un mito que entorpece los deseos; la verdad humilde reconstruida con vidas recreadas en otra parte, países lejanos, Shangháis imaginarios, mares del sur.

La palabra de Marsé engalana, como siempre, las frases en un español sutil, con acento de subsuelo, afilado y peligroso como daga en la pernera. La postguerra sin héroes posibles, con el olor pútrido a gas que queda tras la derrota, la Barcelona de los cuarenta, la España de siempre. 

Allí se dan cita pícaros y muertos de hambre, guerrilleros con todas sus banderas rotas; hijosdeputa a los que les da igual en el lado de la lucha en el que se encuentren porque siempre serán unos hijosdeputa y en general, un sentimiento resignado de revancha pendiente y disconformidad. La locura que linda con lo visionario y el relato hiperrealista que linda con lo onírico dibujado en la pobreza seca y hambrienta que hace medianil con la falsaria historia de este país desmemoriado.

*****

Dos mil veinticuatro ha sido un año privado, del verbo desposeído, que me ha puesto en el alfeizar de la intimidad y del desaliento. Lo laboral sin cobijo con tan solo el refugio de lecturas largas, lentas e intimas que me han permitido que la palabra leída sea el antídoto ante lo incomprensible en este teatrillo de actores mediocres e histriónicos a los que regalo dedicación. A veces dan ganas de compartir todo lo que lees y otras veces tienes un sentimiento de no ser capaz de hacer participes a los demás de tus grandes lecturas. Así me ha pasado con El cuaderno gris de Plá traducido por Ridruejo en un español impecable, sensorial y cotidiano a un tiempo, sensacional de sensaciones, olores, tibiezas y sonidos que hacen de la descripción de una tarde de domingo la aventura más audaz. El cuaderno gris es uno de esos libros grandes, de esos que sobrepasan el concepto de obra maestra para pasar al de mito. Leedlo sin prisa, releedlo sin vergüenza, pero siempre leedlo. Lo mismo con Plinio Apuleyo Mendoza en La llama y el hielo que cuando escribe bien, escribe tan bien que emparenta con su colega Garcia Marquez, nada menos. Leedlo, aunque ya os advierto de que sus libros se han convertido en tesoro de rastro.

******

Los intermedios se llenan de cuentos y poemas. Ráfagas que a veces te ametrallan el corazón y otras pasan de largo. Entre los buenos, los cuentos del primer Pamiés (Infección, por ejemplo que me recomendó la Molinos de pago), buenos también las joyas de Montero Glez en Polvo en los labios y La vida secreta de Roberto Bolaño; sin embargo un poco peores esta vez los relatos de Ernesto Calabuig, Todo tan fugaz, leeros de él  Frágiles humanos que está mucho mejor.

Me da rabia leer obras completas de poetas porque pago por magra lo que me dan de hueso, así Karmelo C. Iribarren que me lo habían puesto muy bien y se me he quedado en la simple simpleza. También he leído, casi al final, uno de los libros primeros de García Montero Luna en el sur que tiene el atractivo de los textos iniciales encontrados entre lo viejo.

Este año, en el que la resaca de tristeza me ha colonizado por el adiós de uno de mis mejores amigos, Miguel, me ha llevado a darle demasiadas vueltas a la muerte, y sobre la muerte va el último de Pedro Andreu; autor que falleció recientemente de ELA y que me honraba paseando de vez en cuando por este lagar de desvaríos. Poeta de minorías del que tengo y releo en papel todos sus libros. De sus poemarios el mejor sin duda es Laura y el sistema. Seguro que seguiré colgando versos suyos por aquí y por allá. DEP

*********

Ya sabéis que he leído a clásicos contemporáneos como el póstumo de Garcia Marquez, En agosto nos vemos, que no es por nada pero me gustó mucho. También me gustó Boquitas pintadas de Puig. No tanto la presunta despedida de Bascombe en Sé mia (creo que Ford seguirá), el de Muñoz Molina No te veré morir (que por cierto, es mi post más leído del año) y el anual de Murakami (este año con Kafka en la orilla) que sin ser malos me dejaron a medio placer como polvo apresurao. Hablando de polvos, no puedo dejar de reseñar el libro Mujeres que follan de Adaia Teruel. No es un gran libro, pero sí es una interesante sorpresa; mujeres que cuentan su vida sexual de manera abierta y que quizás por esta querencia al boyeurismo de celosía que imputo a mi vida colegial con sanjosemaria, me ha sorprendido para bien. Cuenta muy bien la autora no solo polvos, sino vidas sexuales que, disculpen mi misionerismo, me resultan tan tentadoras e improbables en mi praxis, como estimulantes en lo literario.

*********

Os regalo la recomendación de dos pequeñas joyas: una de la autora del infinito Infinito en un Junco (libro que se me hace bola solo de pensarlo) Irene Vallejo y que sin embargo en pequeñas dosis alcanza la genialidad como en El futuro recordado que me he leído este año. Le he puesto la máxima nota en mi clasificación, no os digo más. La segunda joya se la damos a Manuel Alcantara, poeta malagueño amigo de Garci del que os recomiendo la lectura de su prensa y su prosa tanto como de sus poemas. Hablando de Garci (sabéis de mi admiración) leed la colección de relatos Football days te lleva al Nueva York al que ya tengo asumido que no veré (solo soñaré). Don Jose Luis relata magistralmente sus vivencias en el mundial de futbol de los 90 con Michel y señora y Luis angel (gooool de señor) de la Casa en EEUU. Describe cada rincón con sus realidades y sus eruditos entreverados cinéfilos e históricos. Como decía Umbral de Jose Luis Garci “no es que escriba bien, sino que es escritor y de los mejores” Después ya se lía con el futbol franquista sesentero que a mi modo de ver es un poco coñazo.

*************

Y es que a Umbral siempre hay que hacerle caso y entre tanto, leer sus maravillas como la Leyenda del Cesar visionario a medio camino entre libro de historia y novela de orfebre que ubica a Umbral entre mis escritores favoritos. Sigo leyendo mucha historia de la segunda república, pero ya, modestia aparte, con concreciones y finuras gafotas. Le he dado un repaso al mundo ácrata y revolucionario de principios del siglo XX en España, lo que, teniendo en cuenta mi sobrecarga de bilis este año contra lo institucional, me ha puesto a medio segundo de echar mano del amigo Orsini para arreglar cuentas. Angel Pestaña, por Diaz Herrera; la biografía de Maurín de Clavería y sobre todo el repaso a los autores de Talión (revista revolucionaria oscense, disculpen el oxímoron de mis vecinos del norte) que realiza mi excelente profe José Domingo Dueñas y que me ha permitido conocer el origen altoaragonés de varios jabalís, cachorros del león de Graus.

**********

Vamos concluyendo con lo policíaco. Lorenzo Silva y Noemi Trujillo han iniciado (ya llevan tres que he leido) una serie de una poli nacional, Manuela Mauri, que sin estar mal no me llega al corazón (los que somos chamorristas no admitimos la entrada de otra señora en Lorencilandia) Por su parte Eduardo Mendoza es un genio escriba de lo que escriba pero últimamente se dedica a cumplir encargos de editorial que no están ni de lejos a la altura de sus mejores (Tres enigmas para la organización) . Ambos libros, el de Silva y el de Mendoza, son estupendos para comprar en la librería de aeropuerto en salidas, leerlos con avidez y dejarlos al terminar en la tienda de camisetas y souvenirs de las llegadas. Hacen su papel, entretienen el viaje, que no es poco, pero sin más.


Me da rabia despachar con un simple párrafo el descubrimiento de Gomez Escribano. Tengo preparado un boceto de post laudatorio dedicado a él pero no me ha dado tiempo a revisarlo. Me he leído, nada menos que cuatro libros suyos en 2024: Narcopiso, Después de la derrota , Cuando gritan los muertos y Lumpen toreado al alimón con el maestro Gutierrez Maluenda

Sus personajes de bar dimiten desde el principio de su papel de protagonistas y asumen a la perfección su rol de secundarios, son como los grandes secundarios del cine español: Zahera, Ciges, Alexandre... gente de barrio que luchan contra un destino hijoputa de cartas marcadas en el que los perdedores se intuyen desde la primera línea y los ganadores no existen. Novela negra, negrísima, de metaliteratura negra y reflexiones iconoclastas (negras también) contra esta sociedad de corchopán que nos emborracha. Todo lo que me gusta muy bien escrito (en un lenguaje propio suburbano, claro): critica social, tensión argumental y una convivencia con el delito, el sexo y la vida en el sur del sur. Leedlo.

Pues así se ha ido el año lector en este año cabrón y bisiesto, en el que como todos los bisiestos he sacado a pasear a mi Cocodrilo Manuel, pero eso ya os lo contaré otro día.

Para la lista completa con sus valoraciones de los 55 le echáis un ojo a este enlace

Muuuuuaks.

domingo, 15 de diciembre de 2024

Kafka en la orilla. Opinión y crítica ¿Chapuza o genialidad de Murakami?

Este es el primer Murakami que leo del ciclo de los libros odiados de Murakami, porque Tokio Blues, After Dark, El niño sin color o Al sur de la frontera al oeste del sol son para mi excelentes libros íntimos, preciosos y bien escritos (y traducidos al español) en especial los dos últimos. Luego están los cuentos de Hombres sin mujeres, Primera persona del singular,  o El del elefante desaparece que depende de cada cuento pero también se dejan leer cómodamente igual que los más estándar como de qué hablo cuando hablo de correr y de escribir. (ya veis que me he leído unos cuantos).

Kafka en la orilla es otra cosa. Y a nada que navegues por la red descubres esa dicotomía característica de detractores y defensores de nuestro amigo el japonés, enzarzados a brazo partido.

Los viejos lectores de este blog recordareis que ya hice una especie de defensa de Murakami en un post antiguo, pero es que hasta entonces solo había leído los libros cómodos de Murakami, este, sin embargo, es un libro incomodo, desasogante y confuso que a ratos le hubiera puesto en mi clasificación un cuatro de excelente y a ratos un dos de regular que es lo que finalmente le he puesto (no cabe nota media). 

Es una especie de road movie de varios personajes, pero no solo por estaciones de trenes, autobuses y coches a lo largo de Japón como es habitual en nuestro amigo; sino un libro de viajes por la historia personal de los personajes y a fin de cuenta un viaje por las cuentas pendientes de nuestro itinerario vital.

Los personajes están afectados por la violencia como elemento de unión. La violencia en Kafka por via paterna; la violencia de Nakata en su experiencia infantil y la experiencia de la señora Saeki vivida en la muerte de su novio o la profesora y su marido muerto en la guerra. Un poco como aquel 2666 de Bolaño. Y luego un montón de personajes a medio hacer y a medio concluir.

Y la sangre y el sexo que se mezclan a lo bestia como en la imagen de la profesora en la excursión con los niños. Y los personajes se van duplicando entre lo real y lo imaginario como Kafka y el cuervo; como Saeki mujer y niña; como el Nakata víctima y sanguinario. Quizá porque lo sexual y lo violento, sangre y orgasmo forman para Murakami un hilo argumental que justifica la huida por el lado de la violencia y el reencuentro por la vía del mundo imaginario al que se accede por la puerta abierta.

Son personajes en huida (igual que mi añorado Pedro Andreu en el recuerdo con Datrebil) huye Kafka, huye Nakata, huye la profesora y al mismo tiempo personajes que se reencuentran en el plano de lo imaginario en esa imagen de la personalidad a medias, con media sombra, con media sexualidad como Oshima. Hombres huecos, vaciados por un pasado hiriente sin conciliar.

Personajes que se reencuentran como Kafka con su padre y su hermana, como la Sra saeki con su novio Porque durante todo el libro se produce el viaje en doble plano: el viaje de huida en lo real y el viaje de reencuentro en lo imaginario. El pasado del que se huye y el presente de encuentro que se recrea en el imaginario común de los personajes.

A Murakami sin embargo, se le escapan demasiados hilos para hacer de este galimatías un buen libro. El personaje de Sakura, de la profesora, de Hoshino acompañante del señor Nakata haciendo de sancho panza de nuestro quijote japonés, tan loco y tan cuerdo.

Qué sí, que ya sé que es una tragedia de grandes personajes con el final apuntado desde el principio como Edipo y su maldición, el destino, pero se le va demasiado, se quedan demasiados personajes diluidos enmascarados en imágenes de Warhol como Colonel de KFC o el Johnie Walker y otros que aparecen y desaparecen como Oshima y Sakura que hacen de coro al argumento sin terminar de cuajarse. Murakami cae a menudo en el onanismo mental (y físico) y ya no se sabe si es un intenso o un chapucero mezclando historias sin acabar de todo tipo.

Y después lo de siempre en Murakami (y que me gusta): frases ligeras, buen ritmo, referencias musicales y culturales y el amor al libro por encima de todo imaginando bibliotecas como remanso de paz. Sexo, mucho sexo descrito y explícito; algo de historia, mucho de geografía, gastronomía y cultura japonesa y símbolos new age que se dibujan como referentes.

En definitiva es un libro deconstruido, de final difícil o difuso, que se rehace cuando luego lo repiensas y cuando lees comentarios por ahí de distintas interpretaciones, pero que no llega a cuajar en lo compacto. Lo imaginario encaja con dificultad en lo real y todo se embarulla.

Un Murakami al año no hace daño, pero me pensaré muy mucho acometer otro libro de más de 700 páginas del amigo, seguramente o me recomendáis con pasión algún otro de los menos oníricos o en el próximo me iré por la vía de los cuentos.

miércoles, 11 de diciembre de 2024

Cuando despierto

Cuando despierto, la nieve cubre el huerto con un manto silencioso, repentino y monótono; esa monotonía blanca que dejan los días cortos cuando el desasosiego pasa y la tensión se afloja. No es exactamente melancolía, sino un despensar lánguido que estira las tardes sin que se rompan hasta llegar a las horas de oscuridad cuando se regurgita en soledad el pasado y las nostalgias por vivir.

Abrí el libro, aquel libro ridículo de caracteres y horóscopos que leíamos a medias en aquellas tardes de mar. Anoche lo arranqué de la balda de arriba de la librería, esas baldas superpobladas de fotos viejas y figuras rotas. En todas las casas sobreviven libros, mudanza tras mudanza, como recuerdos después del vendaval: allí estaba el nuestro, polvoriento y olvidado como sueños de ayer. (Pag 191 Escorpio Mujer)

 “¿Qué será de nosotros dentro de treinta años?

¿Quién leerá estas líneas

cuando solo nos queden la pleamar de las noches y la resaca de los días?”.

Escribíamos los versos a medias primero yo una frase, luego tú la siguiente y las dejábamos escritas en servilletas de papel perdidas en los bares y en páginas impares de libros de biblioteca porque teníamos la esperanza de que con el tiempo alguien las rescataría para uso personal.

“Las brumas difuminarán nuestra distancia

y difuminarán los caminos de regreso cuando ya no nos podamos recordar”

(página 134 al inicio del capítulo Leo enamorado).

Por entonces no follábamos solo nos hacíamos el amor de manera tan profunda que acompasábamos las olas con nuestros alientos. Follar vino luego, cuando te descubría con lágrimas en los ojos al terminar y nunca supe porqué, cuando caías de repente en lo más hondo, cuando me acompañabas en mis viajes por los eriales de mi desilusión. Nunca nos hacíamos preguntas después de follar, las guardábamos para aquellas noches en las que nos hacíamos el amor. Ninguno de los dos las sabíamos responder."Basta de preguntas,chaval, lloro porque sí y porque me da la gana", reíamos.

Qué bien lo pasábamos aquellos agostos mordidos por la caducidad. Cuando veíamos dos miradas que se enganchaban entre nuestros amigos nos guiñábamos un ojo cómplice y cuando se descuidaban les dejábamos en el bolso alguno de nuestros versos a medias. A veces teníamos nuestros accidentes como la vez que lo cogió el padre de Lucas el del bar y pensó que se lo había dejado la madre de Juan. Igual sabiendo como acabaron luego, no les hubiera venido mal hacer caso a aquel mensaje sin matricula.

Lo más divertido es que nadie sabía de lo nuestro por lo que nadie desconfiaba de nosotros. Tu tenías aquel novio mayor y elegante que venía al hotel los fines de semana y yo muchos pájaros en la cabeza sin domesticar. De lunes a jueves me levantaba pronto y me aceleraba para llegar el primero al banco del puerto donde encontraba tu papel dejado de madrugada entre las tablas frente a barcas por calafatear; escribía mi parte y la devolvía al banco esperando enfrente a ver si alguien la cogía. Luego te contaba.

Tu trabajas en la recepción y recuerdo aquella vez que le enviaste el papel doblado y anónimo a aquella señora mayor con una belleza cansada de casi cincuenta que no paraba de llorar todas las tardes. “A veces no merece la pena prolongar lo vivido. Tan solo recordarlo.” la señora lo guardó en su bolso me contaste, miró alrededor con vergüenza y los siguientes días se pidió un trago largo mientras le sonreía levemente al atardecer.

Aquellos dos veranos leímos más de diez libros a medias de autores conocidos y desconocidos; Sepúlveda y sus cuentos de la Patagonia, Plinio Apuleyo Mendoza y sus relatos con Márquez, poetas como Gloria Fuertes o Benedetti… no todos nos gustaban pero teníamos la emoción de descubrirlos a la vez y luego comentarlos y eso era más que suficiente. Luego los devolvíamos a la biblio o los dejábamos en la mesa del bar del hotel llenos de versos a pares. "Nada nuestro, tiempo regalado, sabiéndolo temporal e intenso."

Muchas veces he pensado quien los habrá leído y si les habrán servido para tensar jarcias en la singladura de ir viviendo. No nos digamos adiós, no dejemos rastro, no conservemos fotos, solo versos.

(La niña Acuario 88)

“La gente se quiere guardar las historias de amor en el desván como los libros leídos.

En lugar de regalarlos a los demás.” 

Tras unas horas, aparece un sol mentiroso, la nieve se deshiela y dejo el libro en su hueco para quien leer lo quiera.

sábado, 2 de noviembre de 2024

Dias de otoño

Es difícil, cada otoño, 

ver deshojarse los días 

en esta mezcla de belleza caduca

que precede al invierno 

No sé,

es una suerte de perplejidad humilde ante lo inmenso

que asusta y acuna a un tiempo

es una necesidad imperiosa 

de olor a leña y abrazo lento.

 

 





 






martes, 29 de octubre de 2024

Un día sin mí.

Hoy es viernes y la habitación se llena de un silencio transparente. El móvil me amenaza con contarme deberes de una agenda imposible. Lo ignoro y me enrolo en imaginaciones llenas de palabras que me presta el último libro que me estoy leyendo. Abro mi cuaderno y escribo, no tanto para recordar como para poder olvidar todo lo que me inunda la cabeza y dejarme caer en una intrascendencia matutina lenta y melosa.

De vez en cuando es necesario un día de paréntesis, una mañana desprogramada en casa para pensar despensando. Tan solo ver como juegan los rayos de sol mentirosos y otoñales con los cuadros de la pared mientras la vida laboral debe discurrir por fuera sin enterarte en un universo lejano e ignorado. 

Es como aquellos días escolares que por una mala gripe o cualquier otra contingencia te dejaban en casa de mañana. Veías asombrado y asomado a la ventana como corría la vida real del barrio que siempre ignorabas por estar en el colegio. Veías al cartero con su carro, los camiones de descarga para el mercado, las madres (en aquellos tiempos madres) con carritos de niño volviendo de la compra y los mayores llenando el tiempo con recados sin importancia.

Me dan miedo estos tiempos que corren con esta rutina frígida y amarilla; me da miedo el futuro pillado por los pelos; decía el filósofo Edgar Morin que somos pequeños islotes de seguridad en un océano de incertidumbre. Cada decision parece a vida o muerte; cada evento es el partido del siglo en esta labor de periodistas deportivos: los chavales que creen elegir su futuro por optar por unos estudios u otros; las abuelas que viven en ese complicado funambulismo entre el aquí y e allá y nosotros en esta ansiedad de peligros predichos por economistas vestidos de adivinos que nos quitan el aire.

Dejo el lápiz y de forma instintiva, echo mano al movil que no está porque lo tengo lejos y sin voz. Qué mierda de adicción perturbadora que me tutela y controla de forma asíncrona y a distancia. Dejo el aparato en el cargador silenciado hasta la hora de comer, si estoy de dia de vacaciones lo estoy, me digo. Que extraña y gustosa sensación de sentirse prescindible, que humilde satisfacción de irrelevancia tras tantos meses con plazos perentorios y pretenciosamente vitales. 

Que visión extraña contemplar desde fuera la vida sin mí. Como el tiempo que llevo sin actualizar el blog y leyendo mi ausencia en blogs ajenos.



sábado, 26 de octubre de 2024

Volvemos al blog o qué??

No hacen falta grandes profundidades para escribir de nuevo, solo y nada menos que sentarse y darle a la tecla. Ayer, el ayer de hace tres semanas, sin ir más lejos, anduve por los madriles sin más excusa que gastar dos días y cambiar de aires con mai guaif. Un billete de compañía barata, el hotel de siempre por Tetuan y ganas de andar a pesar de una microrrotura de fibras que me atosiga desde que hace una semana me dio por regresar al deporte del trote cochinero con infaustos resultados.

La gente de provincias imaginamos una vida excepcional por esas calles capitalinas de monopoly sin darnos cuenta de que la vida suele ser igual en todas partes convertida en rutina y que solo se hace especial cuando la recreas con emociones y vivencias para recordar. "Vivir consiste en construir futuros recuerdos" decía con razón Sábato en El tunel. 

De esta excursión tardoestival (o quizás preotoñal) me llevo un desayuno sentado al sol de media mañana y dos carajillos de trasnoche en el Libertad 8, templo de cantautores con pintas de bar universitario en donde dicen haber actuado lo más selecto de la música de guitarrica y mensaje intenso. Ya sabéis mi proclividad por estas coplillas, así que me hizo mucha ilusión subir al escenario donde se iniciaron Drexler, Ismael y otros varios. (Lamento desilusionaros si me habéis imaginado tarareando a Jara y aclamado por masas de sobrinos de joan baez, solo subí a cargar mi movil en una regleta del escenario y ya que estaba allí pedí permiso para hacerme tres fotos mientras prometedores trovadores entonaban canciones de regalo en las mesas colindantes).

También nos hicimos los culturetas visitando un museo que no conocíamos (Lázaro Galdiano) y yendo al teatro a una obra que nos recomendó la egregia Molinos: El nadador de aguas abiertas, que por cierto nos gustó mucho. Comimos callos, (bueno comí), compramos libros en la cuesta Mollano (bueno compré) y paseamos (los dos) por calles estrechas del Madrid viejo para llegar al bar donde hace casi treinta años, con la misma compañera y miaja más jóvenes, aterrizaba mis sueños judicantes en el suelo tras innumerables botellas de sidra escanciando desilusiones. Veintitantos años después, seguimos cambiando de estación abrazados en este trasiego de ir viviendo con transbordo en Sol.

A mi me gustan los barrios, sean de la ciudad que sean, no entiendo el unifamiliar en las afueras. El ruido de persianas que suben y bajan; la conversación con el vecino, la mirada a la mama del parque, el perro meón y el niño que jode con la patineta cada tres minutos. Me gusta callejear por ciudades respirando relajado lo cotidiano. Hoy me decía un amigo laboral que si tuviera más ambición llegaría a no sé donde, le he contestado que realmente tengo ambición, pero mi ambición es poderme sentar en la playa fría de noviembre a ver el mar, marcharme a mi rincón perdido del pirineo a ver el otoño amarillear y andar callejeando en esta ciudad gusanera que de vez en cuando pinta los cielos de naranja mientras veo y discuto en el futbol con mis adolescentes.


martes, 27 de agosto de 2024

El extranjero Albert Camus Opinión y crítica La moral esperada.

Me contaban, no sé si será cierto, porque la mitad de las cosas que recuerdo (de derecho y de la vida) están derogadas, que una cosa es la antijuridicidad de la conducta y otra el reproche social de la conducta antijurídica. Es decir que algunos delitos aparentemente muy graves son atenuados por la sociedad que los comprende y por el contrario, en otros casos, la sociedad asigna un especial reproche por circunstancias concurrentes que agravan.

En esta sociedad acusadora en la que vivimos; en esta sociedad tan dada a levantar el dedo acusatorio al menor traspiés con el enemigo y al tiempo tan condescendiente con los desvaríos de los propios, El extranjero de Camús adquiere, en lo que yo lo veo, una nueva actualidad. La gente no tiene que actuar tanto como dice la norma sino como el juzgador espera que se comporte. Los buenos no hacen nada malo, los malos no pueden hacer nada bueno. Hablando de franceses me viene a la canción mi querido George Brassens cuando en La mala reputación decía aquello de les braves gens n'aiment pas que, l'on suive une autre route qu'eux.

Al “buen ciudadano” que llora en el entierro de su madre, odia a los enemigos de la patria, cumple como losenanitos buenos que van a trabajar aiho aiho (un recuerdo a La polla record) se les puede comprender todo incluso que descerrajen un tiro entre cejas a un cabrón que les altera la paz dominical. Sin embargo, odio eterno y ley preventiva de vagos y maleantes al que no cumple con los ritos de ciudadano ejemplar y tiene amigos inadecuados. Los ciudadanos tenemos que llorar cuando nos dice el gran hermano y sonreír cuando nos regalan cuarto y mitad de felicidad. El insensible es castigado, mejor dicho, el que no exterioriza correctamente los sentimientos que corren por dentro y agradan a la sociedad.

La sociedad prefiere el arrepentimiento público, que la exigencia de pena. Arrepiéntase por sus actos y vuelva a ser un ciudadano ejemplar. Examen de conciencia, dolor de los pecados, propósito de enmienda y ya si eso, cumpliremos una pequeña penitencia. Pero sobre todo golpe en el pecho y acto de contrición. Y eso es lo que no comprende el protagonista, no se revela, sino que su manera de ser feliz es una molesta apatía, una neutralidad emocional que se interpreta como un actuación antisocial. La sociedad no entiende a personajes que no elijan un dios al que rezar, un político al que adorar ni un líder al que seguir; estos elementos son sospechosos. Prefiero que adores a otros dioses y que hagas seguimiento de mi adversario a que no quieras nada y le pegues una patada en el culo al cura que te vende tres nubes de cielo. La gente odia a Bartleby cuando dice aquello de “preferiría no hacerlo”. 

No había leído nada de Camus, suegro putativo del peor presidente de la historia contemporánea de España hasta 2018, Casares Quiroga. Por cierto, que tiene una circunstancia vital muy en la onda de Mersault (protagonista del extranjero) cuando la noche del 17 de julio del 36 le dicen “señor presidente el ejercito se ha levantado” y el dice “si ellos se han levantado yo me voy a acostar” luego vinieron un millón de muertos y cuarenta años de tono gris gracias en parte a su indiferencia y apatía.

Me lo he leído porque mi querida AlmaBaires recabó mi opinión en no sé que extraña confianza en mi crítica. Seguramente le habré desilusionado. El libro deja gotas filosóficas interesantes, se deja leer y es corto, pero a mi entender sin más. Igual en francés aporta matices estéticos que yo no he sabido descubrir en español, pero ni mucho menos para tanta fama. Igual es que me cuesta comprender a Mersault, el protagonista y su particular opción en la vida. Tampoco veo por ningún lado esa filosofía del absurdo vital, más bien una visión propia de la existencia alejada de jueces morales ni obispos.

miércoles, 31 de julio de 2024

En medio del mar cotidiano

Cada tarde es distinta aunque parezca la misma,

todo parece profundo aunque te encuentres en la orilla. 

El atardecer suave hecho de viento tibio se disfraza de postal repetida

y sin quererlo se hace cotidiano, como sin importancia.

Qué sorprendente la hermosa rutina de irse el sol cada día en naranja y añil y volver al día siguiente.

Amanece, que no es poco.

Quiero conservar la capacidad de asombro cada atardecer al ver apagarse el sol naranja junto al mar. Resistirme a hacer cotidiano lo extraordinario como el que vive frente a la catedral.





lunes, 15 de julio de 2024

La innombrable Lorenzo Silva y Noemí Trujillo Opinión y crítica

Hay dos cosas que no se deben hacer al leer la saga de la poli Mauri Martinez: una es jugar a detectar qué cosas escribe Silva y qué cosas su señora Noemi Trujillo (si lo firman los dos, lo firman los dos y santas pascuas; los dos asumen las críticas buenas y malas) y la segunda es compararlo con la saga de Bevilacqua y Chamorro (porque no tiene ni comparación; es como comparar el pan de pueblo y una baguette precocinada) que sí, que a veces te apetece una baguette ligerita y que estos panes de rapidillo tiene sus defensores (incluso yo, en ocasiones) pero es que no tienen nada que ver, aunque a las dos cosas se les llame pan o novela policíaca.

Me gusto bastante el primero de la saga titulado “Si esto es una mujer”, me pareció bastante mejorable “la forja de una rebelde” ; y el otro día me compré en papel este de “La innombrable” como alternativa para un findesemana de calor y mente fluida. Y en fin, que sí pero no.

La innombrable es un libro desordenado, más bien amontonado. Da la impresión de que es imposible que le pasen tantas cosas en tan poco tiempo a esta pobre inspectora. “La innombrable” es un libro sin reposo, acelerado, a saltos y un tanto forzado. Hubiera podido ser y lo digo sin desdoro un buen libro de aeropuerto; esos libros de aventurillas que se compran para leerlos rápido, de moraleja entre líneas y pasar un buen rato (mi adorado Gonzalez Ledesma, tiene varios de ese tipo y me parecen sensacionales), aquí sin embargo el argumento se desparrama y la estructura se confunde entre el dialogo con el hijo y la narración de los hechos, la introspección y los sueños; el más aquí y el más allá; la investigación y la homilía sobre la prostitución.

Y el caso es que el tema está bien centrado. La posición,compartida o no, de ilegalizar la prostitución y señalar a los clientes; la despersonalización de la mujer entendida por estos tipejos como objeto de uso follable, sin nombre, innombrable;  asumir el valor de la justicia aun con sus errores; la disyuntiva entre la vida laboral y familiar… pero sin embargo se echa de menos la habitual sutileza de Silva (que sí, que siempre ha sido un poco “abuelete consejitos”, le conocemos y le queremos) sin embargo, aquí gasta demasiadas páginas en cosas que ya se desprenden del argumento y quedan, en mi opinión, “una miaja tostón”.

Las últimas cincuenta páginas son un despropósito. Como esas películas que acaban, pero no acaban, que esperas el fin y le pegan tres tiros a no se sabe quién apareciendo de la nada un personaje desconocido (qué narices pinta este tipo aquí) de querer cerrar el círculo a la fuerza; de dar explicación al título con peroratas interminables y a tanta referencia cruzada con otras obras del autor sin mucha razón para ello, no sé, un poco como los cameos porque sí de Torrente con sus amiguitos. Lorenzo Silva, de siempre, me gusta más por la estructura que por el verbo florido (si alguien quiere policiacas de escritura deliciosa le recomiendo las de Plinio o las de Eduardo Mendoza) por eso el desorden de La innombrable me ha molestado tanto.

Sin embargo, me resisto a ponerle un 2/5 porque tiene 150 páginas de la escritura atinada habitual de Lorenzo Silva. El personaje femenino de la inspectora Mauri me resulta atractivo (no a la altura de Petra Delicado de Bartlett ni de la Jueza de Marco de Guelbenzu), pero muy atractivo. Excelente la lucha dialéctica con la abogada, excelente la descripción de la vida policial con su equipo, excelentes los interrogatorios, una vez más. Y el tema mujer que empapa la novela; no solo por la prostitución femenina, sino por la fuerza de Manuela en su vida personal y su trabajo y los excelentes papeles de las actrices secundarias, incluidas la víctima.

Diálogos realistas, interrogatorios de sobresaliente, rigor en lo judicial y en lo policial… a veces suena a repaso del procesal de cuarto, pero vamos, muy bien. Es más, se lo iba a recomendar a mi heredero mayor que anda por el meridiano de Derecho con aspiraciones policiales, ya que la descripción de los roles judiciales es de subrayado y estudio, pero, me he arrepentido, por la escasa paciencia de la juventud para superar las zonas de sopor que aquí abundan y que lleva a que todo este rollete que os he metido, mi sintético y amado churumbel lo resumiría en un demoledor: “sin más”. O sea, que sí pero que no.

Y es que al final queda esa sensación de desorden tan poco habitual en Lorenzo Silva, de temas por desarrollar, de querer amontonar eventos de la vida de la inspectora, de capítulos por escribir y a la vez de otros prescindibles, de elipsis evitables y a la vez de retornos sobre lo mismo que dejan en mediocre algo que tenía tendencia hacía lo notable. Pues eso, bien, pero “sin más”.