Soy de los que
no creen en el tema ese de la justicia social ni en que cada uno recoge lo que
siembra, ni que a cada cerdo le llega su sanmartín, ni en todos esos esoterismos basados
en la creencia de que algún ser extraño y generalmente supremo se dedica a reordenar
y reequilibrar los premios en referencia a los méritos, esfuerzos, rezos u otros
hechizos. Es cierto que si no juegas a la lotería es difícil que te toque y que,
si estás en tu casa manoseándote las partes pudendas, resulta más complicado que
la fortuna te sonría, pero imposible lo que se dice imposible no es.
Si os gustan
estas melonadas de cómo triunfar en tres minutos leeros el libro Outliers de Malcolm Gladwell allí hace
reflexión de por qué triunfan los triunfadores y cosas así. Cuenta como el hábito en que las cosas te
salgan bien suele ser la causa de que te atrevas más a menudo porque tienes confianza. Quienes tienen
capacidad de ensayar suelen actuar mejor que quienes no e igualmente quienes tienen acceso a herramientas
escasas serán los primeros de la clase. Todas estas cosas
tienen su lógica. Pero al recordar ese libro también me viene a la cabeza hipótesis
peculiares del autor como que los que nacen primero o sus apellidos empiezan
por las primeras letras tienen más opciones en la vida. (os juro que lo
argumenta de una manera que hasta te convence). Y puesto a parir teorías peregrinas, yo también tengo
una y es que los triunfadores son los que tienen el arte de elegir las filas
correctas.
En mi casa
tenemos una peculiaridad (no admirable) y es que como llegamos siempre tarde
(bueno muuuuy tarde) tenemos poco hábito de hacer filas. Cuando nosotros
llegamos generalmente ya no hay filas, más bien porque ya han cerrado las
puertas o se ha acabado la actuación. Esta falta de habito sumada a la habitual
desconfianza que en mi persona tiene la señora que ronca a mi lado desde hace
más de veinte años, nos ha llevado a más de una situación complicada que os
cuento para ilustrar mi teoría de las filas y nuestra suerte contenida:
Los viejos
lectores de este blog sabéis que hay una serie iniciática que titulé losjunimuners basada en las aventuras y desventuras de la nuera de la consuelo y un servidor en su viaje de novios . Pues repasando el otro
día me dí cuenta de que no os he contado la historia de los señores del
turbante en Malasia.
Imaginaos lejos,
mu lejos, digamos que Singapur, to lleno chinos, y la típica recomendación de
cuñao. “Si vais a Singapur no os podéis perder el safari nocturno en la
frontera de Malasia, si no lo veis es que no habéis estado en singapur”. Yo me
imaginaba a varios orientales enfundados en traje de pantera haciendo el lelo
delante de turistas cámara en mano y me daba tirando a pocas ganas, pero ya sabéis
que un viaje de novios lo que impera es el "sí cariño".
“A mi lo que me
tira pa tras, es que no tienes ni idea de inglés, dijo mi adorada junimuner
confiando en mí, y eso acaba a las tres de la madrugada lejísimos”
¿Pero a ti quien te ha dicho que yo no sé ingles?
Tu déjame en
paz que yo seguiré a alguien que tenga pintas de saber, que de ti no me fio.- Me increpó- Mira
estos chicos del turbante que son de aquí y que espabilaos parecen, (Mi mujer hace
silogismos en los que solo ella encuentra lógica: Tienen turbante ergo son de aquí)
se refería a una pareja de sijs que se montaron en nuestro autobús y que podían
ser de allí o de Mondoñedo (Lugo). Hay que decir que la nuera de la consuelo no
tiene mucho tiento al localizar lugareños.
Eso lo dirás
tú.
¿Te recuerdo cuando
preguntaste a dos guiris sonrosados con una guia en la mano porque decías que parecían
del mismo Gerona?
Pues para mi
que hablaban catalán
¿O al señor
negro en la plaza de maría pita?
¿Y por que no
puede ser un negro gallego?
Por poder serlo
puede, pero habitual no es.
Yo que domino el singapureño como
si hubiera nacido mismamente allí entendí claramente que a la salida veríamos
una fila con una señora con un paraguas rojo (rojo=red) y un logotipo raro. También
entendí lo de la puntualidad británico-singapureña o sea que el que no
estuviera allí que se buscara la vida porque las tres era muy tarde.
A mi déjate de tontadas de
paraguas, yo sigo a los del turbante que me he quedado con su cara y esta gente
sabe mucho de la vida. ¿silogismo? Vimos
el espectáculo, la verdad muy recomendable y a la salida por supuesto nos
demoramos comprando cosas importantes como un imán de nevera para mi suegra.
Corre que la del paraguas se está metiendo en el autobús, le dije. Déjate de tontadas
que estos chicos también esperan. Ponte en esta fila detrás de ellos que la que
tu dices no es.
Cuando alcé la vista yo creo que
era la reunión anual de amigos del pueblo sij y en cada fila había cuatro cinco
señores ataviados de la misma manera. Yo no tengo la culpa de que todos vistan
igual es normalísimo equivocarse. me dijo. (Veinte años después eso hubiera sido causa de
guerra peeeeero entonces todo era amor).
Por supuesto no eran nuestros
sijs, no era nuestra fila y por supuesto perdimos el autobús a las tres de la madrugada; pero lo más
curioso es que había varios de turbante tan perdidos como nosotros y como somos
tan roceros enseguida nos amigamos con una familia de cuatro miembros de los
del moñete (si van en familia no nos raptarán) (¿lógica ilogica?) y entre los
seis alquilamos un taxi
Six no problem ¿ha dicho six o sijs?
No te hagas el listo que eso
también lo he entendido yo.
El viaje de vuelta fue para
grabarnos con todos apretujaos en un taxi-cafetera. Ten cuidado que el papa sij te
mira con ojos picaruelos (Qué guarro eres hijo mio). Cuidadín que gui ar
junimuners.- le dije- Ohhh junimuners congratulations
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Pues de estas historietas de filas
equivocadas tenemos varias. Yo creo que alguna otra ya la he contado por aquí. Cuando
mi mujer con el carrito del niño (y niño dentro) confundió la fila de la farmacia a las seis de la mañana con la de La
jungla que era un after de mi pueblo con la gente más pasada de toda la noche zaragozana “Oye mami, que creo que al bebe no le va a gustar nuestra música igual deberías
ponerte en la otra fila y me compras unas pastillitas para mi de paso, jajaja, pero si
quereis entrar encantados”.
O cuando en un hotel de Badajoz
en lugar de esperar la fila de la puerta de recepción “Tu es que eres muy legal
como tu madre pero en esta vida hay que ser más espabilado” en esa otra puerta
de al lado no hay nadie. Me fui a aparcar el coche regresé y tras casi un cuarto de hora
la ví salir del bingo. No te hagas el gracioso, que te conozco, el cartel ese
luminoso hubiera hecho confundirse a cualquiera. Y ya me pegué todo el viaje cantándole
números: el veintidós los dos patitos, el ocho, el trece, mira como… (que
guarro eres hijo mio y que poca gracia tienes).
Así que después de este rollete de
matrimoniadas deduzco que en la vida hay dos tipos de personas los que aciertan
la fila y triunfan y los que nos equivocamos y nos sirve de excusa para echarnos
unas risas. Francamente casi prefiero la segunda.