No comparto ese común que se
extiende por las redes sociales diciendo que Cinco Esquinas es un libro menor de Vargas
Llosa. A mi me ha parecido un libro más que bueno. Hay que decir que soy poco
objetivo y que considero que no me he leído ni un libro malo de Varguitas ni de
Gabo. Contados así por encima me he zampado al menos diez de cada uno y ni uno me ha decepcionado.
Otrosí digo que a mi incluso Las travesuras de la niña mala me pareció un libro
sensacional, esto como presentación, para no esconder que soy lo que se llama
un forofo en toda regla de don mario.
El problema es que Vargas Llosa
ya no está, o no quiere estar, para escribir novelones de mil paginas. Por eso,
cuando este libro le empezaba a tomar cuerpo, y cuando la historia le crecía sensacionalmente
bien contada entre las manos decidió conformarse y darle un bajonazo y fin, chis
pun. Mirad que siempre me quejo cuando los escritores empiezan a paginear para
hacer gordo un libro breve, pues en este caso todo lo contrario. La historia
tenía varias vetas que sin mucho esfuerzo hubieran podido dar mucho oro del que
nos acostumbra D.Mario. No sé, el amor entre los dos periodistas; profundizar
más el personaje de Luciano, explicar cómo Chabela y los otros ricos llegan a
su posición social. Mil cosas. Pero no, no quiso que fuera grande y se quedó
nada menos que en un buen libro.
Cinco esquinas es un libro de clases sociales, una visión cruel
y sobre todo cínica de las clases sociales limeñas. Una visión desnuda de los
barrios altos que curiosamente son los bajos (Cinco Esquinas) y por otro lado
las bajezas de las casitas con verja y antejardín y polvos con olor a Chanel de
los pijos más repijos de Miraflores. No creo, de verdad, que el centro de la
novela sea el periodismo amarillo, como dicen casi todas las reseñas; sino más
bien el poder envolvente a todos los niveles que tiene la corrupción y la
tiranía sin escrúpulos.
Pero sobre, lo que a mi más me ha gustado, de Cinco Esquinas
es como detalla magistralmente esos momentos en la vida en los que meter la
pata está a la misma distancia que dar el pelotazo del triunfo. Tanto Juan
Peineta, como la Retaquita, como Cárdenas, como Garro todos ellos a lo largo de
la novela tienen esa decisión en las manos que te encumbra o te manda al
infierno. Ese momento puntual de la vida en que la cagas, así sin más o te
conviertes en un triunfador. O vives en Miraflores o te da pol culo un preso.
En esta novela hay mucho del Vargas Llosa de siempre: las
historias desmontadas que van hilvanándose unas con otras, el lenguaje cuidado
de buen escritor y la descripción de los personajes. Vargas Llosa es un genio
dibujando tiranos. En muchos casos me venía a la cabeza el Trujillo de la
Fiesta del chivo,esa descripción de los barrios limeños que hacía en Conversación en la catedral, esas
señoras de alta cuna y baja cama que contaba en La tía Julia y como siempre la
pregunta que se hacía santiago zavala ¿en qué momento se nos jodió Perú? porque
de eso va también el libro, de saber si Perú tiene remedio.
Vargas Llosa tiene a mi entender tres características
significativas que lo definen no superar su fracaso político del 90, su querencia sexual
estrafalaria y ser un escritor como la copa de un pino. Mientras controla las
dos primeras la tercera, la de ser uno de los mejores escritores en español, toma un protagonismo deslumbrante y excepcional. El problema es cuando se
deja llevar por las otras dos. Y el libro andaba bien, muy bien, hasta que la
descripción de un tirano como Montesinos pasa a ser una vendetta personal
contra él y los polvos lesbicos muy bien descritos se convierten en calentones raritos
del autor.
A ver, que entiendo que lo de perder las elecciones con
Fujimori en el 90 debe ser como que te gane 7-2 el Llagostera que o hay trampa detrás
o el ridículo te dura toda la vida. Pero hombre, no puedes estar en fijación
con el chino y montesinos hasta que te mueras. Los articulos políticos de mario
son una tabarra inaguantable siempre con lo mismo. Y por otro lado sus
querencias sexuales con tías, primas y demás seres peregrinos es más que
conocido (y actual). Cuentan que Carlos Barral. al enterarse de que Mario se
había echado una nueva amante, preguntó:
"¿Son familia?". Al contestarle que no, el irónico editor, apuntó:
"¡ah, entonces no durarán mucho!". Es como si una relación sin algo
escabroso o morboso no le pusiera a varguitas.
El libro se lee de
trago, es mucho más profundo que hablar de periodismo amarillo y aunque digan
que no, te encuentras al Vargas Llosa de
siempre, al impecable contador de historias y a sus personajes de toda la vida: Los
periodistas muertos de hambre, las niñas malas de casa bien, las clases
sociales limeñas, los tiranos en su máxima hijoputez, las putas y el sexo; el
dinero; en fin todo eso por lo que nunca me canso de leer las novelas de Don mario y sin embargo hago una pelota de papel con sus
artículos políticos.
Leedlo.