viernes, 1 de diciembre de 2023

Volver al lapiz con mi caligrafía redonda

Volver al lápiz, a la frase que se desliza por el folio en blanco. Las palabras que una tras otra se asoman al alfeizar de la ventana, que hacen funambulismo entre la memoria y el abismo. Volver a escribir en directo, sin esquema, sin listado de puntos, sin borrador en cuarentena. 

Qué añoranza de la palabra sin sentido, del verbo sin reverso, del adjetivo sin calificativo, como ese amor de cincuentena sin más pretensión que el ahora mismo. ¿Para qué revestir a la palabra de recuentos, para que requerir al ripio de método exacto, para qué hacer de la coherencia criterio de belleza? 

Hoy, tras cuatro años de reclusión voluntaria por delitos comunes; tras cuatro años de sombras y fantasmas asomo a la calle en un descuido de los guardianes de los justo para en un alarde de anarquía regresar al verso libre escrito en prosa como aliento que borra la niebla de diciembre.




Mirad que cuaderno más requetechulo me acaba de regalar mi hermana así por que sí.

lunes, 20 de noviembre de 2023

Nunca más es demasiado breve para tanta ausencia

Escribir sin poder escribir,

querer decirlo todo. 

con esta bola de silencio en el cuello que me ahoga,

que no me deja decir nada.

Nunca más es demasiado breve para tanta ausencia

cincuenta años en común desde la infancia,

desde siempre

y a partir de ahora solo recuerdo,

todo recuerdo 

sin palabras nuevas.

Qué soledad,

ser albacea por siempre de nuestros días vividos.

 

 

viernes, 10 de noviembre de 2023

Me molestan sobremanera, los himnos y las banderas

Me reprocha María mi languidez comentarista en su blog, y tiene razón, a penas dejé una frase que es como ese mensaje de guasap que dejan los viejos novios cuando regresan a su ciudad de infancia: "estuve en Zaragoza, fue un viaje rápido, a la siguiente te llamo seguro y tomamos algo. Besos".

Y un poco culpable me metí en su bitácora, que os recomiendo por lo peculiar, en la sana intención de comentar más largo, pero no pude porque justo tocó el tema del patrioterismo y me acordé de un versillo que escribí en el blog que me abrevia y como me pasa últimamente dejé lo que estaba haciendo y  huí por la gatera camino de mis rimas antiguas.


Me molestan sobremanera
los himnos y las banderas,
los símbolos que se besan
como si fueran personas,
y se rasgan como si no lo fueran.

Me molestan las canciones
engoladas
que hablan de viejas batallas
siempre ganadas 
goazen gudari danok
Ikurriñan atzean
Que tremoli l'enemic
en veient la nostra ensenya:

Volverán banderas victoriosas
al paso alegre de la paz.

Se entonan
con el puño en alto
amenazante
como retando a un pasado
la mayor de las veces inventado
y a un enemigo
reflejo de nuestros odios por curar.

Decía Gloria Fuertes que al aire puro
no le gusta acariciar banderas

¿Qué pasaría si quemamos dijo Benedetti,
todas las banderas para
tener sólo una, la nuestra,
la de todos, o mejor
ninguna porque no
la necesitamos?
¿Qué pasaría si de pronto
dejamos de ser patriotas para
ser humanos?

Solo me gustan las banderas plegadas
y las banderas rotas
tendidas sobre la mesa,
que entonaba Labordeta

He puesto sobre mi mesa
todas las banderas rotas
las que no rompió la vida
la lluvia y la ventolera
de nuestra dura derrota.

las que nos dicen que vamos creciendo
que hemos perdido
mil batallas
pero ganado una,
la mas importante
la que nos impide creer en los mesías
que nos salven
de cielos redentores
y de tierras prometidas

Porque vivir es ir plegando banderas
que nos cantaba un lunes con secreto
al mirar con pena
a los jóvenes
desde la atalaya del hombre viejo.

El hombre del secreto lo comprende
camino del trabajo,
cuando los estudiantes llenan el autobús
y un tumulto de cuerpos con la cara lavada
se apodera del lunes.
Los ve crecer, observa
como un grito de incógnita en sus ojos,
una inquietud después desvanecida
por la usura del tiempo.
Vivir es ir doblando las banderas.
 
¡Qué lástima que yo no tenga comarca, patria chica, tierra provinciana! 
lamentaba Leon Felipe
 
De verdad no se pueden poner de acuerdo la gente normal
para que no ganen los malos, los de las banderas;
qué indecencia todo esto que vivimos,
cómo se desangra la política como refugio de la bajura,
qué tiempos en los que enarbolábamos banderas
que representaban futuros en lugar de fronteras y razas.
  



domingo, 5 de noviembre de 2023

Imaginar una noche llena de lunas.

No había gansos volando sobre Canada, pero aquella tarde noche de noviembre coincidí con Rocky yendo al Madison, me volvió a contar aquella historia de Marciano, que si Walcott era un gigante de brea, que si era una roca, que si parecía  una máquina de picar carne. Yo mientras tanto, veía los trenes espesos de Nueva York como aquella tarde noche en la que Molly Gilmore conoció a Frank y se enamoraron perdidamente como si hoy fuera el día más largo de sus vidas.

Y mientras tanto, la vida se perdía a este lado de la pantalla y Mia Farrow, que no me gusta nada, renunció a pasar al otro lado y los rayos de luz se colaron por las cristaleras de la estación central, la de Guastavino, y el otoño se adormeció en el lago de Central Park, esperando a que el invierno escondiera los patos de Holden Caulfield .

No se puede renunciar a la imaginación, no se puede cerrar la puerta de salida a la angustia y al tedio. Qué fácil era decirle a Naz que no se llevara el taxi de su padre, qué fácil que regresara; pero como negarse al polvo de tu vida, cómo dejar la raya sobre el círculo, ya le sacará luego Turruro de la trena si puede. ¿Por qué comerse un marrón cuando la vida se luce poniendo ante tí un caramelo? decía el poeta Sabina antes de convertirse en cantautor.

Las grandes ciudades, se escapan por sus calles estrechas. A mi me gusta la calle de la aduana de Madrid, hoy llena de putas y carteristas. Me gusta por su olor a fracaso como los señores que se ponían a cortar Atocha para que salieran los coches de bomberos de Manuel Becerra cantando el Penny Lane mientras yo estudiaba judicaturas.

Cuantas veces esta semana me he sentido Jack Lemmon tratando de salvar su cincuentena en el Chicago de Glengarry Glenn rose. El metro que pasa a la altura del tercer piso de una casa normal. El tren que atruena un entresuelo lleno de fichas con clientes perdidos.Como me duele ver el cuadro de  Sloan a las seis de la tarde, cómo yere la niebla que ya apunta maneras. 

Al fin dormir, imaginarme mañana en una noche llena de lunas. No busquéis referencias son solo ensoñaciones.

miércoles, 11 de octubre de 2023

La playa a destiempo. Sueños y Silencios

Día 1

Me he ido a visitar las posesiones catalanas de mi familia política para unas pequeñas necesidades de mantenimiento y ya que estaba allí me he quedado un par de días de profunda meditación interior (bueno, que le he echado cara a la vida y me he quedado el finde en la soledad playera, sin hijos, sin mujer, sin nadie).

Descubro el silencio, el absoluto silencio y siento una sensación extraña. No hay nadie, la playa casi desierta y los cielos extensos de un gris azulado como una cincuentena. Bajo a ver el atardecer con un libro de Murakami  y el cansancio se hace también silencio cada vez más extenso, un silencio que poco a poco se convierte en sueño. Subo y sin más necesidad que la espera paso a un país de fantasmas y nubes.

 

Yo creo que soñamos sensaciones y luego el cerebro busca imágenes aleatorias para rellenar esas sensaciones. La sensación de frio se pinta de nieve, la sensación de miedo se recrea en animales amenazantes o la sensación de ansiedad y ridículo te desnuda en la plaza del pueblo mientras todos ríen de tu demasía impudenda.

Orden, sueño con el orden yo que vivo en el caos y sueño con que mi vida se hace crucigrama con demasiadas casillas por cumplimentar y el crucigrama se convierte en ajedrez y  malvadas fichas blancas me tientan con celadas y propuestas de gambito que esconden aviesas intenciones. Yo juego con negras, a la defensiva, y me enroco tras una línea de peones dispuestos al sacrificio. Nada, de repente no sé porqué, me encuentro en los preparativos de una cena sorpresa porque parece que viene el rey. Y de nuevo yo desnudo, ¿te pondrás algo por encima? me pregunta un sorprendido camarero cuando  me ve en pelotas. Y yo que creo que soy el organizador del evento veo a todo el mundo correr azorado ultimando los detalles y yo no sé qué pinto allí, cuando lo que realmente querría es escribir a borbotones, torrentes de palabras hasta que desborde. Y me entra sueño en el sueño. Y me duermo y sueño con mares de un gris azulado como la cincuentena.

Despierto, son las cinco, y me pongo a escribir estos cuatro párrafos como preludio de relato.

Día 2 

Siempre he pensado que a mí me basta el mar y los recuerdos para convivir en la soledad con mis pensamientos. En aquellos días infantiles y setenteros la llegada a la playa era como revivir desde cero, como instalar un sistema operativo nuevo en mi ordenador mental (eso lo pienso ahora, claro, porque hasta el 86 no recuerdo el spectrum ni hasta el 89 el amstrad) es curioso que en contra de lo que le pasaba a la mayoría de mis compañeros con más pasta (mucha más pasta que yo), en mi caso, nunca  pedí ni coche ni ordenador y ambos llegaron a casa casi por imperativo. Tocaba y ya está. Así es la Consuelo: si verdaderamente  hace falta se compra y para tontadas las justas. Y el coche en mi casa de güerganito con  madre sin carnet el coche hacia falta. “no esperes a los dieciocho y empieza ya en la autoescuela”. “Esa mierda de ordenador del caset no te sirve para nada, en reyes no pidas nada que te cae un ordenador de verdad que al menos puedas hacer los trabajos de la carrera. “Pues eso”.

Y llegaba al camping del que no sé porqué no he contado mucho en estos años. El camping de aquellos setenta es un apelativo generoso para un descampado en la misma playa (no junto a la playa, sino en la playa) en lo que entonces empezaba a llamarse Costa Dorada. Era los años setenta, baños escasos y compartidos, plazas sin delimitar bajo unos pinos plagados de lirones y ducha de agua fría (gran acontecimiento cuando instalaron pasado algún tiempo placas solares y fichas de agua caliente a precio de oro) la pela es la pela. Había unas cabinas d telefono públicas en medio de la playa con unas filas interminables para contar a los yayos que seguíamos vivos y que aun no se nos había llevado un maremoto, ni nos habían secuestrado. Lo que no hubiera sido improbable. Véase a señora viuda de treinta y tantos con dos churumbeles el mayor de siete y la pequeña de cuatro metidos en una tienda de campaña en medio de la nada y mis abuelos pensando que su hija además del marido había perdido la cabeza. Se podía llamar desde la recepción solo en casos urgentes y a precios usurarios. La pela es la pela. Así que la excursión al locutorio a más de media hora era todo un acontecimiento.


 

Al principio no tenía amigos, como le pasa a todo quisqui cuando llega a un sitio nuevo, y me tenía que buscar entretenimientos diversos. Quizá fuera entonces cuando pillé el hábito de mirar al mar y montarme películas. No de capitanes intrépidos, ni de bergantines con cien cañones por banda, sino de gente normal que se hacía mayor y trabajaba en empresas normales, tenía una familia normal y llegaba a la cincuentena una mañana de octubre mirando al mar de manera normal y recordando haber sido durante los últimos cuarenta años, tan solo, una persona normal.

Día 3

A veces la imaginación convive con la realidad en forma de coincidencia, otras veces bajo el gabán del azar se embosca por las esquinas para sorprendernos con su presencia. Pero lo más normal es que la fantasía unida a la razón sea la madre de todas las artes y en su ausencia la causa de los monstruos que nos aterran como decía el sordo más famoso de mi pueblo detrás de mi abuelo.

Qué raro resulta que esta pelota sobre los hombros nos dé razón de ser. Más aún cuando se disocia y dialoga contra sí. Qué miedo la convivencia de varios sujetos en la misma nube inexistente; que contradicción la visión de un dios infinito con un ser del ahora; que acumulación el niño, el padre y el adulto; qué refriega entre lo que emerge y lo que subyace; lo consciente y lo consciente; qué fábula imaginaria es pensar nuestra identidad desde una masa de sesos dentro de un recipiente de hueso.