Me reprocha María mi languidez comentarista en su blog, y tiene razón, a penas dejé una frase que es como ese mensaje de guasap que dejan los viejos novios cuando regresan a su ciudad de infancia: "estuve en Zaragoza, fue un viaje rápido, a la siguiente te llamo seguro y tomamos algo. Besos".
Y un poco culpable me metí en su bitácora, que os recomiendo por lo peculiar, en la sana intención de comentar más largo, pero no pude porque justo tocó el tema del patrioterismo y me acordé de un versillo que escribí en el blog que me abrevia y como me pasa últimamente dejé lo que estaba haciendo y huí por la gatera camino de mis rimas antiguas.
Me molestan sobremanera
los himnos y las banderas,
los símbolos que se besan
como si fueran personas,
y se rasgan como si no lo fueran.
Me molestan las canciones
engoladas
que hablan de viejas batallas
siempre ganadas
goazen gudari danok
Ikurriñan atzean
Que tremoli l'enemic
en veient la nostra ensenya:
Volverán banderas victoriosas
al paso alegre de la paz.
Se entonan
con el puño en alto
amenazante
como retando a un pasado
la mayor de las veces inventado
y a un enemigo
reflejo de nuestros odios por curar.
no le gusta acariciar banderas
todas las banderas para
tener sólo una, la nuestra,
la de todos, o mejor
ninguna porque no
la necesitamos?
¿Qué pasaría si de pronto
dejamos de ser patriotas para
ser humanos?
Solo me gustan las banderas plegadas
y las banderas rotas
tendidas sobre la mesa,
que entonaba Labordeta
He puesto sobre mi mesa
todas las banderas rotas
las que no rompió la vida
la lluvia y la ventolera
de nuestra dura derrota.
las que nos dicen que vamos creciendo
que hemos perdido
mil batallas
pero ganado una,
la mas importante
la que nos impide creer en los mesías
que nos salven
de cielos redentores
y de tierras prometidas
Porque vivir es ir plegando banderas
que nos cantaba un lunes con secreto
al mirar con pena
a los jóvenes
desde la atalaya del hombre viejo.
El hombre del secreto lo comprende
camino del trabajo,
cuando los estudiantes llenan el autobús
y un tumulto de cuerpos con la cara lavada
se apodera del lunes.
Los ve crecer, observa
como un grito de incógnita en sus ojos,
una inquietud después desvanecida
por la usura del tiempo.
Vivir es ir doblando las banderas.
¡Qué lástima que yo no tenga comarca, patria chica, tierra provinciana!
De verdad no se pueden poner de acuerdo la gente normal
para que no ganen los malos, los de las banderas;
qué indecencia todo esto que vivimos,
cómo se desangra la política como refugio de la bajura,
qué tiempos en los que enarbolábamos banderas
que representaban futuros en lugar de fronteras y razas.