No sé si me da más rabia no escribir o escribir en un tono tan marrón, porque lo marrón es encharcado y áspero, con pinta de erial. No es ocre, ni otoñal, ni siquiera ese color meloso de algunos ojos que me atraparon en mis días de mar. El marrón en el que escribo sabe a tierra en los berberechos, chirriante, incomodo y que quita las ganas de seguir comiendo. Yo me sé porque me leo y cuando escribo de esta forma me aborrezco un poco. ¿Otra vez esta languidez? ¿Otra vez este tonillo de perrito derrotado que decía Cass a su club de fans?
Hay post que salen verdes, chillones, como el estrambote de un soneto que cuadra por sorpresa. Gritan, quizás demasiado, pero al tiempo no dejan indiferente a nadie. Los post verdes hablan sobre todo de viajes y de sorpresas, de ropa de playa, Yo no tengo camisas verdes porque son difíciles de combinar, solo tengo una camisa de rayas verdes de Timberland que me compre hace mil años en La Roca y que llevo siempre por fuera del pantalón, porque los post verdes se llevan por fuera del pantalón en su informalidad y se escriben en la tablet al mediodía en una mesa de bar en la avenida principal.
Los post amarillos están más cerca del ocre y del otoño, como la foto esta de hojas que hace de fondo al blog, la puse hace mil años y ahora me da pereza cambiarla como mi foto de guasap. Los post amarillos huelen a chimenea, a cuento de Sepúlveda, a ropa vieja. Es la camisa de leñador que se acaba de quitar la chica con la que sueñas despertar un domingo de noviembre en una caseta forestal. Los post amarillos cuentan historias templadas, se escriben en un portatil arrebujado en un rincón de un bar country de carretera mientras apuras un jacki en chupito corto y sin yelo. Me gustan los post amarillos porque crecen incontrolados apenas les regalas la primera frase.
Es muy importante no confundir un post amarillo con un post marrón. Escribir en marrón no es escribir melancólico sino es escribir triste y cansado, como con sensación de fiebre, escribir marrón es escuchar la canción de un día marrón de Luz Casal si se me permite la obviedad. Escribir marrón no es estar de vuelta sino no tener fuerzas ni para llegar. Amarillo es la hojarasca del otoño que se anhela y que pronto vendrá. Marrón es meter el coche en mitad de un charco profundo y salpicar manchando de barro a todo el mundo con cada frase que inventas. Había un colegio de niñas que ahora no recuerdo que llevaban la falda marrón, jamás me pude enamorar de ninguna niña de ese cole tan marrón.
Los post azules llevan corbata, los rojos asesinan como Kevin, los grises pasan desapercibidos como feas en fiestas de guardar. Los post blancos son elegantes cuando conviven con el azul. Un post blanco lleva manga larga y camisa doblada a medio brazo. Es un post que invita a conocerte pero tiene que ir con el azul porque de lo contrario, no aparenta. Es un post de tardeo, de jarra fría frente al mar. De entretenerse pensando en novias pasadas de esas que el pesado de Ismael Serrano se cree que aun le recuerdan como en Vértigo en atrapados en azul Cómo me gusta ese disco y cada una de sus canciones.
Pues nada había empezado escribiendo en marrón y me veo con mi pijama azul a rayas, con un poco de sueño, y a punto de firmar.
Buenas noches, fundido en negro.