sábado, 7 de noviembre de 2015

Te regalaré el mundo de Marta Fernandez. Una buena opinión sin esperarlo



He acabado Te regalaré el mundo de Marta Fernández. Cuando lo comencé  tenía al menos tres razones para haberlo abandonado en la página treinta: Primero tras Fernando Delgado y su horripilante libro La mirada del otro me prometí no volver a leer un libro de un presentador de televisión en mi vida, reincidí con mi admirada Mara Torres y volví a arrepentirme, este era otra tentativa sospechosa. Segundo no me gusta en general la novela histórica, la mayoría de las veces se me antojan historias actuales replantadas en el pasado sin fundamento alguno y tercero Te regalaré el mundo empieza, la verdad, con bastante poca gracia, por lo que seguir leyendo es todo un acto de fe dado que es un libro tirando a gordote.

Pero lo que son las cosas, uno va leyendo frases bien escritas, referencias bien enlazadas, alusiones a un tiempo el del siglo XVIII que en nuestra historia siempre ha pasado con dejadez y desidia, y poco a poco me fui enganchando. Y de repente del pasado salta al presente y te encuentras con Leo un joven periodista en una redacción actual. Te encuentras con Arnau un personaje gigante y recordable, coordinador del área de cultura del periódico, que destila fuerza e ironía, critica a raudales (sencillamente genial la descripción de la pijiburguesía de palco de Liceo que describe durante todo un capítulo).

Pero sobre todo te encuentras a una escritora, Marta Fernandez, que ha leído mucho, yo diría que muchísimo, y se le nota; una escritora que parece llevar ya un tiempo pensando esta historia hasta darle forma. Hay veces, es cierto, que te da la impresión de que Marta tenía demasiadas palabras dentro. Como si llevara años buscando una excusa para soltarlas a raudales y aquí le han salido todas de golpe. Hay trozos en los que palabrea en exceso, que añade frases prescindibles, pero joder, es que escribe muy bien. Vale, también es cierto que a veces queda un poco relamida y gafotillas con demasiadas citas y alusiones mitológicas o culturetas, pero a mi, que también adolezco de gafotismo, eso lejos de molestarme me gusta y cada dos por tres me largaba a la Wikipedia a saber de quién narices estaba hablando.

Rossum es un inventor de la corte real que construye un muñeco con minuciosidad de relojero. No penséis en Geppeto, a mi más bien me recordó a La Virgen Roja de Fernando Arrabal. Alguien que no es que quiera tener un hijo es que quiere construir un hijo, que parece lo mismo pero no lo es. Y en el presente Leo, el periodista, que también es una construcción de su padre, un padre ausente y presente, un padre que lo abandona pero que flota durante toda la novela. Un hijo del siglo XVIII construido y un hijo del siglo XXI, Leo, deconstruido, temeroso, doliente en una historia de amor hacia Alicia la hermana de su amigo, que no termina de cerrar. Precioso el viaje a Londres.

Pero Te regalaré el mundo, es muchas cosas más. Es también y sobre todo metaliteratura, un personaje en dialogo con su autor que en muchos tramos me trajo a  la cabeza la trilogía policiaca de Ramiro Pinilla donde Sancho Bordaberri no solo escribe a Samuel Esparta sino que el personaje dicta al autor lo que va a suceder. Aquí Leo escribe una novela donde Rossum es el personaje, pero al final todo se diluye sin saber quien es personaje y quien es autor y los dos van de la mano tutelados por Arnau.

También me recordó mucho a Umberto Eco, a su monje buscando el finis africae en la biblioteca monacal del Nombre de la Rosa, pero mucho más al Pendulo Foucault. El ordenador Abulafia que busca la clave de una verdad supuesta. Esa verdad que se hace y se deshace en el libro del italiano y que en éste se convierte en la mente que todo lo piensa, el escritor que precede nuestra historia, los personajes sin cara, la prosopagnosia, el muñeco sin rostro ni coraza.

Quizá también las nuevas redes sociales, los que escribimos blogs,  twitter… que no dejamos de ser seres inventados que a su vez inventamos a otros ¿O somos reales?. Los avatares son las caras borrosas de los que nos conocemos sin reconocernos como los personajes del congreso en Londres que describe Marta. Nos intuimos sin saber quienes somos. Nos regalamos un mundo propio, nos damos vidas prestadas y alentadas por los demás. No sé si Leo es Neo pero en algunos casos me lo parece. La pildora roja y la pildora azul. ¿Qué es historia y qué es presente? ¿En qué momento el chicodelaconsuelo se apoderó de mi y en que momento el autor nos piensa a los dos?

A los que somos amigos del onanismo mental, Marta nos da argumentos de sobra para darle al magín, pero eso no significa que sea un libro pesado, la narración se lee fácil y la historia engancha con sus argumentos e intrigas. A mi me ha dado que pensar sobre los padres que queremos construir hijos en lugar de educarlos, que igual no tiene que ver con lo que la autora quería contar pero que a mi me lo ha inspirado. Igual que en algunos momentos también me ha recordado El hombre que fue jueves de Cherteston. pero bueno en esto no me hagáis mucho caso porque mi cocotera enlaza cosas sin más fundamento. Algún amigo que lo conoce, también dice que tiene cosas de Pynchon, no lo sé, igual es porque tampoco tiene cara reconocible, yo es que no lo he leído.

A pesar de lo dicho, que nadie piense en Te regalaré el mundo como un libro raro o esotérico. Es una narración fluida, interesante, en un español admirable lleno de referencias e hipervínculos culturales que enriquecen el texto. Un circo de varias pistas con un presentador en común que nos lleva de un lado a otro, del presente al siglo XVIII y vuelta sin solución de continuidad, sin rupturas. También es una historia de amor, una descripción del mundo periodístico actual, una crítica social.

Es cierto que se le va un poco la mano en la parte final, es cierto que a veces escribe y describe de más, pero a mi me ha parecido un buen libro. Bueno, un consejo final: como le dijeron a felipe uve palito: olvídate de que es la presentadora del telediario y disfrúta.

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