He acabado Te regalaré el mundo
de Marta Fernández. Cuando lo comencé tenía al menos tres razones para haberlo
abandonado en la página treinta: Primero tras Fernando Delgado y su horripilante
libro La mirada del otro me prometí no volver a leer un libro de un presentador
de televisión en mi vida, reincidí con mi admirada Mara Torres y volví a
arrepentirme, este era otra tentativa sospechosa. Segundo no me gusta en general la novela histórica, la mayoría de
las veces se me antojan historias actuales replantadas en el pasado sin
fundamento alguno y tercero Te regalaré el mundo empieza, la verdad,
con bastante poca gracia, por lo que seguir leyendo es todo un acto de fe dado
que es un libro tirando a gordote.
Pero lo que son las cosas, uno va
leyendo frases bien escritas, referencias bien enlazadas, alusiones a un tiempo
el del siglo XVIII que en nuestra historia siempre ha pasado con dejadez y
desidia, y poco a poco me fui enganchando. Y de repente del pasado salta al
presente y te encuentras con Leo un joven periodista en una redacción actual.
Te encuentras con Arnau un personaje gigante y recordable, coordinador del área
de cultura del periódico, que destila fuerza e ironía, critica a raudales
(sencillamente genial la descripción de la pijiburguesía de palco de Liceo que
describe durante todo un capítulo).
Pero sobre todo te encuentras a
una escritora, Marta Fernandez, que ha leído mucho, yo diría que muchísimo, y
se le nota; una escritora que parece llevar ya un tiempo pensando esta historia
hasta darle forma. Hay veces, es cierto, que te da la impresión de que Marta
tenía demasiadas palabras dentro. Como si llevara años buscando una excusa para
soltarlas a raudales y aquí le han salido todas de golpe. Hay trozos en los que
palabrea en exceso, que añade frases prescindibles, pero joder, es que escribe
muy bien. Vale, también es cierto que a veces queda un poco relamida y
gafotillas con demasiadas citas y alusiones mitológicas o culturetas, pero a mi,
que también adolezco de gafotismo, eso lejos de molestarme me gusta y cada
dos por tres me largaba a la Wikipedia a saber de quién narices estaba
hablando.
Rossum es un inventor de la corte
real que construye un muñeco con minuciosidad de relojero. No penséis en
Geppeto, a mi más bien me recordó a La Virgen Roja de Fernando Arrabal. Alguien
que no es que quiera tener un hijo es que quiere construir un hijo, que parece
lo mismo pero no lo es. Y en el presente Leo, el periodista, que también es una
construcción de su padre, un padre ausente y presente, un padre que lo abandona
pero que flota durante toda la novela. Un hijo del siglo XVIII construido y un
hijo del siglo XXI, Leo, deconstruido, temeroso, doliente en una historia de
amor hacia Alicia la hermana de su amigo, que no termina de cerrar. Precioso el
viaje a Londres.
Pero Te regalaré el mundo, es
muchas cosas más. Es también y sobre todo metaliteratura, un personaje en
dialogo con su autor que en muchos tramos me trajo a la cabeza la trilogía policiaca de Ramiro
Pinilla donde Sancho Bordaberri no solo escribe a Samuel Esparta sino que el
personaje dicta al autor lo que va a suceder. Aquí Leo escribe una novela donde
Rossum es el personaje, pero al final todo se diluye sin saber quien es
personaje y quien es autor y los dos van de la mano tutelados por Arnau.
También me recordó mucho a
Umberto Eco, a su monje buscando el finis africae en la biblioteca monacal del
Nombre de la Rosa, pero mucho más al Pendulo Foucault. El ordenador Abulafia
que busca la clave de una verdad supuesta. Esa verdad que se hace y se deshace
en el libro del italiano y que en éste se convierte en la mente que todo lo
piensa, el escritor que precede nuestra historia, los personajes sin cara, la
prosopagnosia, el muñeco sin rostro ni coraza.
Quizá también las nuevas redes
sociales, los que escribimos blogs, twitter…
que no dejamos de ser seres inventados que a su vez inventamos a otros ¿O somos
reales?. Los avatares son las caras borrosas de los que nos conocemos sin
reconocernos como los personajes del congreso en Londres que describe Marta.
Nos intuimos sin saber quienes somos. Nos regalamos un mundo propio, nos damos
vidas prestadas y alentadas por los demás. No sé si Leo es Neo pero en algunos
casos me lo parece. La pildora roja y la pildora azul. ¿Qué es historia y qué
es presente? ¿En qué momento el chicodelaconsuelo se apoderó de mi y en que
momento el autor nos piensa a los dos?
A los que somos amigos del
onanismo mental, Marta nos da argumentos de sobra para darle al magín, pero eso
no significa que sea un libro pesado, la narración se lee fácil y la historia
engancha con sus argumentos e intrigas. A mi me ha dado que pensar sobre los
padres que queremos construir hijos en lugar de educarlos, que igual no tiene
que ver con lo que la autora quería contar pero que a mi me lo ha inspirado.
Igual que en algunos momentos también me ha recordado El hombre que fue jueves
de Cherteston. pero bueno en esto no me hagáis mucho caso porque mi cocotera
enlaza cosas sin más fundamento. Algún amigo que lo conoce, también dice que
tiene cosas de Pynchon, no lo sé, igual es porque tampoco tiene cara reconocible,
yo es que no lo he leído.
A pesar de lo dicho, que nadie
piense en Te regalaré el mundo como un libro raro o esotérico. Es una
narración fluida, interesante, en un español admirable lleno de referencias e
hipervínculos culturales que enriquecen el texto. Un circo de varias pistas con
un presentador en común que nos lleva de un lado a otro, del presente al siglo
XVIII y vuelta sin solución de continuidad, sin rupturas. También es una
historia de amor, una descripción del mundo periodístico actual, una crítica
social.
Es cierto que se le va un poco la
mano en la parte final, es cierto que a veces escribe y describe de más, pero a
mi me ha parecido un buen libro. Bueno, un consejo final: como le dijeron a felipe uve
palito: olvídate de que es la presentadora del telediario y disfrúta.
Enlace a otros libros reseñados por elchicodelaconsuelo
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