sábado, 23 de enero de 2021

Hacerse mayor o la nostalgia de la normalidad

 No deja de asombrarme esa evidencia, hoy tan cotidiana, de que la vida se gasta. Hacerse mayor. Dejar de estar cuando menos lo esperas o simplemente dejar de apuntar lejos para apuntar tan solo a mañana como mucho. ¿Estas ya preparada para reunirte con tu dios? Le pregunta a la maestra el chaval que la va a asesinar en la primera página de Acción de gracias de Richard Ford. Y la maestra tiene que hacer un balance rápido e irreal de si todo lo que ha vivido ha merecido la pena, debatir en tres segundos las cosas que le quedan por hacer en el conocimiento certero de que ya no va a poder hacerlas.

No es que estos momentos de niebla me hayan derivado hacia una borrachera de intensidad, no me creo tan especial de ver diáfano lo turbio ni creo tener una capacidad especial para poner palabras a sentimientos que cualquiera podría tener, pero sí que me perplejo, me perplejo mucho en esa conversación disonante que tengo a diario con ese tipo llamado yo y que me lleva últimamente a pensamientos que no sé si son nuevos o simplemente no me veía lo suficientemente aludido para reparar en ellos.

No es que me haya pasado nada concreto que me haya cambiado la vida: no he perdido a nadie en esta degollina silenciada con aplausos, no me han echado del trabajo, no se ha hundido la empresa familiar; mi mujer todavía me aguanta como habitante de la cama de al lado, los gatillazos todavía se mantienen en una relación aceptable de éxitos partido por intentos y mis hijos se desenvuelven en esa etapa adolescente en la que las decepciones y la desidia van construyendo sus futuros. Nada de eso ha pasado pero todo puede ser, todo ello se ha manifestado como susceptible de poder suceder, nada se ha roto pero todo se ha hecho endeble y vulnerable.

Hace unos años escribía un cuento agrio y vengativo sobre las personas que dejan escapar los años que van desde los 45 a los 65 tan solo dejándose ir; hoy que ya voy por la mitad del segundo cuarteto, me persigue la sombra de aquel cuento como un ladrón en la oscuridad. A veces pienso que estaba equivocado y que esta etapa no es sino un periodo de reconciliación con las derrotas, otras, sin embargo, se me come el sentimiento de creer que estoy perdiendo el tiempo, malgastando las horas en pequeñas desidias engordadas en vano como las pompas de jabón del titiritero del parque.

En este estado de las cosas, en esta preparación del terreno para construir la casita efímera del cerdito remolón, en esta soledad de blancanieves bajo la mirada acechante de mil madrastras, en esta incertidumbre, en este polvo de sobremesa acompasado y amenazado por el estallar de las bombas que caen en esta república asediada en esta guerra de mierda, en esta farsa de sinverdades contadas en el noticiero, en este parte diario de muertos y quiebras, aquí me encuentro jadeante, imagino que como todos, esperando que escampe. Entiendo a la gente que se rompe porque ya no puede aguantar más. Qué petulancia tienen los avatares para representarse como irremediables. Qué fugacidad los años para aparentarse como minutos del descuento.

Me echo la culpa por leer demasiado, por recurrir a la pasividad estética de ir pasando las hojas,de ver el cuadro mientras corre fuera lo real. Como el trabajador de nueve a cinco que una mañana de jueves que no va a la oficina y descubre el devenir cotidiano de su barrio y se da cuenta de lo que se está perdiendo entre las paredes de papel. Tampoco creais, nada especial: acompañar a los hijos en los suspensos merecidos, ir al mercadillo a comprar cuarto y mitad de mortadela, hablar con el frutero, darle consejos legales inservibles a la cuarentona de la tienda que se quiere divorciar, mirarle los pechos a la nueva camarera del bar, enredarse en la biblioteca con los cuentos de Sepulveda y Castán y volver a casa, solo eso, sin más.

No me hagáis mucho caso, igual es que no he bebido, digo vivido lo suficiente y tengo una especie de añoranza de normalidad.

lunes, 18 de enero de 2021

Rafael Alvarez El Brujo. Dos tablas y una pasión Opinión y Crítica.

A veces el teatro es un diálogo,
y depende tanto del público como del actor
que pase algo,
que nazca el arte,
que la belleza se vista de revolucionaria
y rompa la rutina con el encanto de lo excelso:
hoy ha ocurrido en El teatro de las esquinas
de mi pueblo. Cuando ha actuado Rafael Álvarez El brujo.

La cuarta pared nunca se rompe,
pero se olvida
y cuando eso pasa no cabe la mentira
sino una sinceridad a gritos.
declamada, sentida, aplaudida
a tiempo y a destiempo en un dialogo abierto
entre el actor y el público.

Dos tablas y una pasión
es un recorrido por la historia del teatro
es una antología
y con todo el respeto es una falta de respeto
que la acerca al aquí y al ahora
en una crítica sarcástica de la actualidad
que solo
pueden permitirse los muy buenos sin que decaiga.

Dos tablas y una pasión es lo mejor de los mejores
un monologo en permanente digresión
por Lope, Quevedo
por el Caballero de Olmedo y Santa Teresa
y al tiempo por la falsa mediocridad de las tertulias políticas
que representan escritas en minúsculas la peor representación
en contrapunto bufón al Teatro grande escrito con mayúsculas
que nunca cansa, como el de hoy.

Que delicia perderse en cada gesto, olvidarse en cada palabra
sentirse en cada movimiento de El brujo en el escenario
un escenario vacío y lleno a un tiempo
silencioso en el tornavoz del aliento,
reflejado en la luz que de repente lo enmarca
en la oscuridad de este ahora que vivimos.
Cómo explicar la belleza que rompe el tiempo.
De lo actual a lo clásico
y del congojo a la risa en un momento.

Qué suerte poder poner sordina durante dos horas
a tanto ruido.


viernes, 8 de enero de 2021

48 libros para recordar en un año para olvidar.

 Ya sabéis que un año no empieza hasta que se hace la lista de los libros leídos en el año anterior. No es eso de marcarse un rollete gafotas de cada uno de ellos sino más bien un repaso surfeando por las letras que han ido llenando los días de este precioso año de ventanas, mentiras y lágrimas.

Si queréis pasar del post y ver la lista completa 2020 la tenéis en esta pestaña

 

El primer libro fue El entenado, no conocía a Saer y me gustó mucho. La tribu de sus peculiares indios y sus contradicciones me hizo pensar. Saer escribe bien, muy bien a veces un poco denso, pero muy bien. Este año he empezado por Glosa del que llevo la mitad y tengo La Grande a la espera. Por lo que llevo leido no son como El Entenado que es un libro más cómodo, estos son más tipo sin argumento, pero escribe sensacional, la verdad, ya os iré contando.

Durante el primer tramo de pandemia me he quitado alguno de los libros de esa lista que tanto me gustan Los mejores libros en español de los últimos 25 años. El resultado ha sido desigual aunque esperado. El Jinete Polaco de Muñoz Molina me gustó mucho. Sin embargo, Marías (Mañana en la batalla) y Goytisolo (Paisaje después de la batalla) no me gustaron nada de nada ninguno de los dos. Goytisolo para mi incomprensible y a Marías lo indulté con Corazón tan blanco pero lo vuelvo a meter en la nevera con este. Se muere de intensidad para contar obviedades sin ligazón.

Hablando de bajonazos, 3 de  grandes autores (Esto de los libros es como estar sentado en la rama de una higuera, como decía Richard Chaning en Falcon Crest, que aunque estés cómodo siempre has de estar preparado para que se rompa).El primero Luis Sepulveda (fallecido este año) con esa serie de libros de animalicos que me parecen empalagosos a más no poder,este año el de la ballena; después Gabo con el tal Miguel Littin que no me dijo nada y totalmente inesperado el de Martinez de Pisón con Fin de Temporada, nada que ver con Derecho natural, El día de mañana o Carreteras secundarias que  son excelentes. Típico libro de relleno por contrato editorial que se alarga para que llegue al número de páginas vendibles, va dando saltos y no tiene ese encanto de las relacines familiares como tienen los otros. Sin embargo, Tiempos recios de Vargas Llosa, en el que no confiaba, resulta un libro más que apañado contando esas historias de dictadores caribeños que tanto me gustan. Ni que decir tiene que esta a años luz por debajo de la Fiesta del Chivo o Conversaciones en la catedral pero vamos muy bien.

Paul Auster y Fernando Aramburu: pues sí pero no. Decir que escriben mal sería una gilipollez, pero todavía me tengo que leer alguno de ellos que me enganche .  De Aramburu ya sabéis que soy de los pocos que me gustó más la serie de Patria que el libro. Este año me he leido Autorretrato sin mi. A Auster le quise dar una oportunidad y un día tuiteando con Montero Glez (toma petulancia, pero es cierto) me recomendó La noche del oráculo y bueno, como contestaría mi adolescente mayor cuando le pregunto su opinión de cualquier cosa “sin más”. Hablando de Montero Glez La imagen secreta es un libro precioso de la Transición en Madrid pero no espereis nada de movida promovida por el ayuntamiento que cantaba puturrú, aquí en ese lenguaje propio y genial de monterito nos habla de sus idolos de siempre que si Camarón, García Alix, Pata Negra y ese submundo madrileño setentero y ochentero al margen o además de la Chica de Ayer. Me gustó pero es que (como dijo Jenna Jamesson) de este tipo me lo trago todo.

He leído 7 libros de poesía, pero esto tiene trampa: primero porque los libros de poesía no se leen de forma lineal y segundo porque en dos casos son antologías completas. El regalo de la Obra completa de Miguel D´Ors ha sido junto con la macropantalla que me han traído los reyes el regalo del año (mis gafotas nuevas también, pero sobre mis decaimientos cincuenteros ya hablaremos otro rato). Le debo a Ion de Librosque leo conocer de la existencia de esta compilación de Miguel D´Ors que es todo un lujo. Lo puse en mi carpeta de libros que me compraría sin esperanza alguna por lo difícil de conseguir  y el duende de los deseos me lo puso en medio de la pandemia sobre la mesa del despacho igual para compensar mi plena dedicación de amaestra-adolescentes enjaulados. Los libros leídos este año de Pedro Andreu (Frio y Partida entre canallas) son libros de novicio primigenio. Si no conocéis a este autor sensacional mejor leeros en prosa Datrebil y El secadero de Iguanas o de poesía Laura y el sistema. Andreu es peculiar, pero si te engancha como a mí ya no puedes dejar de comprar todos sus libros. De Benjamín Prado sin estar mal, me esperaba más.

Lo de comprar libros en papel empieza a ser para mi una adicción, pero no lo puedo evitar y más si quienes lo publican son blogueros a los que sigo desde hace tiempo. Esto es un poco atrevido ya que si no te gusta te metes en un compromiso, pero la verdad es que he tenido suerte y tanto Todo lo que no te dije de Laura Gonzalez como El soldado que siguió más allá del río Ganges de Mario de Hermosa decadencia  son dos libros estupendos. 

Hay autores de los que, ya casi como constumbre, me leo un libro al año: así Richard Ford que este año me he leido Entre ellos hablando de sus padres y El mal de Corcira de Lorenzo Silva que se recupera con este episodio de una mala racha de Vila y Chamorro. Ambos me han gustado así como el de Huellebecq El mapa y el territorio.

También este año he seguido con el estudio de la segunda república, ya os he castigado con algún post al respecto, estoy en la fase de ir a los matices y leer cosas más peculiares o que estudian aspectos concretos. El libro sobre Azaña de Josefina Carabias, el de la izquierda burguesa republicana de Avilés Ferrer o el de Clara Campoamor sobre la revolución anarco-comunista del 36 en Madrid son ejemplo siendo libros muy entretenidos. El de Sangre y Fuego de Chaves Nogales juega en otra liga. A sangre y fuego es literatura con mayúsculas no solo ensayo y que seguro me obliga a leer nuevos libros suyos en 2021. Igualmente para Las bicicletas son para el verano de Fernan Gomez que hacía tiempo quería leerme.

No quiero acabar esta reseña de mis libros 2020 sin hacer alusión a dos de ellos. No sé si son los mejores del año o los que más me han gustado, pero sí sé que son los que más me han hecho pensar. Hablo en novela de Tenemos que hablar de Kevin y del ensayo de Silva Sanchez La expansión del derecho penal. Tengo en mi cuaderno más de 30 hojas de notas de cada uno. Los dos son distintos, pero los dos tienen en común que hablan de delitos y de responsabilidad. 

Cada uno tenemos nuestros vicios ridículos y a mi me encanta leer cosas de dogmática penal, que es una materia que en lo laboral no me sirve absolutamente para nada pero en lo filosófico me hace mantener las neuronas activas a mi provecta edad. Seguro que en algún momento rescataré los apuntes para escribir un post, pero no puedo resistirme a soltar algunos apuntes a modo de pregunta.

 ¿La política criminal (la pena como herramienta política) ha matado los principios y garantías penales democráticas? ¿El fin de esa pena justifica los medios de saltarse las garantías básicas? Esa necesidad contemporánea de la seguridad absoluta (accidentes cero decía una pretenciosa y ridícula campaña prevencionista de mi pueblo) y la creencia de que todo resultado lesivo debe tener un culpable al que penar (La mezcla del unglück con el unrecht germano) justifica una pena desproporcionada pero util. ¿Se ha sustituido las teorías de la causalidad y la finalidad por el principio de “imputación normativa”?. (“da igual quien cause las cosas, da igual quien las tenía previstas en su finalidad, lo importante es a quien se las carga el derecho, a quien se las imputa la norma para que duerma tranquila la sociedad timorata y vengativa contemporánea. No cabe lesión sin culpable).

¿Se están protegiendo “bienes jurídicos de clase” ante formas residuales de agresión (medioambientales por un lado, o económicas por otro…) para de esa forma escarmentar los demás?; ¿Tiene derecho el enemigo social a ampararse en los derechos garantistas del estado que quiere reventar, estamos construyendo un derecho penal de clase y del enemigo, un derecho penal solo penitenciario, sin admitir alternativas a la pena?

Peor aun, ¿estamos renunciando a la autoría real en favor de una imputación objetiva sin necesidad de probar dolo o culpa? ¿Queremos meter en la cárcel por relaciones consentidas cuando repugne a nuestra moralidad la prestación del consentimiento de la víctima? ¿Todo consentimiento sexual bajo los efectos del alcohol lo presumimos un consentimiento viciado? Si es así me considero víctima y actor de unos cuantos delitos. ¿Cuánto debemos adelantar la protección del peligro del bien para evitar su posible lesión, la tentativa imposible, el autor potencialmente peligroso?  ¿Quién es el culpable en la industria 4.0 de maquinas interrelacionadas; quien responde por los delitos tecnológicos, quien de los globalizados y organizados internacionalmente?

¿Estamos conformes con que quien figura como representante legal de una sociedad mercantil que gana dinero con una actividad debe ser penado por todas las lesiones que se produzcan en su ámbito de actuación? ¿Dónde queda el principio de culpabilidad personal? ¿Deben los pequeños rateros ser encarcelados con una función clara de aislamiento porque la acumulación de estos delitos leves puede asustar a futuro a la sacrosanta seguridad de la propiedad?

Tanto en un caso como en el otro se trata des un derecho penal de clase, expandido, propio de esta sociedad que no es capaz de soportar un daño sin un culpable que vaya a la cárcel y exige la pena desproporcionada como única garantía para preservar sus derechos de clase social.

Hala ya se me ha ido de las manos el post, bueno si alguien sigue ahí feliz año.