Ya sabéis que un año no empieza
hasta que se hace la lista de los libros leídos en el año anterior. No es eso
de marcarse un rollete gafotas de cada uno de ellos sino más bien un repaso surfeando por las letras que han ido llenando los días de este precioso año de
ventanas, mentiras y lágrimas.
Si queréis pasar del post y ver la lista completa 2020 la tenéis en esta pestaña
El primer libro fue El entenado,
no conocía a Saer y me gustó mucho. La tribu de sus peculiares indios y sus
contradicciones me hizo pensar. Saer escribe bien, muy bien a veces un poco
denso, pero muy bien. Este año he empezado por Glosa del que llevo la mitad y tengo
La Grande a la espera. Por lo que llevo leido no son como El Entenado
que es un libro más cómodo, estos son más tipo sin argumento, pero escribe
sensacional, la verdad, ya os iré contando.
Durante el primer tramo de
pandemia me he quitado alguno de los libros de esa lista que tanto me gustan Los mejores libros en español de los últimos 25 años. El resultado ha sido desigual
aunque esperado. El Jinete Polaco de Muñoz Molina me gustó mucho. Sin embargo, Marías (Mañana en la batalla) y Goytisolo (Paisaje después de la
batalla) no me gustaron nada de nada ninguno de los dos. Goytisolo para mi
incomprensible y a Marías lo indulté con Corazón tan blanco pero lo vuelvo a
meter en la nevera con este. Se muere de intensidad para contar obviedades sin
ligazón.
Hablando de bajonazos, 3 de grandes autores (Esto de los libros es como estar sentado en la rama de una
higuera, como decía Richard Chaning en Falcon Crest, que aunque estés cómodo siempre
has de estar preparado para que se rompa).El primero Luis Sepulveda (fallecido este año) con esa
serie de libros de animalicos que me parecen empalagosos a más no poder,este año el de la ballena; después Gabo
con el tal Miguel Littin que no me dijo nada y totalmente inesperado el de
Martinez de Pisón con Fin de Temporada, nada que ver con Derecho natural, El día
de mañana o Carreteras secundarias que son
excelentes. Típico libro de relleno por contrato editorial que se alarga para que
llegue al número de páginas vendibles, va dando saltos y no tiene
ese encanto de las relacines familiares como tienen los otros. Sin embargo, Tiempos
recios de Vargas Llosa, en el que no confiaba, resulta un libro más que
apañado contando esas historias de dictadores caribeños que tanto me gustan. Ni
que decir tiene que esta a años luz por debajo de la Fiesta del Chivo o Conversaciones
en la catedral pero vamos muy bien.
Paul Auster y Fernando Aramburu: pues sí pero no. Decir que escriben mal sería una gilipollez, pero
todavía me tengo que leer alguno de ellos que me enganche . De Aramburu ya sabéis que soy de los pocos que me gustó más la serie de Patria
que el libro. Este año me he leido Autorretrato
sin mi. A Auster le quise dar una oportunidad y un día tuiteando con Montero
Glez (toma petulancia, pero es cierto) me recomendó La noche del oráculo
y bueno, como contestaría mi adolescente mayor cuando le pregunto su opinión de
cualquier cosa “sin más”. Hablando de Montero Glez La imagen secreta es
un libro precioso de la Transición en Madrid pero no espereis nada de movida
promovida por el ayuntamiento que cantaba puturrú, aquí en ese lenguaje propio y
genial de monterito nos habla de sus idolos de siempre que si
Camarón, García Alix, Pata Negra y ese submundo madrileño setentero y ochentero al margen o además de la Chica de Ayer. Me gustó pero es que (como dijo Jenna Jamesson) de este tipo
me lo trago todo.
He leído 7 libros de poesía,
pero esto tiene trampa: primero porque los libros de poesía no se leen de forma
lineal y segundo porque en dos casos son antologías completas. El regalo de la
Obra completa de Miguel D´Ors ha sido junto con la macropantalla que me
han traído los reyes el regalo del año (mis gafotas nuevas también, pero sobre
mis decaimientos cincuenteros ya hablaremos otro rato). Le debo a
Ion de Librosque leo conocer de la existencia de esta compilación de Miguel D´Ors que es
todo un lujo. Lo puse en mi carpeta de libros que me compraría sin esperanza
alguna por lo difícil de conseguir y el duende de los deseos me lo
puso en medio de la pandemia sobre la mesa del despacho igual para compensar mi
plena dedicación de amaestra-adolescentes enjaulados. Los libros leídos este
año de
Pedro Andreu (Frio y Partida entre canallas) son libros de novicio
primigenio. Si no conocéis a este autor sensacional mejor leeros en prosa Datrebil y El secadero de Iguanas o de poesía Laura y el
sistema. Andreu es peculiar, pero si te engancha como a mí ya no puedes dejar
de comprar todos sus libros. De
Benjamín Prado
sin estar mal, me esperaba más.
Lo de comprar libros en papel
empieza a ser para mi una adicción, pero no lo puedo evitar y más si quienes lo
publican son blogueros a los que sigo desde hace tiempo. Esto es un poco
atrevido ya que si no te gusta te metes en un compromiso, pero la verdad es que
he tenido suerte y tanto Todo lo que no te dije de Laura Gonzalez como El
soldado que siguió más allá del río Ganges de Mario de Hermosa decadencia son dos libros estupendos.
Hay autores de los que, ya casi como constumbre, me leo un libro al año: así Richard Ford que este año me he leido Entre ellos hablando de sus padres y El mal de Corcira de Lorenzo Silva que se recupera con este episodio de una mala racha de Vila y Chamorro. Ambos me han gustado así como el de Huellebecq El mapa y el territorio.
También este año he seguido
con el estudio de la segunda república, ya os he castigado con
algún post al respecto, estoy en la fase de ir a los matices y leer cosas más peculiares o
que estudian aspectos concretos. El libro sobre Azaña de
Josefina Carabias,
el de la izquierda burguesa republicana de
Avilés Ferrer o el de
Clara
Campoamor sobre la revolución anarco-comunista del 36 en Madrid son
ejemplo siendo libros muy entretenidos. El de Sangre y Fuego de Chaves Nogales juega en otra liga.
A sangre
y fuego es literatura con mayúsculas no solo ensayo y que seguro me obliga
a leer nuevos libros suyos en 2021. Igualmente para
Las bicicletas son para
el verano de Fernan Gomez que hacía tiempo quería leerme.
No quiero acabar esta reseña de mis
libros 2020 sin hacer alusión a dos de ellos. No sé si son los mejores del año
o los que más me han gustado, pero sí sé que son los que más me han hecho
pensar. Hablo en novela de Tenemos que hablar de Kevin y del ensayo de
Silva Sanchez La expansión del derecho penal. Tengo en mi cuaderno más
de 30 hojas de notas de cada uno. Los dos son distintos, pero los dos tienen en común
que hablan de delitos y de responsabilidad.
Cada uno tenemos nuestros vicios ridículos
y a mi me encanta leer cosas de dogmática penal, que es una materia que en lo
laboral no me sirve absolutamente para nada pero en lo filosófico me hace
mantener las neuronas activas a mi provecta edad. Seguro que en algún momento
rescataré los apuntes para escribir un post, pero no puedo resistirme a soltar
algunos apuntes a modo de pregunta.
¿La política criminal (la pena como herramienta política)
ha matado los principios y garantías penales democráticas? ¿El
fin de esa pena justifica los medios de saltarse las garantías básicas? Esa necesidad contemporánea de la seguridad absoluta
(accidentes cero decía una pretenciosa y ridícula campaña prevencionista de mi
pueblo) y la creencia de que todo resultado lesivo debe tener un culpable al
que penar (La mezcla del unglück con el unrecht germano) justifica una pena
desproporcionada pero util. ¿Se ha sustituido las teorías de la causalidad y la
finalidad por el principio de “imputación normativa”?. (“da igual quien cause
las cosas, da igual quien las tenía previstas en su finalidad, lo importante es
a quien se las carga el derecho, a quien se las imputa la norma para que duerma
tranquila la sociedad timorata y vengativa contemporánea. No cabe lesión sin
culpable).
¿Se están protegiendo “bienes
jurídicos de clase” ante formas residuales de agresión (medioambientales por un
lado, o económicas por otro…) para de esa forma escarmentar los demás?; ¿Tiene
derecho el enemigo social a ampararse en los derechos garantistas del estado
que quiere reventar, estamos construyendo un derecho penal de clase y del
enemigo, un derecho penal solo penitenciario, sin admitir alternativas a la
pena?
Peor aun, ¿estamos renunciando a la
autoría real en favor de una imputación objetiva sin necesidad de probar dolo o
culpa? ¿Queremos meter en la cárcel por relaciones consentidas cuando repugne a nuestra moralidad la prestación del consentimiento
de la víctima? ¿Todo consentimiento sexual bajo los efectos del alcohol lo presumimos
un consentimiento viciado? Si es así me considero víctima y actor de unos
cuantos delitos. ¿Cuánto debemos adelantar la protección del peligro del bien
para evitar su posible lesión, la tentativa imposible, el autor potencialmente peligroso? ¿Quién es
el culpable en la industria 4.0 de maquinas interrelacionadas; quien responde por los delitos tecnológicos, quien
de los globalizados y organizados internacionalmente?
¿Estamos conformes con que quien
figura como representante legal de una sociedad mercantil que gana dinero con una
actividad debe ser penado por todas las lesiones que se produzcan en su ámbito
de actuación? ¿Dónde queda el principio de culpabilidad personal? ¿Deben los
pequeños rateros ser encarcelados con una función clara de aislamiento porque
la acumulación de estos delitos leves puede asustar a futuro a la sacrosanta
seguridad de la propiedad?
Tanto en un caso como en el otro se trata des un derecho penal de clase, expandido, propio de esta sociedad que no es capaz de
soportar un daño sin un culpable que vaya a la cárcel y exige la pena
desproporcionada como única garantía para preservar sus derechos de clase social.
Hala ya se me ha ido de las manos
el post, bueno si alguien sigue ahí feliz año.