derechón repeinado de colegio de Fomento,
y te dan ganas de quitarle el bocadillo de mortadela
y tirárselo a un charco.
Sus artículos dominicales
no llegan ni a homilía de cura de sotana raída
y desprenden un tufillo rancio
a columnista a sueldo vaticano...
Pero qué queréis que os diga,
a mi me gusta como escribe novelas.
Si solo hubiera sido La Tempestad
la cosa hubiera quedado en un planeta agraciado,
pero es que después escribió
La vida invisible
y eso son palabras mayores,
Se me ganó el corazón
y el magín lector
para siempre
y desde entonces,
por ese miedo a la desilusión,
no lo he vuelto a leer...
no fui capaz de avanzar con El séptimo velo
ni quise ir hacia atrás leyendo Coños.
Ahora publica
Me hallará la muerte
me lo han traido los Reyes… ya os contaré.
Eso fue hace unos meses (en el blog escondido) ya me lo he leído y os cuento…
Así en general, Juan Manuel de Prada es alguien que domina el lenguaje y las palabras, difícil de pillarle en renuncio, escribe bien. El problema es cuando lo ensortijado termina por estrangularle y la cosa no avanza rizando el rizo del arabesco lingüístico pedante y se encandila en la borrachera de metáforas hasta la desesperación. Las metáforas las carga el diablo y las páginas abarrotadas de “comos” se convierten en una retahíla de ocurrencias sin más emoción que averiguar cual será la siguiente semejanza estrafalaria con la que nos disparará el autor en su verborrea desbocada.
No me gustan mucho las novelas históricas, es verdad, quizá porque no he tenido la suerte de encontrarme en el camino con buenos personajes históricos (no del mío ubicados en otros tiempos, que no es lo mismo). En esta amalgama de páginas encuadernadas (me cuesta llamarlo novela) el autor nos cuenta una historia que pasa en la Rusia de la división azul como podría pasar en cualquier otro sitio, los personajes no son históricos sino puestos allí, en la historia, en una especie de atrezzo sin razón.
“Te hallara la muerte” se compone de varias partes: antes de alistarse, en Rusia y a su vuelta. No destripo el libro que para eso ya está la reseña de la cubierta (incluso el título…mandan guebos). Parece como si tuviera escritas varias novelas y por una decisión del editor (o de algún fabricante de papel, el libro tiene 700 paginas) las hubiera pegado a la fuerza con una mixtura de mortero palabrero con la única finalidad de rellenar las junturas que deja la desconexión del argumento.
Los personajes no tienen una continuidad de comportamiento ni de carácter, van dando saltos en su pensar y no identificas al de una parte con el de la siguiente. Lo peor a mi modo de ver, es lo de sacarse personajes de la chistera. Es decir, quien tiene un papel de figurante durante 400 paginas y no sabes ni quien es, ni casi como se llama, de repente asume un papel protagonista y tienes que volver para ver si realmente era tan importante cien páginas atrás.
Lo de la moraleja política de los dos franquismos: el tecnócrata y el falangista queda un poco pinturero y de esterotipo y hasta un poquito empalagoso,durante toda la novela. Sobre esto escribe de manera cruel (…y muy bien) Embajador en el infierno un blog que me gusta bastante. Y si os interesa este tema (y contado en serio) os recomiendo que os leáis a mi profe de político Manuel Ramírez España 1939-1975 régimen político e ideología es un libro pequeño, apasionante pero intenso en el buen sentido.
En fin que casi me da miedo releer alguna página de La tempestad o de La vida invisible, por si se me rompe, ya que ese libro lo guardo en la balda de mis lecturas favoritas. Quizá, pienso ahora, porque no solo sea la balda de mis lecturas, sino también la de los recuerdos de mis lecturas y empiezo a pensar que en ella están, no solo los libros sino al mismo tiempo, los recuerdos de los momentos en los que los leí, allí, pegados a las páginas. Me da miedo, porque aquel libro, La vida invisible, me gustó mucho y en su trama no se veían las costuras de un traje hecho de varias piezas como en este. También la tempestad (que ganó el planeta) me gustó. Pero Me hallara la muerte no, ni de coña.
No os lo leáis.