Presencia, mucha presencia de ella, la cámara encima, la mirada que todo lo dice y el argumento que tan solo se intuye mar adentro de sus ojos. Sexo, mucho sexo, de ese en el que nuestras mamas (o al menos la mía) hubieran girado la cabeza. Sexo lésbico en una, sexo de sesentones en la otra, Sexo claro, a cámara abierta, sin sábanas que cubran, ni tomas que escondan. No es un sexo fácil de rubias de postal y tetas de cortapega, de ese que ahora te ponen en cualquier sitio (incluso en la peli dominical del mediodía) para recreo cinturabajo y vacio cuelloarriba, sino un sexo en el que te preguntas qué estará pensando ella mientras folla y con qué demonios estará luchando mientras se corre de manera salvaje. Sexo metido en el argumento, quizá porque, y aquí empiezo a atizar, sea lo único del argumento o al menos lo más destacado.
En estas semanas he visto dos películas: la chilena “Gloria” de Sebastian Lelio y la francesa “La vida de Adele” de Abdellatif Kechiche. Y las dos podrían empezar con el este mismo párrafo. Las dos tienen un personaje protagonista que revienta la pantalla, en las dos el director les pega la imagen a sus lágrimas, las dos dejan ver hasta el último rincón de su cuerpo (más agradable el de Adele puffffffff) y en las dos la lentitud se mastica haciéndote participe de sus sentimientos. Las dos tienen buenas historias contracorriente, “sexo incorrecto”, el amor como asidero, el desamor en carne viva. En las dos sabes que hay una historia detrás de sus polvos a caravista, una lucha interior que se refleja en unos primerísimos planos tremendos que despedazan cada gesto en minutos de imagen superlenta, pero en las dos falta algo para mi esencial que son las palabras. Son largas y sin embargo me queda mucha historia sin contar.
Ya sé que una imagen vale más que mil palabras, pero en algunos casos tres palabras hacen mil veces más rica una imagen. Os pongo un ejemplo en 'Las ventajas de ser un marginado' de Stephen Chbosky (por cierto me gusto mucho más la película que el libro que también está bien), en esa película también hay elipsis, también el protagonista se apropia de la cámara, pero las conversaciones con la chica son una delicia que subraya imágenes tan impactantes y con tanto significado como la de la salida del túnel.
En las reseñas que me he leído ponen por las nubes a
Adèle Exarchopoulos y en Gloria a
Paulina Garcia, pero no sé si es por mi mentalidad del atletico, pero me quedo con los secundarios antes que con los superprotagonistas. En Adele es
Lea Seydoux quien lo borda Su mirada perdida y azul (reminiscencias de blues), que parece decirle a Adele “pequeña no sabes en el camino que te estás metiendo, no sabes lo que yo llevo ya recorrido, piénsatelo”, como hace de su personaje, un personaje rico en facetas: a veces en el mundo intenso del marchantismo de arte, a veces en el sentimiento de su corazón roto, a veces renunciando al placer descarnado de un polvo a orgasmo abierto por unos polvos cotidianos de misionero conyugal (si cupiera el misionerismo lésbico que no lo sé) un papelón sin duda. Y lo mismo en Gloria con el chileno
Sergio Hernández, magistral la cena en casa de los hijos de ella, y luego como se desnuda avergonzado al tiempo que desnuda (o pretende desnudarse) de una parte de su pasado. genial!!
Las películas también difieren en muchas cosas: la francesa se le sabe mucho más costosa, me imagino que habrán gastado kilómetros de película en el rodaje. Gloria más modesta con un look más ochentero (quizá voluntario). Distinto el tratamiento de la critica política, más explicito (demasiado) en la francesa y mucho mas de ruido de fondo en la chilena, con todos esas grutas oscuras y fosas sin abrir que deja toda transición como la chilena (o la española).La música es protagonista en Gloria y si embargo en Adele es más la yesada que tapa algunas junturas de la película francesa. (no digo que esté mal)
En definitiva dos películas que tenéis que ver, en mi opinión no son tan magistrales como las venden, ni tan escandalosas como las pintan (hoy día hay mil cosas más escandalosas que unos polvos bien echaos). Pero son películas buenas, de una estética cautivadora, con una crítica social bien integrada en la cinta y unas interpretaciones (sobre todo las de los secundarios) de bandera. El problema es si las llegareis a ver si no vivís en los madriles o barnas, especialmente Gloria.
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El tema de las salas y la industria del cine (en especial el español) me parece una puta mierda que me da asco hasta comentar. No voy a entrar en si se merecen la piratería o no, pero lo han hecho tan mal durante los últimos veinte años, que ahora con el cierre de salas siento una especie de sensación de “que se jodan”.
No comprendo, por ejemplo, porqué todas las películas me cuestan lo mismo, los cines se han convertido en un todo a cien en donde un boli cuesta igual que un anillo de oro, con el agravante de que hasta que no abres el paquete no sabes lo que compras, y de que en la puerta hay un grupo mentirosos a sueldo, llamados críticos, que te meten por los ojos un producto u otro según sea su pagador. No digo que la superproducción sea mejor que la peli de minorias (más bien al contrario) lo que digo es que el cliente de una es distinto y puede pagar distinto que el otro.
¿Por qué todas las películas cuestan lo mismo? ¿Por qué en provincias no hay cines de reestreno donde las películas cuesten la mistad, o salas dentro de los mismos cines que sigan esa mecánica de precios? ¿Es culpa de las distribuidoras? no lo sé, pero no lo entiendo. A lo mejor el cine español, o chileno, o francés de autor, ahora denostados por lo que sea, deben tener un precio de ticket menor que el de una superproducción de moda o en una superproducción reestrenada cinco años después. A lo mejor en una sala deben dejar comer palomitas, cervezas y bocadillos de chopez porque el publico que va allí así lo quiere y en otra prohibir hasta los chicles. A lo mejor deben dejar de mirarse al ombligo y escuchar de una puta vez al espectador. A lo mejor deberían saber que el negocio del cine español no es el mismo que el de una superproducción y que juegan distinto partido y que necesitan desarrollar otra estrategia de venta, otra estrategia de marketing y de distribución. Que el Zaragoza no juega la misma liga que el Madrid aunque lo parezca, que el canalmás no puede pagar lo mismo por un Farsa-Mandril que por un Zaragoza-Ponferradina.
En este intento suicida del cine español, que lleva veinte años haciéndose el harakiri y echando la culpa a fantasmas imaginarios de su torpeza, a lo mejor deberían tenerlo en cuenta. Cualquier persona, por torpe que sea, sabe que cuando abre su tienda tiene que estar a bien con todo el mundo, eso no significa que no tengas tus ideas, pero como me decía el otro día un tendero de ideas ultraderechistas, una cosa es lo que pienso, que lo sabe todo el mundo, y otra que tenga que poner la imagen del caudillo en la puerta de mi tienda. Pues no, en el cine español han decidido poner en la puerta de su tienda la imagen de Kim Jong-Un, pues nada adelante y así les va, pero luego no me lloren.
Tampoco comprendo porque se han autoasignado el título de “representantes del mundo de la cultura” ustedes son representantes de una parte del mundo de la interpretación (que está dentro de la cultura por supuesto) pero por cantar muy bien o ser buenos actores no les hace a ustedes representantes de la cultura: salta a la vista que muchos de ustedes son más tontos que un cerrojo. Esto decirlo de Carmen Sevilla genera consenso, ahora bien decirlo del Bardem o de Candela Peña puede generar que te pongan el sello de facha en la frente para siempre.
Disculpen el vomito, pero me fastidia que películas minoritarias muy buenas como Gloria u otras excelentes españolas de autor, tengan que sufrir los daños colaterales de una patrullaca de pijos cejialados malcriados y subvencionados que se han hecho los dueños monopolistas de teles y salas españolas y además utilizan de escudos humanos a los jóvenes creadores minoritarios como si pertenecieran al mismo grupo.