Vila nos vuelve a traer esa
imagen, para mi atrayente, de que cualquiera podemos ser un criminal si en el momento
determinado giramos a la izquierda en lugar de a la derecha, si aquella noche
de verano hubiéramos bebido cuatro cervezas de más antes de coger el coche o si
hubiéramos decidido hacernos pareja de aquella moza que acabo rayada en un
rincón. Todos menos Bevilaqua, que siempre optaría por la mesura, el bien y la
legalidad en esa asepsia respecto al crimen que le hace flotar sobre las aguas
procelosas de la delincuencia. Pues mira que no. Llega Lorenzo y se nos
desmarca en este libro contándonos que también Ruben “el guripa santurrón” tuvo
ocasión de vagar por los infiernos allá en su tierna juventud. Jódete y baila
que dicen en mi pueblo.
Vamos a ver, tampoco nos vengamos
arriba. Todos sus grupies sabemos que a Silva describir lo morboso se le da regular.
Ósea, que nadie espere aquí un truculento pasaje de sexo salvaje y prohibido, un
esnife de polvitos sobre el tricornio o arrancarle las uñas en
un interrogatorio a un etarra hasta que cante el caralsol. Nada de eso. Pero sí
que nos regala trozos de su juventud iniciática en el gremio y un cierto funambulismo
entre el bien y el mal que podría haberle hecho caer en el lado oscuro.
La llama de Focea es la segunda
parte de El mal de corcira y si te gustó aquel como me gusto a mi, te gustará este;
si por el contrario Vila te pareció un monsergas y un intenso tirando a viejuno
te puedes ahorrar este absolutamente. Cada cosa que le pasa hace una reflexión
de tres párrafos sobre la vida y la existencia, si le saluda un niño rollete que
me casco sobre la infancia, que le saluda un abuelo, página que te endiño sobre
la senectud.. pero así es él y así le queremos.
Y todo ello trufado de erudiciones
resabiadas sobre literatura, música de jazz, héroes mitológicos y poemas de
battiato; por un momento me he apuntado en un ladillo que ha Lorenzo Silva se
le estaba poniendo cara de Murakami. (que nadie lo entienda como demerito, a mi
me encanta el japonés). Pero también un poco tonillo de Richard Ford en ese
deseo de contar la historia de América, aquí la de España, a través de su
personaje. En El mal de Corcira nos comparó el país vasco de entonces con el de
ahora y aquí en La llama Focea el nacimiento inexplicable de la radicalidad catalana originaria
en cotejo constante con los actuales niñatos de Pujol y Puigdemont quemando
contenedores en la via layetana, que mandan güebos.
Un servidor que durante sus dos
primeras décadas de vida se pegaba tres meses al año por la Cataluña puyolera
tiene su propia opinión (ya la he puesto por aquí) . Y he de decir que en mucho
coincidente con la del autor en un filocatalanismo que me ha causado más
reproches que alabanzas. Discrepo, sin embargo, de tanto rollete con el seny y
la rauxa y tanta historia medieval sencillamente inventada y creo que el origen
de lo que pasa hoy está más cerca de la historia del Fill del xofer de Amat que por otra cosa.
El nacionalismo catalán tiene, en
mi opinión, mucho de económico detrás. Y así lo entiende también don lorenzo. Mucho
pijo aburrido queriendo hacer revoluciones y pillando cacho y mucho tonto haciéndoles seguidismo;
pero lo mismo que Silva en ocasiones también me perplejo. Nunca me hubiera creído
que alguna amiguica mia que por entonces solo follaba con condones Pierre Cardin
andaría ahora señera en mano y dándose el pico con los que para ella, de
entonces, eran piejosos cuperos, y hoy lideres de la liberación; pero así son las cosas y quien siembra lluvia
recoge tempestades. En algún momento alguien reflexionará sobre la tragedia que
ha sido para Cataluña el filldeputa de Pujol.
Lo dejo porque me va a pasar lo que a lorenzo Silva que en algunos momentos del libro está tan encasquillado en explicar
el catalanismo que se olvida hasta de la muerta y de la benéfica Chamorro que la ha
dejado en Galicia con cara de Cybill Shepherd en Luz de Luna esperando a su Bruce Willis de verde.
Como en su anterior libro Lorenzo
Silva nos hace jugar con su maestría habitual a tres pistas: una en Galicia (que
bonito el cameo que le permite a mi querido leo caldas), otra en la Barcelona
actual con la sargento Salgado en papel estelar (puffffff) y una tercera hace
treinta años en la Barcelona olímpica en la que Vila ya de regreso de las
provincias vascongadas se hacia personaje de policiacas en la ciudad condal
mientras se adentraba en la Barcelona costera de la prostitución y los polvitos
de la risa. Sensacional los cambios de secuencia de uno a otro lado.
También juega arriba y abajo. Los
delincuentes de organización internacional (Lorenzo, no creo que el embajador
ruso te invite a cenar) en contrapunto con los raterillos del camino de Santiago.
El juego al despiste típico de las policiacas de Silva, los sensacionales
interrogatorios a las familias de las victimas que es cuando Vila hace su mejor
papel, sus guiños y sus collejas a la política, la prensa y a la judicatura; su
tradicional baboseo al tricornio y su blandez amorosa característica, (solo con
recordar su música para feos se me escarpian las pelosidades) pero todo en el
marco de la ortodoxia lorenciana que tanto nos gusta a muchos.
Igual que sigue con alguno de sus
ramalazos, en este libro se ha corregido otros. Salvo un capitulillo no se amuerma
demasiado haciendo una guía Lonely planet de la ciudad donde está; en lo de detallar el escalafón
militar en cada frase también se ha controlado más y como comentaba yo mismo
(modestia aparte) en alguna reseña de sus libros anteriores, Lorenzo Silva ha
pasado de narrador a gran escritor. Escribe muy bien. Aunque en mi modesta
opinión sin argumento policiaco que agüe la intensidad, los libros no policiacos
que he leído de él se le apelmazan en demasía. Así que a seguir con los polis que se
le da mejor.
Este es un buen libro en la línea de
El mal de Corcira, hay capítulos estelares y aunque a veces se entretiene
demasiado en divagaciones políticas, el resultado final es excelente.
Continuamente hace referencias a libros anteriores que sus fans apreciamos en
cuanto nos da una patina de gente experta en chamorrismo. Y saltea la historia con músicas y
literaturas que siempre es de agradecer en una mezcla con ensoñaciones, polvos pasados, recuerdos y
divagaciones. En definitiva Lorenzo Silva con cara de Murakami.
Leedlo.
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