Este es el primer Murakami que leo del ciclo de los libros odiados de Murakami, porque Tokio Blues, After Dark, El niño sin color o Al sur de la frontera al oeste del sol son para mi excelentes libros íntimos, preciosos y bien escritos (y traducidos al español) en especial los dos últimos. Luego están los cuentos de Hombres sin mujeres, Primera persona del singular, o El del elefante desaparece que depende de cada cuento pero también se dejan leer cómodamente igual que los más estándar como de qué hablo cuando hablo de correr y de escribir. (ya veis que me he leído unos cuantos).
Kafka en la orilla es otra cosa. Y a nada que navegues por la red descubres esa dicotomía característica de detractores y defensores de nuestro amigo el japonés, enzarzados a brazo partido.
Los viejos lectores de este blog recordareis que ya hice una especie de defensa de Murakami en un post antiguo, pero es que hasta entonces solo había leído los libros cómodos de Murakami, este, sin embargo, es un libro incomodo, desasogante y confuso que a ratos le hubiera puesto en mi clasificación un cuatro de excelente y a ratos un dos de regular que es lo que finalmente le he puesto (no cabe nota media).
Es una especie de road movie de varios personajes, pero no solo por estaciones de trenes, autobuses y coches a lo largo de Japón como es habitual en nuestro amigo; sino un libro de viajes por la historia personal de los personajes y a fin de cuenta un viaje por las cuentas pendientes de nuestro itinerario vital.Los personajes están afectados por la violencia como elemento de unión. La violencia en Kafka por via paterna; la violencia de Nakata en su experiencia infantil y la experiencia de la señora Saeki vivida en la muerte de su novio o la profesora y su marido muerto en la guerra. Un poco como aquel 2666 de Bolaño. Y luego un montón de personajes a medio hacer y a medio concluir.
Y la sangre y el sexo que se mezclan a lo bestia como en la imagen de la profesora en la excursión con los niños. Y los personajes se van duplicando entre lo real y lo imaginario como Kafka y el cuervo; como Saeki mujer y niña; como el Nakata víctima y sanguinario. Quizá porque lo sexual y lo violento, sangre y orgasmo forman para Murakami un hilo argumental que justifica la huida por el lado de la violencia y el reencuentro por la vía del mundo imaginario al que se accede por la puerta abierta.
Son personajes en huida (igual que mi añorado Pedro Andreu en el recuerdo con Datrebil) huye Kafka, huye Nakata, huye la profesora y al mismo tiempo personajes que se reencuentran en el plano de lo imaginario en esa imagen de la personalidad a medias, con media sombra, con media sexualidad como Oshima. Hombres huecos, vaciados por un pasado hiriente sin conciliar.
Personajes que se reencuentran como Kafka con su padre y su hermana, como la Sra saeki con su novio Porque durante todo el libro se produce el viaje en doble plano: el viaje de huida en lo real y el viaje de reencuentro en lo imaginario. El pasado del que se huye y el presente de encuentro que se recrea en el imaginario común de los personajes.
A Murakami sin embargo, se le escapan demasiados hilos para hacer de este galimatías un buen libro. El personaje de Sakura, de la profesora, de Hoshino acompañante del señor Nakata haciendo de sancho panza de nuestro quijote japonés, tan loco y tan cuerdo.
Qué sí, que ya sé que es una tragedia de grandes personajes con el final apuntado desde el principio como Edipo y su maldición, el destino, pero se le va demasiado, se quedan demasiados personajes diluidos enmascarados en imágenes de Warhol como Colonel de KFC o el Johnie Walker y otros que aparecen y desaparecen como Oshima y Sakura que hacen de coro al argumento sin terminar de cuajarse. Murakami cae a menudo en el onanismo mental (y físico) y ya no se sabe si es un intenso o un chapucero mezclando historias sin acabar de todo tipo.
Y después lo de siempre en Murakami (y que me gusta): frases ligeras, buen ritmo, referencias musicales y culturales y el amor al libro por encima de todo imaginando bibliotecas como remanso de paz. Sexo, mucho sexo descrito y explícito; algo de historia, mucho de geografía, gastronomía y cultura japonesa y símbolos new age que se dibujan como referentes.
En definitiva es un libro deconstruido, de final difícil o difuso, que se rehace cuando luego lo repiensas y cuando lees comentarios por ahí de distintas interpretaciones, pero que no llega a cuajar en lo compacto. Lo imaginario encaja con dificultad en lo real y todo se embarulla.
Un Murakami al año no hace daño, pero me pensaré muy mucho acometer otro libro de más de 700 páginas del amigo, seguramente o me recomendáis con pasión algún otro de los menos oníricos o en el próximo me iré por la vía de los cuentos.
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