jueves, 27 de abril de 2023

Oleaje de espuma

Desde hace un tiempo, por la mañana, evito los puentes, más que evitarlos me esquivan ellos a mí yéndose de mi camino y proponiéndome rutas alternativas por parques y callejas. Los puentes, en mi pueblo, regalan postales de amaneceres naranjas como estratagema para engatusar a los despistados que en esta ciudad sin entretiempo caen luego presa del cierzo hiriente y el solegaz de estío. 

No uso coche, se rompió hace un año y ya no lo echo en falta. Ahora trabajo en el centro y de camino oigo los ruidos de la vida y esa extraña voz que me habla al oído con pretensiones de consciencia echándome en cara que me haya vuelto un viejo carcamal.

Me voy construyendo historias de la gente con la que me cruzo. La chica que pasea al perro y que siempre pienso que trabaja en una tienda de bebes; el señor de barbas con cara de representante comercial, el abuelo que se sienta en el banco junto al olivo viendo la vida pasar. 

Los adolescentes a las puertas del instituto se miran y se hablan entretejiendo argumentos, secretos y declaraciones de amor. No os las guardéis, me dan ganas de gritarles: no hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió, pero claro, es que estos zagales no conocen a Sabina. 

Y a la izquierda las calles se angostan para robar a las sombras sus miedos y su billetera; a la derecha la casa de los políticos  que le ruegan al segurata que les deje colarse por la puerta trasera para evitarse cien pasos y es que los políticos llevan demasiado tiempo buscando atajos.

Conforme ando, las casas crecen postizas, con paredes sin ladrillos, espacios sin columnas, paramentos sin ventanas y puertas sin parteluz. Apuntalan jacenas intentando renovar un viejo cuartel militar y hacerlo habitable por estudiantes de alquiler y mientras tanto las grúas se abrazan a escalas y contenedores con un estridente rechinar. Cada día sale a la luz un retoque nuevo como hacen las famosas de televisión. Al final olvidaremos cuando fue viejo y lo nuevo formará ya parte de los cotidiano sin querer siquiera recordar lo anterior.

Y voy llegando, tarde como siempre, al trabajo y a casi todas las cosas

Y se confunden las mañanas como se confunden estos tres años en mi memoria en un oleaje de espuma.





lunes, 17 de abril de 2023

Una botella de güisqui malo en el lobby de aquel hotel

 

Fue aquel año noventa y uno en aquel hotel del paso de ecuador en un país lejano en el que descubrí que uno puede ser causante y víctima del sufrimiento a la vez. Un sufrimiento veinteañero lo suficientemente intenso para dejar huella y lo suficientemente trivial para no llegar más lejos.

 


Mira- me dijiste desde lo profundo de esos ojos negros que aun conservas- me iría contigo a tu habitación, pero no lo voy a hacer; me gustas y creo que yo a ti también, incluso puede ser que llegáramos a más; pero en esta vida hay que andar con cuidado para no ir haciendo daño gratuitamente sea de manera voluntaria o no. Así me lo dijiste.

- ¿En serio te dije eso?, jajaja, vaya petarda de tía que estaba hecha. Pero vamos que me acuerdo que me daba mucha pena Isa que estaba locamente colada por ti y tú lo sabías y ¿sabes qué era lo que más me fastidiaba?

- Ni idea, yo era un pardillo que no me daba cuenta de nada.

- Precisamente eso. Que eras un pardillo que no te dabas cuenta, bueno no es que no te dieras cuenta, sino que no sabias hasta que punto algunas cosas podían afectar a los demás.

- Tampoco creo que hiciera nada especialmente malo con ella, simplemente hablábamos y hablábamos en tardes interminables, echábamos muchos cafés entre estudio y estudio, estábamos muy a gusto, sin más.

- Eso es sin más. Y entonces, tu empezaste aquella relación rara con aquella mujer casada y pensabas que Isa no se iba a enterar o que le daría igual. Y luego rompiste con la casada o te mandó a la mierda y rompíais y volvíais de esa manera tan extraña en la que nunca se termina de romper. Y a la pobre Isa le dabas pena y te escuchaba tus tonterías de perrito derrotado.

- Yo lo pasé mal muy mal, ya te lo conté cuando hablamos en el lobie del hotel. ¿te acuerdas?

- Claro, hablamos mucho aquella noche hasta que amaneció, nos bebimos la botella de aquel guisqui venenoso, tu a palo seco y yo con cocacola. Las conversaciones en los bares de hotel de madrugada son muy peligrosas ¿igual pensabas que iba a caer derrotada en tus brazos a pesar de las primeras calabazas?

- Estaba seguro de que no, pero también que ha sido una de las conversaciones más eróticas que he tenido nunca con nadie sabiendo que no iba a pasar nada. Ahora, cuando alguna vez te veo por los periódicos de mujer importante me acuerdo.

- Desde entonces no nos habíamos vuelto a ver, treinta años nada menos. Te he conocido nada más verte a pesar de esas canas de cincuentón serio y carca.

- Jajaja pues yo a ti te veo muy bien, pero no te he reconocido, la verdad, hasta que me has saludado.

- Anda ve a comprar una botella de güisqui malo que tenemos que ponernos al día. ¿Estás en este hotel no?

- Hasta mañana a las seis que sale mi vuelo.

viernes, 7 de abril de 2023

Presente imperfecto de imperativo.

 







Buscándome por la selva de cada día me encuentro

en un paréntesis de primavera

sin querer

más cosa que salir del centro

hacerme a un lado

sin caer por la ladera 

de la duda y la complejidad

incomprendida 

de mirarme a mi mismo sin entenderme

en ese punto intermedio entre las experiencias y las expectativas

huyendo 

de ese tiempo inventado

llamado presente imperfecto

de imperativo.