Seamos
sinceros: los lectores hemos pasado directamente a un segundo plano igual que
los gilipollas que pagamos la entrada por ver un partido de futbol en el campo.
En lo último que piensan los directivos es en la gente que decide sacarse un
abono de 500 euros para ver un Zaragoza-Tudelano a las diez de la noche un
lunes a tres bajo cero. La pasta la da la tele, donde lo importante es que haya muchos partidos aunque sean malos, vender muchas camisetas de
niño a setenta euros pantalón aparte y en el peor de los casos lo que se gana en las apuestas por dejarse hacer un Llagostera. El colmo de la desvergüenza es lo que ha hecho mi adorado Zaragoza. Tras pagar todo el año por ver una mierda, cuando por suerte llega algo bueno y juega la
promoción, deciden cobrarte diez euros de más, por ver
dos partidos de los que uno no se celebra. Son así, tan despreciables como nos
desprecian.
Nos
envuelven libros viejos en tapas distintas de colores como si fueran nuevos y serían capaces de vendernos libros sin hojas. Las distribuidoras se llevan un 58% del
PVP porque todo (mal) editor sabe que el aval para vender mucho, no es que el
libro sea mejor o peor sino que la tienda del triangulito verde decida poner un
título de un determiando autor en cabecera de lineal. Creamos autores-marca que venden escriban lo que escriban y por eso les obligan a escribir un libro al año (o más) nos dé lo que nos dé. Escritores con teórica garantía de top ten pero
luego convertidos en tertulianos en autopromocion a 1300 la parrafada. En fin que hay mucho escritor
alardeando de curriculum de postín pero
con más peligro que la Cifuentes en el Eroski. Como ya sabeis de mi admiración por Silva, nunca le he incluido en los escritores-marca de esos que publican cada dos dias recopilaciones, de las compilaciones de articulos dominicales simplemente cambiando la tapa como si fuera un libro nuevo, pero hay cosas que me empiezan a poner nervioso.
A
mi sinceramente, que alguien me quiera vender a diez euros la sombra de grey, a
cinco el diablo del follet, y a tres la
cartomancia de la bruja Lola en recetas del masterchef me da absolutamente
igual. Ya sé lo que me espero y sé lo que me compro. Lo que me fastidia es que
gente que escribe de maravilla me dé gato por liebre. Esto me ha pasado en varios
microcuentos de mi adorado Luis Sepúlveda vendidos como libro a 20 euros por Tusquets
cuando no deja de ser un relatillo de animales de quince carillas. Y con todo mi
pesar me empieza a pasar con algún libro de la serie vila-chamorro como Lejos
del Corazón.
A
ver Lorenzo, puedo entender que hayas pillado la veta de la guardia civil y que
sus reivindicaciones y problemas sean una constante de tus libros. Puedo
entender que en España haya más de 80.000 guardias que con sus parejos y
parejas hagan el doble y que ellos sean potenciales compradores de tus libros,
pero los que somos y hemos sido vehementes defensores de tu prosa nos merecemos
algo más, porque si no, me haces sentir como al espectador de campo de futbol ultrajado
un lunes a las diez de la noche pasando frío y que no deja de ser sino un actor
secundario de la fiesta que celebran otros desde la tele. Ya sabes que me voy a comprar todo lo que publiques, pero dile a tu gente que no se aproveche de ello.
Esto
no es un capitulo de Policías en acción o Comando actualidad. Os vamos a
enseñar lo duro que es ser guardia en el estrecho con las planeadoras
lijándonos los morros. ¿Cual es el tema que está de moda? Los delitos informáticos; pues os
endiño al hilo, cien páginas sobre la historia del bitcoin. Sí teniente, a sus
órdenes mi subteniente, cuádrese guardia primero. Que ya, que sí, pero que no.
Lejos
del corazón es una historia vacía que sostiene un publireportaje. Lorenzo Silva
se demora cansinamente en algo que ni la mitad con suerte de sus lectores
entiende, y que ni siquiera les importa como son los bitcoins. Entre medio, pega
un par de guantazos a los piratas informáticos (que conste que yo me he dejado
20 euros en comprarlo) y sermonea sobre los delitos sin víctima y los ciber
“robinjuds” que no se sienten culpables porque roban a los ladrones.
Cuando
Silva escribía sin focos, la moraleja se desprendía sola y sutilmente de la
trama.En este sin embargo es tan evidente que cansa. Vila se ha convertido en un moralinas y en un sermonero. Los hijos sin padre es una
figura que atraviesa el libro en muchos de los personajes y que cuando ya vas
por el tercero te dan ganas de decirle “que sí que sí, que ya lo he pillado”.
Los
secundarios tienen un papel residual en este libro en detrimento del excompañero
del pais vasco que no dice nada de nada y sale todo el rato (que si eso ya me
he comprado el libro de Sangre, sudor y paz del país vasco, pero ya). Olvidaros
de las conversaciones deliciosas con López en el libro de los escorpiones.
Olvidaros de las reflexiones de aplauso cuando habla con la Consuelo en la
Marca del meridiano. De los interrogatorios de los Cuerpos extraños. Nada de
nada. Mira que daba juego el encontronazo de Inés con los malos. Pues nada.
Capotazo, bajonazo y a corrales.
Las
policíacas que me gustan aprovechan el entorno, el barrio, la ciudad como si
fuera un protagonista más. La Barcelona de Mendez, el Tomelloso de Plinio, sin
embargo aquí el sur gaditano parece tan solo un recorte gélido de sucesos de
informe semanal. Sin rasmia, sin pasión. Tengo que decir que yo tenía en la
cabeza el sur tarifeño de Montero Glez: Luisardo, pichita. La huella jonda del
heroe, Iam Fleming y su Gibraltar putero y contrabandista, Manteca colorá.
Pistola y cuchillo. Ya sé que esperar de Silva las frases desgarradas de
Montero es como esperar que maria dolores pradera cante barricada, pero hombre
un poco más de implicación. Cada uno es bueno en lo suyo, pero joder un poco de
tensión en lo que se escribe.
Y
ya para rematar la historia de Vila con Chamorro. El morreo está pegado como bolsillo de
plastón de traje de payaso. Disculpen el espoileo pero coño que llevamos diez
libros esperando algo entre ellos y no se puede solventar así en dos folios
inexplicables e inexplicados. Sin ir más lejos en La niebla y
la doncella se generó ese clima especial donde el firteo cuaja solo y el polvete venía dado. Igualmente al final de otros libros cuando se separan. Pero ¿aqui? yo es que no le encuestro sentido alguno, ni siquiera me parece momento. Más bien se queda en una suerte de rollete adolescente ante el
sol de la tarde que me parece de lo peor.
En
fin, que quede claro que sigo siendo un lector incondicional de Silva. Su libro
Todo por amor (por ejemplo) debería ser lectura obligatoria de cómo escribir
relatos. Pero como esta industria quemaautores sigue pidiendo partidos (digo
libros) todos los días de la semana, de vez en cuando nos endiña un gatillazo
como este. Señores de Destino, los lectores preferimos poco y bueno que mucho y regular. Si
este libro te lo bajas del epublibre y lo lees como ves un partido mientras
cenas, no pasa nada, si te has gastado la entrada yendo al campo a las once de la noche la
critica mesurada no aguanta ni tres lineas y te sale un despelleje como el que
os acabo de endosar.