Nunca se deja nada del todo. Los cambios llevan en la mochila el tesoro de la experiencia. Somos lo que somos porque hemos sido.
Estas últimas semanas he convivido con excelentes técnicas y técnicos de treinta y tantos en los que me he visto reflejado a mi mismo hace veinte años hoy que doblo cansino el folio de la cincuentena.
Y me pregunto, si no seremos nosotros ahora esa generación tapón a la que acusábamos de inmovilista, burócrata y aprovechada.
Igual no hace falta irse, pero sí echarse a un lado. Que tomen las riendas ellos, que nos saquen los colores por tanta política y actuación de pladur en estos tiempos de corchopan y letras copóreas que acaban en la basura.
Animemoslés a que si les hacemos falta, se sientan cómodos pidiendo nuestro criterio, sin miedo a que les reprochemos sus opiniones.
Nunca se deja nada del todo. Pero no podemos seguir siendo los viejos gordos que se conocen, se odian pero no se matan, dejando que treintañeros se quemen en el campo de batalla.
No sé, pero ultimamente tengo una necedidad de tomar pausa y aliento, no para pararme, todo lo contrario, sino para contribuir a empujar y poner en contacto a tanta gente joven que sumada multiplica.
Que tentación de poner estos pensamientos en el linkedin con corbata y a cara descubierta y no en el trastero de jack malloy con la cara de mr floppy en el blog