Cada tarde es distinta aunque parezca la misma,
todo parece profundo aunque te encuentres en la orilla.
El atardecer suave hecho de viento tibio se disfraza de postal repetida
y sin quererlo se hace cotidiano, como sin importancia.
Qué sorprendente la hermosa rutina de irse el sol cada día en naranja y añil y volver al día siguiente.
Amanece, que no es poco.
Quiero conservar la capacidad de asombro cada atardecer al ver apagarse
el sol naranja junto al mar. Resistirme a hacer cotidiano lo
extraordinario como el que vive frente a la catedral.
Felicidades atrasadas. Del 71?
ResponderEliminarGraaaacias. Del 70. ;)
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