Desde que no escribo piso frases por el suelo secas como veranos sin lluvia que amenazan incendios cuando aprieta la calor. Los versos no escritos revolotean por los sueños en busca de poemas convertidos en mariposas amarillas en los días iguales de Macondo e Ixtepec.
Desde que no escribo, los almanaques han olvidado poner los años para que estas semanas iletradas desvaríen sin lindes aburridas e indiferentes hasta que en un traslado cualquiera acaben en el contenedor de los tiempos inútiles. Desde que no escribo me he extraviado por caminos polvorientos sin hitos ni cruceiros, he buscado dioses que me acompañaran en mis herejías y mujeres de una noche que me sustituyeran al amor.Desde que no escribo han pasado
varias primaveras frías como febreros, inviernos sin nieblas y otoños que
suenan todavía más tristes cuando se les llama tardors. Los olivos nuevos del
parque del desasosiego han ido creciendo indiferentes al punto de no saber si
son los mismos u otros más grandes que han trasplantado en mi ausencia para
simular su crecer.
Se me acumulan los cuadernos con esquemas inútiles de cinco y siete puntos para memorizar ensayos sin editor en ese intento de hacer el boca a boca a los peces muertos sacados del mar.
Desde que no escribo llueve en París, interminable jueves tras jueves mientras mueren los poetas.