Señas de identidad

A veces los errores no son errores, sino mensajes subliminares para los iniciados, los domingos son días intermedios entre dos martes y no todo lo que sucede el día de los inocentes es verdad aunque muchas veces tampoco es mentira del todo. El peor enemigo de los asesinos no es la policía sino la memoria, que recuerda, enlaza, hipertextualiza y perfila el camino del laberinto que teniéndolo delante de la vista de todos somos incapaces de recorrerlo con el boli.

A veces la indiscreción involuntaria es el desahogo de la conciencia que cansada de ocultarse abre sus puertas para que desagüe recuerdos, sueños y dias pasados y que de otra manera quedarían enzarzados entre los alambres de espino de lo secreto. Otras veces verter voluntariamente indicios, es solo un juego.

Los datos no son sino letras sueltas que requieren un lector que las junte. A veces las confidencias toman la apariencia de errores, para hacerse discretas, pero todo es un juego sin importancia, un juego en el que nos gusta participar y que como todo juego conlleva algo de oculto, un guiño cómplice, una seña admonitoria y una diversión particular: la clave decodificada, codificada para el resto, que sirve de identificación como miembro del grupo.