A veces me pregunto en qué momento de mi infancia empecé a contar cuentos.
Mi padre murió justo antes de que
tuviera capacidad de recordarlo, yo tenía menos de siete años y mi hermana aún
menos, y en seguida descubrí que la gente aludía (y al tiempo eludía) mi
orfandad como de puntillas, por eso de no hacerme daño (lo que, a mí, sea dicho
de paso, también me gustaba evitar). Mi infancia, sin embargo, la recuerdo feliz,
extraordinariamente feliz pero, mientras en lo privado mi
madre y mis abuelos trataban de rellenarnos con sonrisas los huecos de la
ausencia, en lo público me contrariaba el lagrimeo en la querencia hacia lo
melodramático tan característica en estos casos y que me hacía sentir raro.
Por entonces, todo era extraño, mi realidad la sentía distinta y empecé a inventarme verdades paralelas con las que convivía sin problema. Me fui acostumbrando a contarme historias en voz alta e inaugurar mi antena de radio imaginaria desde donde retransmitía las noticias de lo que me iba pasando (o quería que me pasara). ¿Estás hablando solo? Yo no inventaba para ser distinto, inventaba para ser normal.Por eso, tomé la decisión de construirme un entorno ficticio en donde no habitaran héroes sino familias ordinarias como pensaba que serian las demás.
No recuerdo en qué momento esa vida normal inventada empezó a salir de mi intimidad para pasar a lo social. Cuando alguien me preguntaba en qué trabajaba mi padre, yo me lo imaginaba en una oficina y contaba con todo lujo de detalles como era el lugar en el que trabajaba. Imaginaba como serían las tardes al llegar a casa y los veranos ochenteros en un lugar de playa. Imaginaba las conversaciones conyugales a hurtadillas de nosotros y quizá algún secreto de alcoba entre risillas cómplices de mayores.
Cuando uno crece, si es verdad que alguna vez se crece, encuentra en los lagrimeos sociales un cauce para aprovecharse de las circunstancias, pero eso lo descubrí después. Como el niño que aprovecha la estancia en el hospital de su tía josefina con la que apenas tenía trato, de excusa para no presentar los deberes del día siguiente. Pero para eso se tiene que desarrollar la doblez maliciosa o más bien interesada que caracteriza el descubrimiento del egoísmo, y a los diez años, al menos yo, todavía no tenía esa necesidad; todavía no era un cuentista interesado sino más bien un cuentista de supervivencia.
Empecé a rellenar dietarios con cuentos, realidades manipuladas y amistades
ficticias que muchas veces historiaba no tanto por hacerme el
especial sino más bien, y siguiendo mis inicios que os he contado, en un
intento de ser como los demás. Fue un poco más tarde cuando
descubrí que lo mejor no era inventar sino escribir recreando lo vivido y que lo normal no existe si no está impregnado de sueños e ilusiones. Me fuí dando cuenta de que poca gente tiene historias normales
y que traspasando el zaguan de las casas casi siempre te encuentras con
novelas reales que nada tienen que envidiar a las inventadas.
Me has hecho pensar en mi papá... ¿que sea ésta tal vez la causa por la que él también siempre fue muy bueno contando historias? ...y coincido contigo, la realidad supera siempre y de mucho, cualquier ficción.
ResponderEliminarUn beso.
Menudas películas tiene la gente puertas adentro. Y cuanto mas correctos parecen peor.
EliminarBss
Todos los héroes y protagonistas de Disney y Marvel son huérfanos.
ResponderEliminarAsí como casi todos los genios y actores tuvieron una infancia dramática.
Pero si, en todas las casa suele haber uno o varios dramas que darían para una novela.
¿Sales tú en la foto?.
Me acabas de dar una idea para una entrada (que ando tanescasa que hasta me repito).
Igual está mal decirlo pero nunca he echado de menos un padre. He sido muy feliz en mi monoparental familia mas mis abuelos.
EliminarOtra cosa es que me resultara empalagoso tener q dar explicaciones y por eso prefería inventarme cuentos cuando la ocasion lo requería y el oyente no se enteraba.
Es de mis años y de mi cole pero no de mi clase justa, la he sacado de una revista colegial vieja.
Yo de esa edad era un niño bien majo y estos de la foto son un poco caraviejos.
Jajaja.
DA igual cuándo empezaste, mientras sigas, porque al menos a mi, me encanta como escribes
ResponderEliminarMuchas gracias. Un placer como siempre, tenerte de seguidor y eso que te correspondo tirando a poco.
EliminarAbrazos.
En cada casa hay grandes novelas por escribir.
ResponderEliminarSin duda.
Algunas de terror ;)
Eliminarabrazos
Te acabo de descubrir, qué bonito escribes!!!, con tu permiso me quedo por aquí.
ResponderEliminarMuchas gracias!!
EliminarPues ya nos concoces a dos de los tres, ya solo te falta el blog de mi hermano gafotas.
jajaja!!
Abrazos.
En silencio te leo me gusta mucho tambien me gusta como manejas cuando contestas los comentarios que te hacen Un abrazo
ResponderEliminarUy ese blog tuyo de fotos no lo tenía fichado entre los tuyos.
EliminarMe voy a verlo.
Gracias por pasar
Hola Chico!
ResponderEliminarVengo de leer lo del chopped y la mortadela, me ha encantado. Con tus líneas además de recuerdos me han venido olores de aquella infancia. Cuando hablas sobre las paradas de autobús y de lo que alli se cocia me he acordado de una magnifica película de Kirk Douglas, se trata de "Strangers When We Meet" (Un extraño en mi vida 1960), es precisamente en una parada de autobús y en esas mismas circunstancias cuando Douglas se queda pilladisimo de la despampanante y bellísima Kim Novak.
Pues nada, que viva la mortadela y la Nocilla!...
Un abrazo!!!
Muchas gracias Fran,
Eliminares curioso pero de un tiempo a esta parte visita un montón de gente ese cuento, no sé si se ha enlazado desde algún sitio o son los procelosos caminos de google y blogger que nunca sabes por qué pasan las cosas.
Me fio de tí y me la apunto en la lista del filmin que además veo que la puntuan muy bien. Ya la comentamos por tu blog cuando la vea.
Abrazos
Lo has descrito de una manera tan real y sentida que podía percibir las escenas desde tus ojos y los pensamientos desde tu interior. Te felicito por la expresión, por la cercanía, por esa apertura horadada a los recuerdos... Es bueno contar historias, soñar despierto, sentirlas para vivirlas y compartirlas para enriquecerlas.
ResponderEliminarMil gracias por tu visita a mi bog y te dejo un saludo con un beso.
Muchas gracias a tí.
EliminarSigo tus blogs desde hace mucho. De hecho los tengo enlazazdos en el ladillo de mi otro blog. Aunque no comento mucho, me da un poco como de corte. Me prodigaré más.
Bss
Eres com un rabo de lagartija, jajaja... independiente e inagotable, me encantas!
ResponderEliminarGraaacias. Un rabo de lagartija también puede ser algo prescindible sin aniquilar el conjunto.
Eliminar;) Bss