La ciudad supura niebla, una niebla baldía. Un erial sin sueños ni personas. El espacio vacio que se estremece entre nuestras presencias urbanas. Nadie dijo que escribir fuera fácil, ni que tuviera que reproducir exactamente el color, digo el calor, de nuestros pensamientos. Hay noches en las que los perfiles se hacen agua y la realidad no es otra cosa que el reflejo de las luces amortajadas y las historias inventadas.
Niebla, una niebla húmeda, que moja de tristeza los pasos borrachos de regreso a casa. Un camino en el que se agolpan recuerdos de lo que fuimos en noches semejantes a esta y cómo nos imaginábamos entonces en futuros inciertos que se parecen bastante a madrugadas como hoy. Y sin embargo todo es distinto aunque posiblemente igual. Porque todo regresa en la semana de navidad, lo nuevo y lo viejo haciéndose presente. Los futuros que se escaparon detrás de la desidia de una palabra de mas (o de menos) de aquella tarde de niebla en la que hablamos lento el día antes de marcharte.
Lo que evitamos y lo que provocamos con nuestro silencio, los besos que no nos dimos, los cuentos que nos nos contamos, los orgasmos que nunca tuvimos. Y la historia se hace rompecabezas, y en el tetris siempre se espera la pieza que no sale y en el recuerdo siempre falta la conversación que no iniciamos, todo para evitar explicarnos lo que realmente hubiéramos querido ser en el argumento de nuestros sueños compartidos.
Y sin embargo todo regresa, y tu me lees a escondidas y yo te escribo como si estuvieras. Y nos decimos ¿Cómo estás, qué tal tus hijos? como en la canción de Ismael, ¿Fue en aquel cine te acuerdas? o simulamos ser Sacristan y Fiorella en Asignatura pendiente. Pero todo sigue como cada año, con la pereza de un futuro aplazado, y yo que escribo cuentos falsos en el blog y tu que sin saberlo intuyes, que van dirigidos a tí.
Cuando hay que ocultar
ResponderEliminarla verdad, se vive siempre
en suspense y en suspenso.
U abrazo de Navidad,
sé feliz.